martes, 20 de agosto de 2013

PRINCIPIA ... (29986)


Desde sus orígenes el hombre se ha preguntado por el mundo que le rodea, ha tratado de penetrar en el misterio de la naturaleza y en el aún más temible de su propia conciencia. 

En el inicio de la civilización los fenómenos naturales fueron dotados de una aura divina y mágica, ¿cómo podrían explicarse las tormentas y el relámpago, sino como enojo de entidades superiores? ¿de que manera comprender que la victoria en una guerra contra un enemigo aparentemente invencible, no se debía a la simpatía que un Dios tenía por nosotros? 

En su afán por entender la realidad, el hombre construyó sistemas mitológicos que explicaban lo que escapaba a su razón. 

La conciencia de su mortalidad y el reverente temor ante la muerte, propiciaron el nacimiento del más allá, el convencimiento de que la vida continuará de algún modo, en “otro lugar”. 




Pero a medida que el hombre comenzó a usar su razón para entender el mundo, pudo ver que la naturaleza no era aleatoria y caprichosa como los dioses inmortales.

Muy por el contrario, existían ciertas regularidades, las épocas de lluvias, de frío o calor, el movimiento de los puntos luminosos del cielo nocturno, el eterno giro del Sol sobre nosotros.

 El hombre comenzó a estudiar estas regularidades, y se dio cuenta que el conocimiento adquirido podía servirle para fines prácticos, cuándo sembrar y cosechar determinado alimento, como aumentar su fuerza para la caza mediante herramientas y armas, o que hierbas usar para aliviar un dolor agudo. El nacimiento de la filosofía es una consecuencia del deseo del hombre de reflexionar, de entender, de saber.

 Pero por mucho tiempo los filósofos se conformaron con usar su cerebro y la lógica, sin atreverse a cuestionar a la naturaleza para comprobar si tenían razón. Sin embargo, en una época tan lejana como el 240 A. de C. hubo algunos disidentes, el más célebre de ellos Arquímedes de Siracusa, quién no se conformó con pensar sino que aplicó sus conocimientos a fines muy prácticos, como contar cantidades muy grandes de forma rápida, mover un gran peso mediante palancas y poleas, idear un método para saber la composición de la corona del rey y, por supuesto, mantener a raya al imperio más poderoso de su tiempo: Roma.

 El siguiente gran paso de la ciencia hubo de esperar a grandes pensadores que revolucionaron nuestra visión del Universo, con Galileo Galilei e Isaac Newton la ciencia alcanzó la sistematización que le conocemos, algo muy importante, para la ciencia la última palabra la tiene la naturaleza, es a ella a la que hay que preguntarle mediante experimentos si nuestras construcciones mentales, nuestras teorías, ofrecen una descripción congruente con la realidad. 


Desde entonces la ciencia ha avanzado como una avalancha, revolucionando nuestras sociedades y nuestra forma de vida, ha transformado al mundo más que miles de reyes, emperadores y presidentes juntos.

 Nuestra esperanza de vida ha aumentado, a pesar de lo que se suele creer la miseria y el sufrimiento humano ha descendido y vivimos mucho mas seguros que la nobleza de la antigüedad. A diferencia de generaciones anteriores, nosotros presenciamos cambios mucho más frecuentes, a lo largo de nuestra vida nos ha tocado vivir revoluciones del conocimiento y los avances tecnológicos son parte integral de nuestra sociedad. 

Cuestiones de vital importancia para nuestra especie, requieren del conocimiento de la ciencia, el calentamiento global, los alcances de la internet, la posibilidad de la evolución dirigida mediante ingeniería genética, la investigación con células madre, procesos industriales no contaminantes, la revolución de la biotecnología y de la más poderosa aún nanotecnología, la computación cuántica.

 En una sociedad democrática como la nuestra las decisiones deben ser tomadas por la población en general, si estamos bien informados es más probable que tomemos buenas decisiones, esto en cualquier sentido, pero de manera importantísima en cuestiones que involucren a la ciencia.

 A pesar de que a diario usamos avances tecnológicos para el transporte, el trabajo, la comunicación y el ocio, nuestra sociedad padece de analfabetismo científico ¿como vamos a esperar que las decisiones sean adecuadas? 


Increíblemente, a la ciencia se la desdeña, y sólo se le reconoce algún valor cuando escuchamos con bombo y platillo alguna noticia sensacionalista, “operación salva la vida de unos mellizos, milagro de la ciencia”, “misión a Plutón, nave robot aterrizará en el planeta más distante”, pero cuando vemos que la ciencia aún no encuentra una cura para el cáncer o el sida, nos lamentamos: “que atrasada está la ciencia, ¿para qué sirve?” reflejando con ello nuestro desconocimiento de la naturaleza de la ciencia.

 La ciencia es un proceso, una búsqueda de los misterios, una conquista del reino de lo desconocido. 

Resulta paradójico que este desdén se dé incluso en el ámbito cultural, la cultura mainstream suele no darse cuenta que la ciencia es una de las vanguardias centrales del conocimiento humano, por ello mismo es parte integral de la cultura. 

Se trata de una aventura de nuestra especie, el conocimiento producido por la ciencia es poderoso, incluso es peligroso si lo aplicamos mal, pero es a la vez fascinante. 

Comprender mejor el universo en que vivimos y el lugar que ocupamos en él es una experiencia placentera, parte del espíritu humano entendido no como algo mágico o divino sino como la maravillosa manifestación de la materia organizada, lo verdaderamente asombroso es que la conciencia haya surgido en nuestra especie y nos permita cuestionarnos sobre la vida, el tiempo, la muerte. 




La cultura científica no sólo es necesaria para nuestro desarrollo y nuestro avance como sociedad, es además, deliciosa e interesante, puede producir en algunos de nosotros sentimientos parecidos a los que experimentamos cuando escuchamos una sinfonía gloriosa, apreciamos una pintura hermosa, leemos una novela entrañable o besamos con pasión a la persona que amamos. 

Es inevitable el deseo de compartir algo así, la diversidad de la cultura y la creatividad humana es lo que nos ha motivado a crear esta fusión de ideas, experiencias y anhelos, que se condensan para formar este planeta en medio del cosmos de datos que llamamos la red. 

El colectivo Saudade les da la bienvenida a los cosmonautas de todos los mundos, porque estamos convencidos de que la diversidad es una de las delicias de los seres humanos.


Principia te invita a la aventura, si quieres penetrar en los misterios y arrancar pedazos a lo desconocido, deleitándote con ello, estás en el lugar correcto. 


Pasa y disfruta.