sábado, 30 de noviembre de 2013

Aquel día...


Desperté con los ojos cerrados.
 Desconocía las imágenes que se aclaraban en la oscuridad y tomaban forma, ajeno me resultaba el grupo de personas que me rodeaban y me miraban desde arriba; el sentimiento en sus miradas reflejaba la compasión,
 la tristeza, el dolor.
 Sin duda aquellas personas debían conocerme así como yo a ellas pero 
no podía hablar, las palabras se agolpaban en mi garganta 
pero me hallaba mudo. 
La sensación de lo inevitable y desconocido que se aproxima comenzó a llenar mi cuerpo con un frío que me iba dejando desprovisto de sensaciones. 
Sentí pánico, quería alejarme de ese lugar, ser otro, quería continuar;
 todo sucedía con una pasmosa lentitud agobiante que se prolongaba entre cada intento de respirar, pero era en vano, no me sentía dueño de mi mismo.

 Moví los labios y la mano de una anciana que se encontraba sentada a mi lado rozó mi frente, su mirada era distinta a la de los presentes, estaba llena de un sentimiento inmenso, me besó y sus labios se acercaron a mis oídos mientras un temblor me calaba los huesos y el torrente de sangre se agolpaba en mi pecho como un ejército antiguo que se atrinchera para dar su más encarnizada lucha contra un enemigo invisible. 

Todo ha valido la pena, me dijo aquella mujer en un susurro que calmó las aguas embravecidas e incontrolables que dominaban mi mirada.
 Como un golpe certero adquirí la conciencia de todo, de lo que significaba aquella escena; era mi muerte. 

El ejército en mi interior se alzó hasta mis labios para alcanzar a besarle su pelo, su aroma desentrañó el misterio de aquello que me había susurrado. Decidí cerrar mis ojos y todo aquello se desvaneció. 
Unas manos firmes me sujetaban y unos gritos me trajeron de vuelta a mi presente. Exclamaciones de sorpresa llegaron a mis oídos cuando con ímpetu abrí mis ojos. ¡Qué pequeño era! 
 Las imágenes que antes me habían llenado, parecían ahora lejanas y breves como un abrir y cerrar de ojos. 
Aquel fue el día que el sueño de la muerte me entregó a la vida...

 Ese día mi madre me dio a luz.