Lentamente el atardecer iba esculpiendo sombras en el campo;
perezoso el sol ya se había despedido del día.
Un último ladrido se apagaba junto al molino exánime...
Ese lugar recóndito y oscuro, era donde se daban citas los amantes.
Ese lugar conocía el nombre de la que había sido su amada y testigo del amor sin límites que lo condujo a la temible soledad de hoy.
Sólo una rama seca golpea el aspa que gira, pareciendo el eco del corazón
del hombre aquel, que no conoce olvido.
Per el tiempo pasa y el alma cura las grietas, aún cuando cueste tanto!
Sí, es el mismo hombre, reinventándose...
El mismo sol, el que se esconde tras el mismo muro del horizonte.
Es el mismo molino, aún más estridente...
Pero es distinto el espacio, es ella, es el amor de nuevo,
envolviéndoles las manos y perdiéndose en la concavidad del tiempo...