martes, 21 de agosto de 2012

Yo, mi destino... escalofriante relato.


Yo se lo que soy. Yo se quien soy. Yo, el que marca mi destino,
 a pesar de vivir en una época atroz de incomprensión, brutalidad, ignorancia
 y superficialidad. Es difícil mantenerse honesto, leal, sincero, sobre todo, con uno mismo. Esta época es hipócrita. 
Esta época adora la falsa humildad, las cabezas gachas, los espíritus sumisos, las palabras de tolerancia y la aceptación de todo, por que todo vale, todo
 es válido, todo es bueno. 
Esta actitud solo esconde una defensa de lo débil y lo enfermo, lo patético y todo lo que se arrastra y mira con ojos envidiosos a lo elevado.
Yo me considero un filósofo, pero no por leer filosofía, es una manera de pensar y de sentir que termina siendo una actitud vida, es un compromiso con uno mismo, y con nadie más. Y adoro cuando me elevo en mis pensamientos y sensaciones que van mas allá de lo común, adoro estar en esas alturas y volar, me siento feliz, realizado, en mi mundo,
 el cuál yo soy el único que comprende.
De mi actitud y de mi forma de ser sigo recibiendo críticas, burlas, risas,
 y sobre todo, incomprensión.
 Me siento único y eso parece ser un crimen 
para esta sociedad, que con su actitud de masa informe proclama :
 "todos somos únicos".
Debo seguir mi camino, inexorablemente, aunque siga la incomprensión, aunque me quieran censurar la existencia es caos, azar, combate eterno. 
Si hay momentos de paz, duran poco, y hay que aprovecharlos para volverse mas fuertes. No existe la piedad. Nietzsche tenía razón, dios ha muerto, los hombres lo han matado, y ahora vivimos el resultado de eso.
 El nihilismo post-cristianismo, la era más absurda y atroz que se hubiera pensado. La humanidad es un ser decadente y sin sentido. 
Sinceramente, yo no tengo esperanzas en ella.
 Solo tengo esperanzas en mí. Sólo yo me puedo mantener sano y fuerte, cuidarme, quererme, pelear con todas mis fuerzas contra una atmósfera
 que quiere aplastar cada centímetro de mi ser. 
No puedo esperar comprensión nunca. Lo sé bien, lo he aprendido con sangre. Tampoco piedad, misericordia, por que eso sería volverme débil. 
Y si me debilito, me aplastan, es así de simple.
Yo soy mi destino.