martes, 12 de febrero de 2013

Mi lugar... mi magia... te invito. (25390)


Mi fascinación surgió cuando descubrí el inmenso observatorio cosmológico
 que me regala. 
Ningún medio como este para disfrutar observando e interactuando 
con la naturaleza del Todo. 
Las tímidas marcianas -un subtipo de la timidez caracterizado por la extroversión expresiva expansiva interna, en contraposición con la introversión introspectiva insegura externa- tenemos limitada al mínimo nuestra capacidad de observación en el mundo real. Demasiado que medir y sujetar, demasiados frentes a cubrir. 
La invisibilidad aquí, es un lujo irresistible para alguien como yo.
 No tengo que controlar la gesticulación de mis expresiones, 
ni el hiperacelere verbal que me entra cuando quiero saber más.
No debo preocuparme si el suelo es duro o blando cuando me da 
por enterrarme y desaparecer. 
Ser incorpóreo es genial.
 Por eso volar libre por aquí es vicioso para mi. 


Me encanta compartirlo con la gente. 
Me gusta en vivo y en directo, en lata, cruda o la plancha. 
Me gusta conocer lo que opina, lo que piensa, cómo siente o reacciona.
 Sorprenderme ante los diferentes, aprender. 
Asombrarme ante seres imposibles de tratar en mi mundo real. 
Esto es como una inmensa confitería donde pruebas y casi todo es rico. 
Si te gusta repites, si no te gusta o te indigestas, te vas y listo.
 Las letras hablan, huelen, se estremecen, se ponen tensas. 
Las palabras delatan lo inimaginable si nos tomamos el tiempo 
de masticarlas despacito. 
Me gusta, me encanta masticar instantes. 
Me gusta escurrirme entre los renglones, 
perderme entre las palabras dibujadas de ecuaciones que no se leen, 
deslizarme entre lo que no dicen pero escuchas nítidamente si pegas la oreja. 
Descifrar enigmas ocultos, claves secretas. 
Da igual si nunca llegan a abrir la caja fuerte del que las escribió, 
quizá ni él conozca la combinación exacta. 
A veces la nitidez se difumina y solo ves reflejos de estrellas en medio de la noche. Escuchas rumores de agua profunda que solo intuyes,
 pero sabes que está, porque la sientes.


Hay palabras cálidas, heladas, mudas, parlanchinas. 
Palabras que sonríen y palabras que muerden. 
Palabras que dicen mucho, pero sienten poco.
 Palabras sencillamente sabias y complejamente simples. 
Hay palabras que merecen ser ecuaciones.
La palabra aquí es un universo infinito de posibilidades de sentires...
infinitas ECUACIONES.


 Admite mil combinaciones para desentrañar el fondo o la superficie de lo que contiene. 
A veces solo nebulosas galácticas, humo intangible que se evapora en cuanto lo descubres. Otras veces están hechas del material de los sueños.
 A veces son densas, indescifrables, marañas de letras en carne viva que sangran, supuran, se desgarran en jirones al que las escribe.
Ecuaciones que laten o palabras sin vida.
 Personas que mueren en palabras y personas que viven solo en ellas.
Pero todo se encierra y resume en una Ecuación
en una simple y mágica FÓRMULA.


En la palabras puedes revolver por sus cajones y encontrar nubes, mariposas,
 hadas o estrellas.
 Cadáveres vivos, locos cuerdos o polillas royendo alguna bufanda. 
Vidas grises llenas de color y colorines sin vida. 
Melodías dulces, estridentes, incluso ruido de latas disfrazado de alta definición.
 Puedes esconderte tras la cortina y descubrir vampiresas rezándole a Cupido, 
dioses de barro en zapatillas, duendes o geniecillos. 
Mucho, muchísimo más que ningún lenguaje en morse.


No, aquí bulle la vida porque sale de dentro, donde nace. 
Palpita y brilla en cada ecuación- fórmula como en un mercado galáctico,
 como zoco infinito de asteroides, satélites y cometas. 
Solo debes querer perderte entre sus calles, dibujar trayectorias imposibles, 
respirar profundo, cerrar los ojos y mezclarte con el polvo de estrellas...
Yo... soy allí.