El vertiginoso siglo XX -entre guerras, avances tecnológicos y conmociones políticas- se ha llevado consigo las tradiciones.
Hasta la ciencia es diferente.
El científico de ahora es algo así como un hombre de negocios...
pero sin negocio ni ganancias.
El científico al igual que el hombre de negocios vive angustiado
por la productividad: ¡hay que producir mucho y rápido!.
Antes no.
Antes la ciencia se saboreaba, se disfrutaba, se rumiaba.
Así la química, por arte y magia del progreso, se ha convertido
en un conjunto de jeroglíficos blancos que se prenden y se apagan sobre un enorme pizarrón verde.
Pero la química como pasión no es así.
La química se ve, se siente.
Es de colores, a veces caliente, a veces fría.
La química tiene mucho sabor.
Y olor. La química huele.
Huele a recuerdos: la casa de los abuelos, el viaje a un lugar especial, , los pliegues de la piel.
¡Ah, la piel!
¿Qué rico huele la piel!
Y es que el olfato, más que ningún otro sentido,
tiene la capacidad de revivir el pasado.
El olfato -quizá nuestro sentido más primitivo- funciona
en forma diferente a como lo hacen los otros cuatro.
La información que envían estos sentidos se interpreta en el tálamo, una región profunda del cerebro.
En cambio, los mensajes del olor llegan directamente
al área del cerebro que determina las emociones, la creatividad
y la memoria.
Por eso un olor puede desatar instantáneamente un sentimiento,
una emoción o un lejano recuerdo.
La química de antes se hacía con las manos.
Por eso los antiguos aprendieron a capturar los olores.
Ponían a remojar las olorosas flores en grasa fundida.
Cada determinado tiempo (varias horas), las flores se iban reemplazando por otras frescas, hasta saturar la grasa con las sustancias químicas responsables del olor, constituyentes del llamado aceite esencial.
Luego dejaban enfriar y agregaban alcohol.
Después separaban la grasa y ahí estaba ya,
prisionero en el alcohol, un recuerdo o un sentimiento.
El proceso de maceración, que así se llama esta antigua técnica es ... ¡pura química!
Las sustancias del aceite esencial sólo son solubles
en la grasa cuando ésta está caliente.
Por eso, en la primera etapa, abandonan la flor y se disuelven
en la grasa fundida.
En cambio, son muy solubles en el alcohol.
Por eso, al enfriar y agregar este disolvente, abandonan
la grasa y se disuelven en él.
La solubilidad de las sustancias es consecuencia de un sutil
y complicado juego de atracciones y repulsiones eléctricas.
Todas las sustancias de la naturaleza están formadas
por una parte positiva (los núcleos atómicos) y una negativa
(las nubes electrónicas).
Las nubes electrónicas rara vez se reparten equitativamente
entre los núcleos.
Por lo tanto, las moléculas de muchas sustancias presentan
un polo negativo y un polo positivo, es decir son polares.
Dependiendo de cómo es esta distribución,
las moléculas pueden ser muy polares, poco polares o,
si es equitativa, no polares.
La polaridad de las moléculas es la responsable de la solubilidad
de las sustancias.
En general, los solutos se disuelven en disolventes de polaridad similar.
La química de ahora , también se hace con las manos.
Ahora se utilizan otros instrumentos y otras técnicas
pero los principios son los mismos.
Los químicos de hoy han podido identificar no sólo los principales componentes de los aceites esenciales sino, inclusive, aquéllos
que se encuentran en pequeñas cantidades.
Además, al conocer la identidad de dichos compuestos, los químicos han logrado sintetizarlos en el laboratorio a partir de unas cuantas materias primas.
El eugenol del clavo, el cinamaldehído de la canela,
el acetato de bencilo del jazmín, el geraniol de las rosas y el linalool
de la lavanda son compuestos orgánicos que se pueden sintetizar
con relativa facilidad en los laboratorios químicos.
Además de los que desprenden estos y otros productos naturales,
el hombre ha creado otros olores completamente nuevos a partir
de compuestos que no existían en la naturaleza.
La gran ilusión de Jean Baptiste, el personaje carente de olor
de El Perfume de Patrick Süskind era fabricar su propio olor.
Yo, me conformaría con un perfume que me hiciera recordar
todos los instantes a tu lado...

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