La sirena y el buzo, según cuenta
un viejo capitán de la marina,
sostienen una historia clandestina,
que ha capeado el Monzón y la tormenta;
cada uno del otro se alimenta
con besos de cereal y pan de harina
y en el fondo del mar hay una esquina
donde late la boca turbulenta.
Fatalismo de amor, nada que nada,
la sirena encantada
bendice la ilusión de no estar sola,
y el buzo de los mares navegados,
con los labios salados,
le besa las escamas de la cola.
Del libro Oceanario.