Aviones de papel gigantes planean, sobrevuelan, cruzan, la ciudad.
Sus alas atiborran, atestan, ocluyen los cielos grises con maldad.
En el aeropuerto, miles de aeroplanos de celulosa
toman tierra sin cesar.
Aeronaves grandes, pequeñas, rojas, blancas, azules,
caen sobre tierra y mar.
Cuadriculadas, lisas, folletos, esquelas, cuartillas, papel de fumar.
Con dibujos de colores, fotos, agendas, pósters de Top Gun.
Con recetas de cocina, poemas, raíces cuadradas,
cómics de Spiderman.
Por todo el planeta, amerizan, aterrizan, se estrellan, sin más.
Barcos de papel se aproximan por mar y llegan a tierra para atracar.
Varan en playas, echan amarras en puertos caros,
raros, pantanos, presas.
Millones de pajaritas invaden los parques, las plazas,
las terrazas, las mesas.
Pliegos de flores brotan en jardines de papiro, macetas, setas.
Árboles de folios blancos se arquean por el viento en las mesetas.
Edificios de estraza surgen de cimientos de pergamino.
Desde la luna el fantasma de Gagarin observa cómo
la Tierra sigue su puto destino.
Una bola gigante de papel arrebujado, arrugado,
marchito, estrujado.
Entre la negrura del espacio se aproxima a la jodida luz del sol.
Arde, destella, se esfuma con un breve fulgor.
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