En la partida de la figura, jaque mate al rey gracias a una sola torre (y rey), ¿cuál es el mejor movimiento?
¿Cuál es el número mínimo de movimientos necesarios?
Capablanca, en su libro Fundamentos de Ajedrez propone una solución con
10 movimientos.
Sin embargo, se puede demostrar que la mejor solución tiene
sólo 9 movimientos.
¿Sabrías obtenerla?
¿Qué pasa con el mismo problema en un tablero de (m,n), en lugar de (8,8)?
La respuesta se acaba de publicar, Thotsaporn Thanatipanonda, “How to beat Capablanca,” Advances in Applied Mathematics, Volume 40, Issue 2, Pages
266-270, February 2012: el número óptimo de movimientos es n, si n es impar, o n+1, si n es par. La demostración extraordinariamente sencilla.
Recomiendo el paper a los aficionados al ajedrez.
Si no eres capaz de resolver este sencillo problema, y te gustaría lograrlo, quizás tengas que apuntarte a un club de ajedrez, es la mejor manera de conseguir mejorar significativamente el nivel, como han demostrado Guillermo Campitelli and Fernand Gobet, “The role of practice in chess: A longitudinal study,” Learning and Individual Differences.
Los autores investigan la importancia de la práctica a la hora de convertirse en un experto mediante un cuestionario respondido
por 104 jugadores de diferentes niveles.
Los jugadores han indicado su Elo, el número de horas individuales y en grupo que practican, su uso de diferentes herramientas de aprendizaje
(libros, ordenadores) y si han tenido entrenadores personales.
Como es de esperar, han encontrado una fuerte correlación entre el número horas de práctica y el nivel Elo.
Más aún, el número de horas de práctica en grupo es un mejor predictor
del Elo que la práctica individual.
Los maestros que practican tantas horas como los expertos han alcanzado este nivel porque empezaron a jugar más jóvenes.
Más aún, el uso de libros y programas de ordenador con bases
de datos de partidas es mucho más importante que el uso de programas
de ordenador para jugar.
Quizás no llegues al nivel de Capablanca (Cuba, 1888), que aprendió a jugar
con 4 años, viendo las partidas de su padre, y llegó a ser el tercer campeón
del mundo de la historia, tras ganar a Lasker (que fue campeón durante 27 años y no ganó ninguna partida contra Raúl) en 1921 y retuvo su título hasta 1927 gracias a la maestría de Alekhine
(quien retuvo su título hasta su muerte en 1946).