En una sola sesión me quitó las ganas de fumar. Sí.
También me quitó las ganas de alcohol, la necesidad de dulce
y el hábito estúpido de comer caramelos cada vez que me ponía nervioso.
Fíjate. En menos de veinte minutos tuvo tiempo para hacerme perder el apetito, y el vicio ese de mover constantemente las piernas cuando no sé qué decir. ¿Ves? Ni un espasmo. Impresionante. Llegué allí de casualidad.
El amigo de un amigo de un amigo.
Una maravilla. No recuerdo lo que me cobró pero desde que fui parece que puse la vida a cero. No puedo reprochar nada.
Es como si no hubiera ganas de hacer daño a nadie, como si no hubiera pasado. Así que aquí me tienes. Bueno. ¿Empezamos?
Ya parece que hay menos nervios. Ahora sólo tienes que relajarte mientras
me miras, muy fijamente, a los ojos
