jueves, 14 de febrero de 2013

aquella Contraseña... (25468)


Trastabillé con tu silueta mientras saltabas rodeada de niños,
 el reflejo no me dejó ver con claridad tu cara que ya comienzo a olvidar.
 En mi segundo cerebro suplementario vives rodeada de aire trasnochado, con un traje de actriz anacrónica
 y ciertas lindezas de un manual de onomástica donde solicitar prebendas que estimulan mis recuerdos.
 Todas estas trizas palpitan con una pequeña dolencia después de que una noche terminaran 
en una zanja llena de agua.
 Pero hay momentos que en uno de los cuatro cuartos que dura la campanada de tu recuerdo se escucha una resonancia que desbarata mi espacio y entonces, de nuevo cobras vida.
 Sin entenderlo muy bien, te despojas de tus círculos y te siento exhausta entre silencios.
 Y regresa el origen apenas con el cuño suave el que estampabas tus sigilos,
 el estremecimiento de tus labios al guardar una sonrisa mientras entrelazabas besos al aire
 y el rasguear de tu cuerpo desnudo al marcar la zona de juegos para adolescentes.
En esos momentos lamento no conservar la contraseña roja de tus labios con la que nos entendíamos.