martes, 23 de agosto de 2011

Su más grande deseo...




Había una vez en un pueblo lejano, un viejo y humilde zapatero,
no tenía familia ni hijos sólo lo acompañaban en su hogar un perrito
 y un gallo,
él que cantaba alegremente todas las mañanas
anunciando un nuevo amanecer.

Cada mañana al abrir sus cansados ojos, el viejo, elevaba sus oraciones
a Dios, agradeciéndole por el nuevo día.

Pero muy dentro de su ser tenía un deseo tan grande, 
que en ocasiones lloraba
a solas y le pedía a Dios que lo dejara vivir lo suficiente para poder realizar
el sueño más grande de su vida:

Poner en los pies de todo niño descalzo,
un par de zapatos nuevos.

Una tarde paseaba él por una calle,
cuando en medio de ella vio un niño
que dormía sobre el pavimento y tenía en sus pies
un par de zapatos rotos,
se entristeció y pidió por su deseo...

Fue en ese momento,

cuando observó que la cabecita del niño brillaba y despertó de su sueño.

El niño lo miró y le dijo: mi padre a escuchado tus oraciones
y ruegos por eso me ha enviado a ti.

Luego quitándose los zapatos le siguío diciendo:

Me ha encargado que te entregue este par de zapatos rotos,
todo aquel que se lo ponga amanecerá con un par de zapatos nuevos;
y así podrás cumplir con el mayor de tus deseos.

Dicho esto el niño desapareció ante la mirada del viejo zapatero.

Al dar las doce campanadas salió el con los zapatos rotos ,
fue de calle en calle, de pueblo en pueblo colocando los zapatos rotos
a cuanto niño descalzo hallaba.

Por fin amaneció y cuan grande fue la alegría
de los niños pobres de calles y pueblos ,
pues todos tuvieron zapatos nuevos en sus pies antes descalzos .

Cuando cantó el gallo al amanecer, ya no escucharon
las acostumbradas oraciones del viejo zapatero;
ni se abrió la puerta del taller .

Sólo se sentía el aullar triste del perro;
fue en ese momento,
cuando muchos niños con lágrimas de alegría en los ojos ,
se acercaron a la puerta del taller y decidieron abrirla ;
se llevaron una gran sorpresa
pues encontraron al viejo zapatero
sumido en el sueño más grande,
pero con una sonrisa en sus labios
y entre sus manos el par zapatos rotos.

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