miércoles, 24 de abril de 2013

Recuerdos...


Hay momentos, si nos ponemos a pensar, en los que no sabemos muy bien por qué hacemos ciertas cosas, o mejor dicho, por qué tenemos ciertas costumbres.

Por ejemplo: cada vez que me encuentro con algún amigo o familiar en un lugar que no es el habitual de siempre o, cuando vienen de fuera a visitarme, tengo una costumbre y es que, al  llegar la hora de la despedida, tengo que quedarme hasta que les pierda del todo de vista. Si es una estación de tren hasta que el tren salga; si han venido en coche, hasta que se monten en él y marchen...

Hoy, pensando esto, he tenido un grato recuerdo. Bueno, en realidad no sé si estaba pensando y me ha llegado el recuerdo o si, recordando a cierta persona he llegado a ese pensamiento. Pero, siguiendo con lo de la costumbre, creo que ya sé a quien se la debo...y por qué.

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Recuerdo cuando los lunes, casi de madrugada, me llevabas en coche a esa estación de tren que nos separaría de nuevo durante la semana. Sin hablar mucho, la radio puesta, yo medio adormilada por lo intempestivo de la hora, con la mitad de mis sueños todavía en la almohada.
De vez en cuando, hacíamos algún comentario sobre las noticias que íbamos escuchando.
Al llegar, cogía la maleta pero tu no te ibas. 

Hiciera frío o calor, te quedabas acompañándome hasta que el tren llegara.
Los viernes, el regreso era diferente. Ya sabía que estarías esperándome puntual en la estación. Yo llegaba contenta, sonriente, dispuesta a disfrutar del fin de semana, con ganas de verte.
Volvíamos charlando sin parar, contándonos lo nuevo de la semana.
 Mejor dicho, lo cotidiano de cada uno pero que el otro no conocía. 
Así iban pasando los años.
Recuerdo un día que regresaba con una buena noticia.
 Por fin el inacabable trajín de viajes pronto terminaría.
Sabía que eso te alegraría.
Pero al llegar, te sentí algo diferente. Tu mirada y tu sonrisa expresaban el mismo amor 
de siempre, mas en tu espalda se notaba el peso que te estaba dejando la vida.
Y todo pasó casi de repente, meses que fueron segundos.
 Estaba junto a ti en la orilla de la cama, mirándote, escuchando tu respiración, esperando tu último aliento. Sabía que esa dama fría, la que detiene las manecillas del reloj y nos deja helado el corazón, vendría reclamando tu cuerpo.
Recuerdo ese último suspiro, sí. Pero, a diferencia de lo que siempre había imaginado, no fue desgarrador, más bien todo lo contrario. 
Dejó en tu rostro una sonrisa de paz y sosiego. 
Eso me consoló, me ayudó a pensar que partiste sin dolor.
No lloré cuando te fuiste. No podía, aunque sentí que algo dentro de mí se rompía.
Recuerdo, también, que mis viajes acabaron un par de semanas antes de quedarme sin tu presencia. Poco tiempo tuve para disfrutarte antes de que te fueras con el último tren, sí.
Pero me quedan los recuerdos de todo lo que me regalaste a lo largo de la vida y, el saber que en ese "Tu Viaje", mi sonrisa te acompañó hasta el mismo instante de la partida...

mtmarrubi