La deuda externa sigue vivita y coleando
Apenas tres semanas después de asumir, a fines de diciembre de 2015, el nuevo gobierno deberá afrontar el pago de US$ 9.800 millones, o bancarse el costo político de bicicletearlo. Es porque entonces cae el vencimiento del bono que el Tesoro Nacional le colocó al Banco Central en 2005, para que Néstor Kirchner saldara de un plumazo toda la deuda con el Fondo Monetario.
Unos días antes, el futuro presidente podría tener que cargar con una factura cercana a US$ 5.000 millones, si en 2014 la economía creciera el 6,2% previsto en el Presupuesto Nacional. Esta vez, tocarían las obligaciones con acreedores privados atadas a la evolución del PBI, que se gatillan cuando el Producto Bruto sube más del 3,22%.
En el caso del Central, la alternativa consistirá en prorrogar el vencimiento de un título que a la entidad lleva en la mochila y le rinde cero de intereses. Será inevitable, pues no existirán dólares para enfrentar el desembolso.
No habrá escapatoria, en cambio, con el llamado cupón PBI, aunque difícilmente la economía avance el 6,2% que dice el Presupuesto. Llegado el momento, se comprobará que ese es otro dibujo del proyecto que el Senado convertirá en ley esta semana.
Está por verse, además, de qué manera entra en la herencia kirchnerista el juicio de los fondos buitre. Si la Corte Suprema de Estados Unidos ratifica que su decisión final es no tomar el asunto, quedarán firmes los fallos adversos a la Argentina en instancias inferiores, cuatro hasta ahora, y encendida una bomba de tiempo de la que muy probablemente Cristina Kirchner no pueda zafar.
Este proceso revela que fueron ineficaces por completo las reiteradas gestiones que el ministro Hernán Lorenzino desplegó en EE.UU., tanto como la estrategia del costoso estudio de abogados contratado por el Gobierno y la de la propia Presidenta, que siempre le puso su sello a las negociaciones y tuvo la última palabra.
En medio de tanto zarandeo, Cristina Kirchner ha dicho que no piensa pagarles un sólo dólar a los fondos buitre, o sea, que su plan contempla desoír cualquier fallo desfavorable de la Justicia norteamericana.
Así, los efectos directos y colaterales del desenlace lucen impredecibles.
¿Les caerán encima al próximo presidente, igual que los US$ 9.000 millones en default con el Club de París y las demandas contra el país en el Ciadi, el tribunal del Banco Mundial?
De un lado al otro, el cuadro pone en cuestión el discurso altisonante sobre el desendeudamiento. Y las cifras oficiales, también.
La era kirchnerista había arrancado con una deuda de US$ 150.000 millones, en los últimos diez años se pagaron US$ 173.700 millones y, pese a todo, datos de fines del año pasado revelan que las obligaciones pendientes suman US$ 220.000 millones. Resultado: el país debe más que al comienzo de la década ganada.
Abundan otros relatos acomodados a lo que sea, sin reparar en que al final salgan caros. Un ejemplo es que la economía argentina no sólo está creciendo a tasas chinas, sino que crece más que China: 8,3% contra 7,5% en el segundo trimestre. Todo muy estimulante, salvo por un detalle: eso pasa según las controvertidas estadísticas del INDEC.
Y justamente el detalle anima una movida del Frente Renovador de Sergio Massa, que puede meter mucho ruido y poner en aprietos al Gobierno. Proyectan denunciar ante la Justicia a la cúpula del INDEC y al propio Guillermo Moreno, interventor de hecho en el organismo, por incumplimiento de los deberes de funcionario público.
El punto es que los economistas de Massa advierten que los números oficiales están inflados, una interpretación compartida con todos los centros de estudios privados. Y más aún, que a causa del dibujo de 2013, el año próximo la Argentina deberá pagar unos US$ 4.000 millones por la deuda atada al PBI.
No parece poca cosa que la demanda salga desde las filas del candidato que, de acuerdo con las últimas encuestas, le lleva una ventaja de 14 puntos al oficialista Martín Insaurralde en la crucial provincia de Buenos Aires.
Eso solo le aumenta el voltaje Este escenario y el que se proyecta al resto del territorio nacional muestra el escaso, definitivamente nulo rédito político que la maniobra le deja al kirchnerismo.
Al fin, los electores creen en lo que perciben todos los días y no en los relatos, y lo que perciben es una economía bien lejos de crecer a las famosas tasas chinas o de crear empleo como antes.
Casi ni hace falta decir que lo mismo pasa con la inflación anual del 10,5% que cuenta el INDEC y, de seguido, con las estadísticas sobre pobreza e indigencia falseadas por ese índice de precios.
Aunque conocida hace tiempo por varios especialistas, si se quiere, la novedad es la supuesta manipulación del PBI. Hasta el INDEC deja patinando su cálculo, cuando a la vez dice que en el mismo período el Estimador Mensual de la Actividad Económica (EMAE) anotó un aumento del 7,1%, más de un punto por debajo del 8,3% que le atribuye al Producto Bruto.
El crecimiento a tasas chinas tampoco cierra con otro dato también de fuente oficial: señala que entre enero y julio el consumo de electricidad apenas subió el 0,8%. Es imposible que en un lugar suceda algo así y en otro una cosa totalmente diferente.
Pero puede ocurrir que el INDEC desbarate sus propios dibujos. Trabaja en un cambio del año base sobre el cual calcula el PBI y eso tal vez baje los números que marca para 2013 y barra con el pago de US$ 4.000 millones en 2014.
Sería una reforma provechosa en el punto de la deuda, pero el crecimiento que el Gobierno ha dicho, dicho está. Y entonces cabe el riesgo de litigios con los actuales tenedores de bonos, además del entablado por los fondos buitre.
Según estimaciones privadas, la Argentina ya ha pagado alrededor de
US$ 11.000 millones por los títulos atados al PBI. Y siguiendo los términos de los canjes de 2005 y 2010, habría por delante otros 18.000 millones: US$ 29.000 en total. Nada de semejante paquete figura en las estadísticas oficiales sobre la deuda argentina.
Así, quienes hacen la cuenta completa llegan a la conclusión de que no existe la quita del 75% que promociona el kirchnerismo, sino otra del 15%.
Un famoso general afirmaba que la única verdad es la realidad, aunque la frase no le pertenecía por entero. En cualquier caso, está visto que es posible chocar contra la realidad cuando se pretende negarla.