
El Sol es, ¿quién lo hubiera pensado? una madre que acabará por asar y devorar a sus hijos
El desarrollo de la astronomía y sus ramas, como la cosmología, junto con la física de partículas, nos ha permitido descubrir la evolución del Universo desde el Big Bang hasta nuestros días.
Pero si responder a la pregunta ¿de dónde venimos?
Es importante (aunque importante es también responder a las preguntas por qué y para qué hemos venido), más importante es aún responder a la pregunta ¿adónde vamos?, (aunque no lleguemos a ninguna parte).
La observación de las galaxias y estrellas y la determinación de sus brillos, sus masas y otras propiedades ha permitido descubrir que nuestro Sol es una estrella relativamente joven, que cuenta solo con unos 4.500 millones de años de edad.
El Sol se encuentra hacia algo más de la mitad de su vida útil, definida esta como el tiempo en que podrá seguir proporcionando energía a la Tierra sin mayores sobresaltos.
No obstante, sabemos hoy que, poco a poco, el Sol se irá calentando hasta entrar en un periodo de expansión que lo conducirá a convertirse en un tipo de estrella denominado gigante roja. El Sol aumentará tanto de tamaño que su superficie llegará hasta la órbita de la Tierra y la engullirá. Antes de que eso suceda, sin embargo, el calentamiento que sufrirá el planeta acabará con todo vestigio de vida tal y como la conocemos.
Este parece ser el destino final de nuestro planeta Tierra: morir abrasado y seco antes de que la estrella que le dio la vida acabe por engullirle.
El Sol es, ¿quién lo hubiera pensado? una madre que acabará por asar y devorar a sus hijos.
El futuro del Sistema Solar
Pero si el anterior es un destino seguro, existe la posibilidad de que el destino de la Tierra sea otro. Si la astronomía ha mostrado su poder como ciencia ha sido, sobre todo, gracias a su capacidad de predicción.
No solo podemos predecir la muerte de nuestra estrella, o de cualquier otra del Universo, con miles de millones de años de antelación, sino que podemos predecir eventos astronómicos, como los eclipses, o las posiciones de los planetas del sistema solar, con una precisión sorprendente.
Programas que podemos descargar desde Internet e instalar en un pequeño ordenador portátil ponen el futuro del universo en los próximos miles de años al alcance de nuestras manos.
Hoy, el poder de los supercomputadores puede utilizarse para intentar predecir el futuro del Sistema Solar no ya con miles de años, sino también con miles de millones de años de antelación.
¿En qué posición estará la Tierra en su órbita el uno de enero del año 3.000.000.000?
Este es el tipo de pregunta que los astrónomos franceses Jacques Laskar y Michael Gastineau han intentado responder mediante el empleo del superordenador francés más potente, localizado en el Centro Informático Nacional de la Educación Superior, en la ciudad de Montpellier.
Los investigadores integraron en un mismo algoritmo informático las trayectorias de todos los planetas del sistema solar y calcularon sus órbitas y posiciones durante los próximos cinco mil millones de años, es decir, el tiempo que resta al sistema solar antes de que el Sol se convierta en una gigante roja.
Estará de acuerdo en que predecir esto es mucho más difícil que predecir los eclipses durante los próximos diez mil años.
El problema más importante con el que se encontraron los investigadores fue que la precisión del cálculo de las órbitas y posiciones de los planetas en un tiempo tan largo depende dramáticamente de la calidad de los datos iniciales de las posiciones y órbitas actuales.
Por esta razón, introdujeron las coordenadas actuales de los planetas calculadas por satélite, pero no contentos con esto, variaron estas condiciones mínimamente hasta introducir nada menos que 2.500 escenarios diferentes en los cuales la posición del planeta Mercurio variaba solo ¡0,38mm!
Inestabilidad catastrófica
Lo que los investigadores descubrieron, publicado recientemente en la revista Nature, es que el sistema solar es intrínsecamente inestable, ya que esta pequeñísima variación en la posición de Mercurio puede conducir a futuros muy diferentes.
Esto es un ejemplo del llamado efecto mariposa, propio de los sistemas caóticos –explicados de manera simple por el actor Jeff Goldblum en la película Parque Jurásico–.
En el 99% de estos escenarios posibles no sucede nada. Los planetas siguen en sus órbitas y el Sol acaba por engullir a la Tierra.
Pero en un 1% de los escenarios estudiados, las órbitas de los planetas varían, se alargan o se comportan como hulla hoops (esos aros que se giran moviendo las caderas) y acaban por cruzarse unas con otras.
En este caso, la colisión entre planetas es inevitable. Los cálculos indican que es posible que la Tierra colisione con Marte o con Venus, lo que sin duda conduciría a su completa destrucción.
Puesto que nos es imposible conocer la posición de Mercurio con más de 0,38 mm de precisión no podemos saber con seguridad lo que el futuro depara a nuestro planeta.
Pero lo que sí podemos saber es que cualquier perturbación del sistema solar, por pequeña que sea: un asteroide que pase cerca de Mercurio y le haga variar su órbita en menos de
1 mm, o incluso que todos los chinos se pongan de acuerdo y salten a la vez desde un metro de altura, afectando así la órbita de la Tierra aunque solo sea en una ínfima cantidad, podría cambiar de manera dramática el futuro de nuestro planeta.
Pequeños cambios iniciales pueden tener un gran efecto final.
Es importante tener esto en cuenta cuando piense que sus acciones son demasiado insignificantes y nunca cambiarán nada.
Es falso. Siempre cambiarán algo, aunque sea en un futuro lejano.