Ayer, charlando con unos amigos, alguien me preguntó si hay más estrellas como la nuestra en el universo (se refería a su tamaño y características pues hablábamos de la posibilidad de encontrar planetas habitados similares al nuestro).
Cuando me hacen estas preguntas siempre me sorprendo...
Y más de un amigo que se cree muy leído.
Yo doy por hecho que no todos, pero sí la mayoría, sabemos lo básico al menos sobre nuestra propia Galaxia, pero ciertamente no es así.
Cada día soy más consciente de que para la mayoría, el universo en el que nos encontramos es una abstracción, algo ajeno, desconocido y lejano.
Y yo me pregunto, ¿Qué ha pasado con la famosa curiosidad humana?
¿Cómo es posible que pretendamos saber quiénes somos sin tener el más mínimo interés por el lugar en el que nos encontramos?
¿Por qué, llegados a un punto de la madurez, no sentimos la curiosidad natural de saber dónde estamos realmente y cómo es que estamos aquí?
Y si la sentimos, ¿Por qué no indagamos? Porque… ¿Es cosa de frikis?
Para la mayoría ser culto es saber de historia o literatura y me parece muy bien, pero como dice un amigo, este conocimiento básico debería ser normal a estas alturas.
¿De qué sirve saber cuándo se libró la batalla de Lepanto
si no sabes dónde está Lepanto?
La respuesta correcta sería que Lepanto se encuentra en un planeta rocoso de un sistema estelar formado por 9 planetas mayores y 14 planetas menores, más de 100 astros menores y una estrella amarilla de tamaño
medio en la mitad de su vida.
Un planeta habitado por infinidad de seres, algunos más inteligentes que otros, y en el que se libran batallas desde que hay seres humanos, batallas como la de Lepanto.
Es como el hormiguero bullicioso que se encuentra en un rincón de Central Park totalmente ignorante de que hay una inmensa metrópoli a su alrededor
y un mundo entero más allá.
Eso sí, sabemos la vida y milagros de los famosos, estamos al día de politiqueos, accidentes, guerras, catástrofes y fútbol.
Y como de la realidad que nos rodea apenas sabemos nada, además somos supersticiosos y nos dejamos engañar fácilmente por la primera pitonisa que se nos ponga por delante.
Y nos calificamos a nosotros mismos de especie inteligente…
Quede claro que la idea de este artículo no es ofender a nadie, sino más bien remover conciencias.
Para todos aquellos que sientan verdadera curiosidad por su entorno:
Estrellas como la nuestra, solo en nuestra Galaxia,
se cuentan por miles de millones.
La nuestra es una estrella de lo más común, enana amarilla, cuya vida útil se estima en 11.000 millones de años y que se encuentra en la mitad de su vida.
Una galaxia es un cúmulo de estrellas, planetas, polvo y gas que giran alrededor de un núcleo, normalmente un súper Agujero Negro.
La nuestra es de forma espiral de unos 100.000 años luz de diámetro
(la luz tarda 100.000 años en cruzarla).
Se estima que el número de estrellas de nuestra galaxia es del orden de los 400.000 millones.
Y el número de Galaxias del universo que alcanzamos a ver, viene a ser de más de 100.000 millones (1011), cada una de ellas conteniendo cientos de miles de millones de estrellas.
Nuestro Sistema Solar se encuentra en el extremo de uno de los brazos espirales de nuestra galaxia, el brazo de Orión, a 2/3 de distancia del centro galáctico.
Está formado por infinidad de cuerpos: planetas mayores (gaseosos), planetas menores (rocosos), lunas y satélites naturales, asteroides, cometas, polvo, gas y una estrella (solo una XD), hago hincapié en este hecho ya que también me han preguntado cuántas estrellas hay en el Sistema Solar.
Cabe decir que lo más habitual es que las estrellas vayan en parejas (Sistemas Binarios) o tríos, y que, estrellas solitarias las hay, pero en menor cantidad.
Todo lo que hay en nuestro Sistema Solar se ha formado en el horno nuclear de una estrella que ya murió, todo sin excepciones.
Cada uno de los elementos de la tabla periódica que conocemos, cada partícula de nuestro cuerpo, primero ha pasado por el centro de una estrella.
Las distancias en el Universo son inimaginables para la mente humana, incluso si hablamos de distancias dentro de nuestra propia Galaxia, o si hablamos de distancias dentro de los confines del Sistema Solar.
Como ejemplo:
La estrella más cercana a la nuestra es Próxima Centauri y se encuentra a
4,22 años/luz (39,89 Billones con B de km) de distancia, mirando en dirección a la Constelación de Centauro, y en realidad es un sistema triple.
Está formado por dos estrellas binarias: Alfa Centauri A (una estrella amarilla similar al sol) y Alfa Centauri B (una estrella naranja), que orbitan entre sí alrededor de un centro de masas ya que están vinculadas por efecto de su propia gravedad, y forman un sistema estable con un periodo orbital de 80 años.
Y hay una tercera estrella llamada Próxima Centauri (una enana roja solo visible a través de telescopios muy potentes) que orbita alrededor de las otras dos, en una órbita mucho mayor de varios cientos de miles de años (motivo por el cual hay dudas de que realmente pertenezca a ese sistema).
Las estrellas no son solo blancas, son de colores y cada color indica su tamaño, composición y temperatura.
Las más grandes son azules y rojas y las más pequeñas son blancas y marrones (aunque también las hay enanas rojas, de hecho son las más abundantes), y en medio están las amarillas.
A partir de aquí hay una gran gama de colores intermedios, excepto el verde.
¿Por qué no hay Estrellas Verdes?
Si nos fijamos en la gama de colores de las estrellas, vemos que es similar al rango de colores del arco iris y en el lugar donde debería estar el color verde, se encuentra el blanco.
Cuando la temperatura de la estrella es muy alta, la máxima radiación se produce en el azul, cuando la temperatura es muy baja la cantidad de luz que hay en la zona de azul es muy baja, con lo cual vemos la estrella en tonos anaranjados y rojizos.
En cambio cuando la temperatura es intermedia, aunque el máximo de emisión es en el verde, hay también una gran cantidad de luz de todos los demás colores.
Resultado:
no hay estrellas verdes.
(Siempre estamos hablando de luz visible porque también emiten luz que no podemos ver en la frecuencia del ojo humano y se debe medir con un espectrómetro)
Una forma de entender su color es mirar la llama de una vela y compararla con la de un soplete. La llama de una vela es amarilla (como nuestro sol) por efecto de su temperatura. La de un soplete es azul por el mismo motivo.
Incluso si nos fijamos en la llama de un mechero veremos que es de varios colores: La parte de más abajo, la más caliente, es azul, y conforme vamos.
En estos momentos tenemos varias misiones buscando planetas similares al nuestro (aunque la similitud no es requisito imprescindible para que alberguen vida) pero sí es más fácil detectar el tipo de vida que ya conocemos.
Bajo mi punto de vista, el que está dando mayores resultados es la sonda Kepler, un maravilloso invento muy fiable, que ya ha detectado unos cuantos cientos de candidatos en un trocito relativamente pequeño de nuestra Galaxia, algunos de los cuales ya se han confirmado por otros medios.
Y para finalizar, los seres humanos llevamos existiendo en comparación, lo mismo que ocupa el pensamiento de una pulga en la historia del universo.
Nos hemos pasado la vida aferrados a creencias surrealistas porque no teníamos medios para dar respuesta a las preguntas que nos hemos planteado al evolucionar.
O nos ha dado miedo el conocimiento, como si la verdad fuera terrible.
Llevamos toda nuestra historia reprimiendo nuestro avance a cada paso, pero por pequeño que fuera ese paso, se dio. Y aquí estamos.
Llevamos la friolera de 50 años de nuestra era tecnológica y ahora la excusa es que ya deberíamos tener respuestas.
Pues va a ser que no, que no es tiempo, no ha dado tiempo.
Dejemos de frenar nuestros pasos con respuestas simples y autocomplacientes. Y sigamos avanzando con paciencia que hay que recuperar 6.000 años perdidos.