jueves, 29 de agosto de 2013

En algunas décadas, la ciencia ficción de hoy, será la tecnología cotidiana. (30150)


El itinerario de viaje indica que, en unos cuantos minutos, el azul cobalto del cielo se cubrirá de un tono negro profundo. 

La nave viaja a casi
 5,000 kilómetros por hora, cuatro veces la velocidad del sonido, y está por alcanzar los 22,000 kilómetros de altura, distancia perfecta para ver a la Tierra como un gigantesco y luminoso mapa de agua.


Quienes viajan en su interior son ciudadanos comunes, y no astronautas experimentados. Podría pensarse que esta imagen solo sucedería en el terreno de la ciencia ficción.

 Pero no. En estos momentos hay quienes trabajan para que esto sea una realidad.


La base espacial Spaceport America está en construcción y empezará a operar el próximo año, de acuerdo con los planes de Virgin Galactic, la primera empresa de viajes espaciales para pasajeros. “Será el comienzo de una nueva era”, asegura Richard Branson, impulsor del proyecto que demuestra que se acerca el día en que viajar al espacio será tan común como trasladarse en autobús.

Mientras los boletos para disfrutar de este vuelo galáctico se venden en 200,000 dólares, 
la empresa japonesa Obayashi se alista para construir el primer elevador al espacio que —dicen— estará en funciones en 2050. 

De acuerdo con los planes de la compañía, el elevador llegará hasta 36,000 kilómetros de altura, se moverá a una velocidad de 200 kilómetros por hora y podrá trasladar a 30 pasajeros. El ascensor estará fabricado con nanotubos de carbono —un material increíblemente resistente— y conectará a Tokio, Japón, con el espacio exterior por medio de un recorrido vertical que durará poco más de una semana.

Está claro que en el futuro los humanos tendremos una relación más cercana, incluso cotidiana, con el espacio. Pero antes habremos de ser testigos de un sinfín de transformaciones, en robótica y nanotecnología, que cambiarán la forma en que vivimos. El físico estadounidense Michio Kaku, autor del libro Physics of the Future, asegura que para 2030 nos conectaremos a Internet mediante lentes de contacto, y que los automóviles no necesitarán conductor, pues serán controlados por computadoras y sistemas de navegación GPS.

También dice que la teleconferencia será reemplazada por la telepresencia de imágenes completas en tercera dimensión. De ser así, en menos de 20 años cualquiera podrá llegar a una junta de trabajo y descubrir que las sillas son ocupadas por visiones tridimensionales que aparecen al colocarse unos lentes especiales.


Los circuitos integrados o microchips serán tan baratos que, poco a poco, habremos de incorporarlos por completo en ropa, muebles, paredes e incluso en nuestros cuerpos. Seguiremos rodeados de monitores de computadora, pero las pantallas serán cada vez más delgadas, al grado que parecerán papel tapiz o marcos de fotografía.


Para 2100 seremos capaces de manipular objetos con el poder de nuestras mentes, crearemos cuerpos perfectos y extenderemos la duración de nuestra vida. Y nuestra herramienta no será la magia sino la ciencia de las computadoras, la nanotecnología, la inteligencia artificial, la biotecnología y la teoría cuántica”, concluye el físico.


Internet en un parpadeoLos comentarios de Michio Kaku toman como punto de partida la llamada ley de Moore que —en términos muy simples— indica que el poder de las computadoras se duplica cada 18 meses.

Se trata de una ley empírica formulada en abril de 1965 por el cofundador de Intel, Gordon E. Moore. La ley ha demostrado ser muy exacta cuando se aplica a los avances en dispositivos electrónicos, como la capacidad de memoria, la velocidad de procesamiento de datos y la cantidad de pixeles.

Para entender esto, basta pensar que los videojuegos que fueron tu regalo la Navidad pasada son dos veces más poderosos que los que te dieron el año anterior. De hecho, tu teléfono celular tiene más capacidad computacional que la existente en los cuarteles generales de la NASA en 1969, cuando el hombre llegó con éxito a la Luna.

A decir de algunos científicos, el ritmo de innovación y mejora que propone la ley de Moore habrá de mantener este nivel de aceleración hasta 2020, cuando el proceso de innovación tecnológica empezará a disminuir su velocidad.

Por lo pronto, la posibilidad de conectarnos a internet con un solo parpadeo está cerca de convertirse en realidad. Por lo menos así lo hace pensar el científico Babak Parviz, profesor de ingeniería eléctrica de la Universidad de Washington, quien diseñó un prototipo de lentes de contacto biónicos que se prueban en conejos.

Hasta ahora estos lentes solo incluyen una conexión muy básica a circuitos electrónicos y una pequeña antena, pero se estima que en el futuro servirán para buscar información, conectarnos a un sitio de internet y bajar películas o archivos de música. Muchos de nuestros gadgets favoritos, como las tabletas, los lectores de MP3 y el celular habrán de desaparecer en el futuro porque estarán integrados a nosotros mediante estos lentes de contacto.


Los científicos creen que estos lentes habrán de producirse con un programa de reconocimiento facial integrado. Así, de la misma forma en que el personaje que interpretó Arnold Schwarzenegger reconoció a Sarah Connor en Terminator, en el futuro podremos tener al alcance de un parpadeo la biografía y los datos de contacto de cualquier persona con la que nos encontremos en el camino.

Es posible que también podamos alterar nuestras características genéticas, así como sustituir los órganos dañados y atrofiados de nuestro cuerpo por otros que estén sanos.


¿Recuerdas la escena en la que Luke Skywalker pierde una mano peleando contra Darth Vader? 

Pues así como los científicos de ese mundo de ficción crearon una mano mecánica para Luke, en el futuro existirán laboratorios dedicados a producir las partes de nuestro cuerpo que resulten afectadas por enfermedades o accidentes.

Anthony Atala, experto en medicina regenerativa, ya ha demostrado que es posible. 

Desde su laboratorio en la Universidad Wake Forest, en Carolina del Norte, el investigador y su equipo han conseguido fabricar músculos, dedos y arterias. Entre sus últimos logros está la creación de una vejiga y un riñón.

El científico ha explicado que su técnica consiste en tomar un pequeño pedazo del tejido del órgano enfermo o lesionado para separar los dos componentes celulares que lo integran: las células musculares y las células especializadas.

Las células se cultivan fuera del cuerpo durante cuatro semanas, tiempo durante el cual los científicos producen un molde del órgano a fabricar —digamos la vejiga— con una impresora 3D. La pared interior del molde se cubre con las células especiales, mientras que la parte exterior se reviste con las células musculares. Dado que está hecho de ácido poliglicólico (un polímero termoplástico y biodegradable), el molde se desintegra dejando un órgano perfecto y sano.




Píldoras inteligentes

La medicina es, quizá, una de las áreas que se transforma a mayor velocidad. Por increíble que parezca, hoy basta tomar una píldora del tamaño de una aspirina para detectar trastornos gastrointestinales. La llamada smart pill o píldora inteligente es en realidad una cápsula inalámbrica que emite señales a un receptor ubicado en la cadera del paciente que, a su vez, está conectado a una computadora que analiza los datos de presión, pH y temperatura que el comprimido registra durante su recorrido por el aparato digestivo.

Es uno de los estudios menos incómodos y dolorosos que existen en la actualidad para conocer la condición en la que se encuentran el colon y los intestinos. Y no solo eso. Roni, la enfermera estrella del Centro Médico de la Universidad de California, es una robot de 1.70 metros con cuerpo platinado. Roni no tiene piernas, sino ruedas pequeñas, y en el área de la cabeza trae un micrófono y una pantalla de televisión en la que se observa el rostro del neurocirujano Neil Martin quien —desde su oficina— atiende e interactúa con los pacientes sin importar dónde se encuentren. Esto es posible gracias a que su enfermera robótica también carga una cámara de video que le permite ver con claridad a todos sus pacientes.

Richard Watson, autor del libro Future Files, asegura que para 2025 los robots serán parte de nuestra vida cotidiana. Estas máquinas que convivirán con nosotros durante los próximos 15 años no serán los humanoides que vemos en las películas de ciencia ficción, sino robots mucho más domésticos y sencillos, como los diseñados por la empresa estadounidense iRobot, para limpiar pisos y aspirar alfombras.

Esta relación hombre-robot irá cambiando con el tiempo y, de acuerdo con Rodney Brooks, ex director del Laboratorio de Inteligencia Artificial del MIT, para 2100 habrá robots inteligentes por todas partes. “Los seres humanos no estaremos separados de ellos. Seremos mitad robot o estaremos conectados con ellos”.

Será una transición sutil pero continua que comenzará con la integración de prótesis robóticas o la inserción de partes electrónicas en nuestros cuerpos —para mejorar sentidos y habilidades— hasta que llegue al momento en que los humanos estaremos divididos en dos tipos: los genéticamente puros y los que han sido manipulados para prevenir enfermedades, producir ciertas emociones o mejorar algunas capacidades.

 Esto se espera que sea una realidad a finales del siglo XXI.



Pero, ¿llegará el día en que los robots serán más inteligentes que los seres humanos? 

¿Cuándo habrá de suceder esta revolución? 

Las respuestas de los científicos son muy diversas, aunque hay quienes indican que eso puede ocurrir en
 20 o 100 años.

En la actualidad, ASIMO —el robot de Honda— es el ejemplo más avanzado en materia de inteligencia artificial. Mide 1.30 metros de alto, pesa 53 kilos y parece un niño con cachucha y mochila. ASIMO es capaz de subir escaleras, llevar una taza de café e interactuar con los seres humanos a un nivel básico.

En su libro, Michio Kaku asegura que ASIMO es incapaz de realizar movimiento alguno si estos no son programados con anterioridad. “A pesar de que sus acciones son muy parecidas a las del ser humano, su inteligencia es similar a la de un insecto”, dice.

Aunque hay numerosos científicos que están seguros de que los robots escalarán gradualmente el árbol evolutivo, el físico concluye que aún hay un largo camino por andar.

Hoy los robots son tan listos como una cucaracha, pero en el futuro serán tan inteligentes como un ratón, luego serán tan inteligentes como un conejo, como un perro, como un gato y como un mono. Quizá después sean tan inteligentes como nosotros, pero tomará décadas recorrer este camino”, concluye.


Por lo pronto, es un hecho que el cuerpo de los humanos se está transformando. Ya existe una mano robótica que, desarrollada por el científico Christian Cipriani, del Instituto de Biorrobótica de la Escuela Superior Santa Anna, en Pontedera, Italia, se integra al individuo al grado que es posible controlar los movimientos de los dedos e incluso experimentar el sentido del tacto.


Metrópolis tridimensionales


¿Y qué pasará con las ciudades? ¿Cómo serán en el futuro?

Para el 2050 viviremos en ciudades donde todo podrá ser manipulado en tiempo real”, dice el investigador Josef Hargrave. 



“Los edificios del futuro funcionarán como un organismo vivo capaz de reaccionar a las características locales del medio ambiente y de quien lo habita.
 Cada edificio estará formado de una red de materiales inteligentes, con sensores de temperatura y movimiento, y microchips conectados entre sí para intercambiar información. Digamos que cada edificio funcionará como un sistema nervioso sintético extremadamente sensible”.

Hargrave es el autor del reporte que la empresa Arup presentó en enero pasado para ofrecer una idea clara del paisaje urbano que se irá formando en las décadas por venir. Según este documento, viviremos en torres de gran altura construidas con materiales capaces de repararse a sí mismos. 



“Las estructuras serán ensambladas por robots y cada torre contará con un espacio dedicado a cultivar los alimentos que se consuman localmente y con espacios verdes. Cada edificio estará planeado para autosustentar su consumo de energía y tendrá turbinas de viento que permitirán transformar la humedad del aire en agua potable”.

Actualmente, más de 50% de la población vive en ciudades y —a decir de la Organización de las Naciones Unidas (ONU)— el porcentaje habrá de elevarse hasta 70% para 2050. Se trata de un fenómeno imparable que hará que, en el futuro, solo hablemos de “megaciudades”.

Nos encontramos con Marcos Cruz, director de la Escuela Bartlett de Arquitectura de la University College London, institución que se caracteriza por su enfoque experimental y sus ideas visionarias. 
En el centro de la ciudad de Londres, en la sede de la escuela, le preguntamos: ¿cómo te imaginas la ciudad del futuro?


Tokio
Para responder, nos invita a mirar hacia Oriente.

 En su opinión, lo que sucede en lugares como Tokio o Hong Kong permite tener una idea de cómo lucirá el paisaje urbano del futuro.
El arquitecto se refiere a las llamadas “ciudades tridimensionales”: aquellas metrópolis que han crecido de manera vertical, pero en las que no existe la idea de la planta baja.
Estas ciudades ofrecen a sus habitantes una experiencia diferente porque no siguen el principio del ground floor de las ciudades americanas y europeas. Y eso significa que es posible acceder a los edificios desde pisos distintos, los cuales, a su vez, están conectados a los edificios vecinos y permiten una movilidad mucho más dinámica.
 Creo que podemos decir que son ciudades en capas, donde no existe centro o periferia”

James Parkinson, responsable del programa Future Buildings del Royal Institute of British Architects (RIBA) opina que “es imposible” saber cuál será el paisaje arquitectónico del futuro pero que “sin duda, la tecnología marcará la pauta”.
Parkinson explica que es muy posible que en los años por venir el uso de objetos prefabricados adquiera relevancia: “Creo que con el desarrollo de las impresoras en tercera dimensión podremos imprimir los componentes de los edificios para después ensamblarlos”.
Esto ya sucede en China, donde la firma Broad Sustainable Building es capaz de construir un edificio de 30 pisos en tan solo 15 días. La empresa fabrica cada sección del edificio y transporta las partes terminadas al sitio en el que las piezas son ensambladas. Como si cada edificio fuera un juguete LEGO para armar.

Tiempos de ubicuidad


En el futuro también habrá otra dinámica social. El investigador Richard Watson nos dice que los seres humanos seremos “social y emocionalmente ineptos”, debido a que pasaremos más tiempo interactuando en línea que en persona. Piensa que es muy posible que se multipliquen los hikikomori, término que se usa en Japón para hacer referencia a los chicos que se aíslan en sus recámaras por horas y pierden todo contacto con el mundo exterior. Los expertos estiman que, tan solo en el país asiático, existen cerca de un millón de ellos.

Nuestro entorno laboral estará moldeado por la tecnología”, dice Anthony Townsend. ¿Y cuál será el reto de una vida completamente tecnologizada?



 “La ubicuidad —asegura—. Estar en varias partes al mismo tiempo es una de las grandes tendencias a las que tendremos que adaptarnos”.
El experto del Instituto para el Futuro —un centro de investigación de Estados Unidos— responde nuestras preguntas mientras escribe un nuevo tweet y se encamina a una reunión. Está con nosotros vía Skype y correo electrónico desde Palo Alto, California.

Así que, de alguna manera, el analista se encuentra trabajando y socializando en Estados Unidos y, al mismo tiempo, está en una entrevista con una reportera que vive en Londres y escribe para una revista que se edita en México.
En opinión de este investigador, el don de la ubicuidad habrá de trastocar por completo el entorno laboral hasta que llegue el momento de decir adiós al trabajo en la oficina.
Nuestra ropa también se verá afectada por la revolución tecnológica que ya está en marcha. Schoeller Technologies, compañía con sede en Suiza, ya produce prendas de vestir con nanoesferas, las cuales hacen que la tela sea muy resistente y que, además, se limpie sola. Expertos como Alan Jacobson aseguran que en el futuro la ropa será “inteligente”, porque tendrá sensores y microchips para leer las condiciones del medio ambiente y adaptarse a él.

El experto en tecnología y nuevas tendencias añade que en unas cuantas décadas la ropa que se utilizará cambiará su densidad de manera automática para responder a la temperatura del entorno. Otras modificarán su forma para darnos mayor comodidad, dependiendo de la situación en la que nos encontremos.

En el futuro, las camisetas, vestidos y pantalones tendrán microchips incorporados que podrán detectar cualquier emergencia a partir de las anomalías que registren en nuestros signos vitales, como el cambio de presión, la alteración de las ondas cerebrales o cualquier modificación en el ritmo cardiaco.

Michio Kaku está seguro de que en el futuro nuestras prendas nos ayudarán a sobrevivir en caso de accidente. “Ya nadie podrá desangrarse hasta morir por falta de atención médica porque los microchips integrados al pantalón o al abrigo serán los primeros en llamar una ambulancia a la primera señal de alerta”

Así que el futuro será un mundo completamente nuevo.