Su sueño acariciaba la realidad.
Cuando llego a la cima, un viento impetuoso la mecía junto al compás
de los movimientos de sus ojos, ellos intentaban abrirse camino
en la inmensidad del paisaje.
El mar tantas veces imaginado, no tenía comparación con lo que había escuchado, su dorada arena, su agua cristalina, casi el paraíso, casi perfecto. Quedo extasiada mirando desde el faro, su alrededor.
Después de una respiración profunda, decidió buscar a los suyos, para tener
un día de esparcimiento familiar.
Su felicidad era inmensa, sobre todo ahora, que podía pensar
en tener un recuerdo.
Mientras Claudio, el elefante, la miraba perplejo, por el buen equilibrio
que hacia arriba del palito mondadientes.