Leía anoche: “Con el reloj atrasado no es posible relacionarse en la actualidad en ninguna de las esferas culturales, laborales, profesionales,
políticas o religiosas.
Se hace indispensable llegar siempre a tiempo y, a ser posible,
con cierto adelanto.
La vida no se detiene ni espera.”
Es cierto, los retrasos causan muchos trastornos y algunas veces,
Es cierto, los retrasos causan muchos trastornos y algunas veces,
los perjuicios que acarrean, son irreparables.
La vida no se detiene ni espera…
Yo he sido muy puntual en mi vida.
Yo he sido muy puntual en mi vida.
Vivía condicionado por el reloj.
Siempre estaba corriendo tras el tiempo que se me escapaba entre los dedos.
Hoy todo ha cambiado. No llevo reloj. No llego tarde.
Con el reloj atrasado no es posible relacionarse…
Nadie somos perfectos (o tal vez perfectamente imperfectos)
“la vida es algo así como un hospital en el que cada enfermo está empeñado en cambiar permanentemente de cama, pensando que ha de estar mejor y más atendido en la que ocupan los otros enfermos”.
Y pienso que es así, siempre creemos que estaremos mejor en donde no estamos y vivimos en una continua disconformidad con lo que nos rodea, con los otros, pero sobre todo, con nosotros mismos.
Y empezamos a querer cambiar.
Pero es que “con el reloj atrasado no es posible relacionarse”.
Es necesario que sincronicemos nuestros relojes si nos queremos encontrar, si queremos compartir-nos.
Compartir es comunicar y comunicarse.
Es decir y decirse.
La puesta en común de nuestro“yo” nos convierte en “nosotros”.
Para que siga perviviendo el nosotros es imprescindible la existencia del yo
y del tú, es necesario que cada cual siga manteniendo su propia identidad, porque creo sinceramente, que...
en el “nosotros”,
no caben los relojes atrasados…
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