Para quien tenga tiempo de devanarse los sesos en una actividad tan lúdica como interesante, el tema de los viajes en el tiempo da para pensar años y años.
Mucho se habla de la máquina del tiempo, sobre todo en ciencia ficción.
Si se construyera tal artefacto, parece lógico que tenga como fecha de pasado límite el momento en que dicha máquina fue construida, de lo contrario, se estarían violando unas cuantas leyes de la física aparte de la causalidad.
Ahora bien, ver el tiempo como un arbol de decisiones causales que se bifurcan no significa que sea el paradigma correcto.
Que se puede visualizar de forma simple con el suceso “lanzar un dado”.
Supongamos que lanzo un dado y sale 3.
Podría haber salido cualquier otro valor, y eso habría cambiado, aunque probablemente sin grandes consecuencias, nuestro futuro.
Hay quien sostiene, como por ejemplo la teoría de multiversos de Everett, que existen otros universos donde se dan los resultados complementarios, otros donde ni siquiera se lanza el dado, etcétera.
Pero sin ánimo de entrar en esto, podemos pensar que cada decisión que se toma en un instante altera nuestro futuro de una forma u otra.
Por tanto, ¿cómo podemos asegurarnos de que, volviendo al futuro, vayamos por el mismo camino por el que vinimos?
Volver al pasado no nos tiene por qué garantizar ser capaces de regresar al mismo futuro, ni siquiera sabemos si seríamos capaces de cambiar algo realmente o, llegado el caso, ser nosotros los propios responsables de que las cosas sean del modo en que son.
Imaginen la siguiente situación:
Supongamos que es posible viajar al pasado y entonces, viajo al pasado para evitar la muerte de un ser querido, algo que nos causó un trauma en el pasado y queremos evitarlo.
Cuando ese instante pasado fue nuestro presente consciente por primera vez, es decir, en el momento en que tu familiar muere, no podemos saber si de hecho, en ese momento, ya existe un “yo futuro” que ha viajado para prevenir dicho accidente.
Esto crea una situación paradógica.
Tú vuelves al pasado porque ese suceso ocurrió.
Pero de hecho, tu “yo futuro” ya volvió al pasado y pese a todo, siguió ocurriendo.
Si pudiéramos evitar la muerte de esa persona, entonces nuestro “yo futuro” jamás se habría visto obligado a regresar al pasado a evitar la muerte de esa persona, con lo cual, no la podría evitar.
No podemos cambiar la información neta del universo.
Esta consecuencia es fundamental: no podemos alterar el futuro alterando el pasado.
El tiempo parece velar por su propia consistencia interna.
Nada que ya haya ocurrido puede ser alterado y dar un resultado diferente.
No porque el tiempo actúe de una forma activa corrigiéndose, sino porque simplemente si no ocurrió, no va a suceder.
Si nuestro abuelo vivió toda su vida y murió por causas naturales, no podemos viajar al pasado y matarle para evitar nacer.
Si pese a todo nos empeñamos, entonces daría igual.
El arma se encasquillaría o cualquier otra cosa, no importa el esfuerzo que hagamos, sería imposible.
Pero no porque haya un poder mágico que lo haga, simplemente si no fuiste capaz de hacerlo todas las veces en las que ese instante ya ha sucedido, esta vez va a ser igual.
Porque de hacerlo, de ser capaces de alterar la historia, jamás habríamos viajado al pasado inicialmente, contradiciendo la hipótesis de que efectivamente hemos viajado al pasado.
La conclusión es que todos estamos vivos porque el tiempo impide a todos esos asesinos del futuro llevar a cabo su acción letal sobre nosotros
¿Podemos ser nuestro propio padre?
Pues sí, si siempre ha sido de esa manera.
Lo que no sería posible es viajar al pasado para cambiar a nuestro padre por nosotros mismos.
Por la misma razón que antes.
Así que si podemos hacerlo y efectivamente lo hacemos, es porque inicialmente ya era así.
En cierto sentido, aparece una idea de bucle, de loop temporal.
Nuestros propios actos son los que luego se retroalimentan una y otra vez para dar el mismo resultado.
Por lo tanto no tendríamos que temer especialmente el poder viajar en el tiempo aunque siendo meros espectadores.
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