Cada uno en su mundo...
dos mundos que no tenían posibilidad alguna de coincidir.
Tan lejos y a la vez tan cerca.
Dos soledades.
Pero no se buscaban, ni siquiera sabían que hubiera que buscar algo.
Tan sólo esperaban inmóviles,
aunque tampoco sabían exactamente lo que esperaban.
Esperaban.
Si alguien les hubiese preguntado "¿a qué esperas? " ...

Ellos habrían despertado súbitamente de su sueño
y con expresión atónita asegurarían a su interlocutor:
¿esperar? ¿por qué piensas que espero?
Sólo vuelo.

Pero en el fondo, sabían que esperaban, sólo que no lo querían reconocer.
Intuían que la vida les debía algo, tenía alguna deuda con ellos, y creían que aquello,
fuese lo que fuese, les sería devuelto en algún momento.
Ellos esperaban ese momento.
Un día las aguas sobre las que transcurrían sus vidas se cruzaron.
Porque las aguas son así, no tienen más dueño que el viento,
y cuando éste se ausenta, aprovechan para jugar a realizar imposibles.
Primero fue un cruce de miradas, luego de sonrisas...
más tarde de palabras.
El día que se abrazaron,
olvidaron que días de espera habían precedido a ese abrazo.
Ya nada importaba.
Absortos en su felicidad, ni siquiera se dieron cuenta
de que la vida les estaba pagando su deuda.

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