Ésta es la noche de Selene donde la luna, vestida con puntos negros como el lomo de una iguana,
busca mudar su aspecto para alcanzar la vida eterna.
El último sueño del domingo, con el que desafiar el semblante del lunes y esperarlo donde siempre y a la misma hora del amanecer.
No aguantó a que el alma se durmiera, antes se encaprichó con la sencillez de la noche,
en el ínterin busca entre las estrellas decidir un plan de fuga y esperar una semana ligera.
Durante la madrugada, comenzó por tabicar algunas poternas de la fortificación que daban al foso de arena donde caen las ilusiones saltarinas, continuó reculando con la minúscula lunación hasta llegar a recordar arterias suaves, por donde los hilos de la memoria se vuelven afilados como una fuga de Bach.
El ciclo de las horas se suceden y el lunes se tropieza con la piedra, el papel y la tijera.
En la bolsa de huida, el pedrusco aporta balasto a la mano con la que asentar y sujetarse a la tierra,
el papel ofrece palabras con las que recibir bienvenidas, separaciones, idas y reapariciones y,
la tijera censura y reprueba los actos...