La ayudante de Houdini sale radiante al escenario y te dedica, agradecida, una sentidísima genuflexión, seguida de una sonrisa cómplice.
El famoso escapista quita la tela que cubre un objeto y aparece tu ordenador.
Introduce dentro de la pantalla a su ayudante, como si fuera una foto
del Google Imágenes.
Un sonido eléctrico, apenas perceptible al oído, escapa del interior
de tu computadora y aparece este texto escrito en letras rojas.
El escapista se gira y te mira fijamente.
Estás solo.
Eres su único público.
Houdini toma aire y te habla lentamente, con acento austrohúngaro:
“Mi joven ayudante está atrapada.
Si quieres condenarla para siempre, simplemente apaga el ordenador,
vete a cualquier otra página, y acabará encerrada en la oscuridad
de este post para siempre.
Si por el contrario, deseas liberarla,
lee de nuevo este pequeño cuento”.
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