
En la antigüedad el curtido del cuero se consideraba una actividad nociva
y era relegada a las afueras de las ciudades.
Las célebres curtidurías de Fez se encuentran en una zona que apenas
ha cambiado desde la Edad Media.
El olor es muy fuerte y a veces provoca náuseas a los turistas
que acuden a la zona.
La elaboración de la piel sigue un método que se utiliza
desde hace varios siglos.
En primer lugar se quita el pelo de las pieles y éstas se sumergen en un baño de cal y se someten a un tratamiento especial en unas cisternas de piedra
o ladrillo, adosadas unas a otras.
Después las pieles se lavan y se tiñen.
Los obreros se ponen en cuclillas y se inclinan sobre las cisternas sumergiendo las pieles en los diferentes tintes.
Los colores más utilizados son los naturales: amarillo azafrán, rojo amapola, azul añil y negro antimonio.
Para dar la vuelta a las pieles se requiere fuerza
y equilibrio.
Los tejados y azoteas de las casas están cubiertos de pieles
que se cuelgan o se extienden al sol.
Las curtidurías funcionan como una cooperativa en la que cada capataz
es responsable de su cuadrilla.
Los oficios son prácticamente hereditarios.
La variedad de colores de los líquidos de las cisternas utilizados en el tinte
es una de las estampas más “fotogénicas” de la antigua capital imperial
de Marruecos.






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