Si lo normal es que, cada estrella esté acompañada de algunos planetas formando sistemas planetarios como el nuestro.
Si entre la préyade de planetas y lunas de esos sistemas, todo se comporta como ordenan las leyes de la Naturaleza.
Si como es de esperar, algún que otro planeta o, incluso luna, pueden estar situados en la zona habitable.
Si todo eso es posible (que lo es), ¿qué puede impedir que la vida prolifere por todo el Universo?
El astrónomo estadounidense Frank Drake apuntó en 1960 un telescopio en el condado de Pocahontas hacia las estrellas Tau Ceti y Épsilon Eridani en busca de señales de radio de otros mundos. ¡Era tanta la ilusión volcada en aquel proyecto! y, sin embargo, nada se pudo aclarar…aunque, el ánimo no decayó nunca.
Tau Ceti, en la Constelación de la Ballena (Cetus), es una estrella muy parecida a nuestro Sol. Tiene una clase espectral G8 -la del Sol es G2- y un tamaño ligeramente inferior.
Después de Alfa Centauri A es una de las estrellas que más se parecen al Sol y, algunos, como Carl Sagan y Shklovskii, abogaban por el hecho de que albergaban planetas con las aptas para la vida.
Si tiene algún planeta situado a la distancia adecuada, como lo está la Tierra del Sol, pudiera haberse desarrollado un escenario natural propicio para la existencia de seres vivos.
luego, Tau Ceti y Epsilon Eridani son dos de las estrellas favoritas de los más grandes expertos en la búsqueda de vida extraterrestre, una investigación que finales de los años cincuenta se viene desarrollando por métodos que nada tienen que ver con los famosos platillos volantes tan famosos por aquel entonces.
En 1960, Tau Ceti fue objeto del Proyecto OZMA, dirigido por el radioastrónomo norteamericano Frank Drake.
Este fascinante proyecto, pionero en el mundo en la búsqueda de la vida inteligente más allá de la Tierra, surgió ante la evidente conclusión de que si existen en la Vía Láctea, nuestra Galaxia, otras civilizaciones avanzadas, su actividad también tendría que ser suficiente para detectar aquí las ondas electromagnéticas que produce.
Hemos muy ocupados en la búsqueda de inteligencia extraterrestre, En el esfuerzo denominado SETI que comenzó hace 50 años con un análisis de las ondas de radio extraterrestre provenientes de Tau Ceti y Epsilon Eridani.
No se han tenido noticias positivas aquellas regiones del espacio que, en verdad, dieron muchas esperanzas.
En el Observatorio de Green Bank, en el norteamericano de Virginia, Drake orientó el radiotelescopio hacia Tau Ceti, pero no captó ninguna señal que pudiera entenderse como una emisión artificial.
Sin embargo, él eligió después a Epsilon Eridani y hubo sorpresa, aunque duró muy poco tiempo. Se recibieron unas extrañas señales de radio que mostraban un misterioso intervalo: se producín cada 10 días; después silencio.
Pero enseguida se comprobó que las emisiones radiofónicas no llegaban de Epsilon Eridani, sino desde la Tierra, puesto que se trataba de una interferencia.
Desde que Drake abordó, en 1960, el Proyecto OZMA, se han realizado decenas de proyectos para escuchar las señales de radio de potenciales civilizaciones instaladas en planetas que orbitan otras estrellas.
Incluso el propio Drake y Sagan utilizaron el gigantesco radiotelescopio de Arecibo, en Puerto Rico, para estudiar varias galaxias.
Es cierto que, la simple observación del firmamento desmiente de manera natural la hipótesis de que el hombre sea un caso aislado en el cosmos. Existen en la Vía Láctea 150 000 y 200 000 millones de estrellas, y hay, a su vez, miles de millones de galaxias además de la nuestra.
Creer que sólo la Tierra alberga la vida es la mejor invitación al error y a la decepción que pudiera cometer la Ciencia, a pesar de que aún no tengamos pruebas de su existencia en otros lugares del Universo.
Es muy posible que los científicos no hayan aprendido todavía a buscar correctamente, o que no tengamos los instrumentos tecnológicos adecuados, o, que no sepamos interpretar las señales de radio que nos envían.
O también puede haber ocurrido que las señales que nos enviaron hace mil o quince millones de años no hayan llegado todavía hasta nosotros, puesto que las ondas electromagnéticas se desplazan, como la luz, a velocidades próximas a los 300 000 km/s.
Aunque ese valor vertiginoso nos parezca una velocidad asombrosamente grande, en realidad, si estamos tratando con distancias astronómicas, la cosda requiere mucho, mucho tiempo.
La hipotética señal enviada por una civilización situada en Alfa Centauri no se recibiría antes de 4 años, el sistema estelar más cercano, y, de la misma manera, las señales que nosotros hemos lanzado al espacio tratando de comunicarnos con esas posibles civilizaciones, llevan andado el camino que sería la distancia que la luz, podría recorrer en menos de cien años que es el tiempo en que fueron enviadas.
Si hay alguien escuchando en un planeta cerca de Polaris, la estrella polar del norte, aún tendrá que esperar más de cincuenta años, y en Canopus, la estrella más brillante de Carina (la Quilla del Navío) a 1 100 a.l. de nosotros, aún tardaría un milenio.
En cambio, las pruebas de nuestra existencia en de radiación electromagnética todavía tardarán 2,3 millones de años en llegar a la Galaxia Andrómeda (M 31), la más próxima a nosotros.
Cuando lleguen hasta allí quizá seamos muy diferentes, o tal vez hayamos evolucionado lo necesario para llegar antes allá, por algún atajo ahora desconocido que sea capaz de burlar el muro de la velocidad de la luz.
Es verdad que, cuando se saben cosas, el sufrimiento crece.
Somos conscientes de la impotencia y la frustración a la que, no pocas veces, nos llevan los conocimientos (ya saben…Ojos que no ven…). Ya nos gustaría poder contemplar una imagen completa de nuestra Galaxia, La Vía Láctea.
Sin embargo, su enorme diámetro de cien mil años-luz, hace casi imposible que podamos llevar un ingenio tecnológico robotizado hasta las afueras de la galaxia que la pueda captar en todo su esplendor y magnificencia y, la órbita de la Tierra, dentro de la misma Galaxia, resulta imposible captar esa imagen de nuestra Gran Casa.
Todos conocemos la famosa ecuación de Drake que realizó basándose en conocimientos astronómicos actuales y aplicando toda la cadena de condicionantes necesarios para que que pueda haber vida en otros lugares del Cosmos:
El de estrellas de la Vía Láctea; la proporción de ellas que, por sus características, pudieran ser candidatas a albergar sistemas planetarios como el nuestro; los planetas que, dentro de esos sistemas, podrían acoger formas de vida: el número de dichas formas de vida que pueda desarrollar la inteligencia y que, además, querría enviar mensajes al espacio para comunicarse con otros seres inteligentes y otros factores que concurren en el prototipo de civilizaciones tecnológicas avanzadas.
los encontremos, también nos daremos de bruce con el hecho de que, pudieran estar situados muy por detrás de nsootros en el conocimiento de las tecnologías y, sus vidas, dependieran más de su conexión directa con la Naturaleza de su Planeta.
Es decir, podrían “sin estarlo” ser más avanzados que nosotros en haber sabido elegir el medio de vida más sencillo y natural y, más auténtico. Si fuera así, espero que sepamos respetar sus derechos.
Los cálculos de Drake son lo bastante rigurosos como para no caer en el error de tratar de establecer cifras concretas, y por ello habla sólo de un abanico de posibilidades, la más optimista a la más pesimista.
Dentro de ello, el propio Drake cree que en la Vía Láctea pueden existir aproximadamente, unas diez mil civilizaciones con la tecnología y el conocimiento necesaqrios para comunicarse con nosotros, aunque es posible que haya muchísimas más, incluso millones de ellas.
En el contexto de la Naturaleza, ¿qué somos?
Lo cierto es que no mucho. En una Galaxia de cien mil años-luz de diámetro y situados a unos treinta mil años-luz del núcleo de la Galaxia, en un pequeño mundo en el que compartimos el habitat con una infinidad de especies -no todas conocidas-, lo cierto es que, tendemos a creer que somos más importantres de lo que en realidad somos y, para que nuestras mentes no piensen mucho en la realidad en la que estamos inmersos, inventamos nuestra propia realidad en la que sí, tenemos cierta importancia ficticia que quiere apartarse de una verdad que, ciertamente nos incomada, toda vez que estamos y estaremos a mecerd de la Naturaleza a la que nuestras frágiles vidas están expuestas.
Debemos fijarnos en que los primeros cálculos cifraban la población estelar de la Vía Láctea en unos cien mil millones, pero las estimaciones más recientes han incrementado el de estrella hasta los 200 000 millones.
Suponiendo que sólo una de cada diez estrellas tenga planetas como la Tierra o similares a su alrededor, el número de lugares aptos para la vida tal como es conocida por nosotros sería de 15 000 a 20 000 millones.
Saber cuáles de ellos albergan vida inteligente y capaz de comunicarse con nosotros, equivale a a intentar averiguar qué estrella en una galaxia como la nuestra, situada a diez mil millones de a.l. de la Tierra, explotará como supernova en primer lugar.
Después de todo aquello surgió con fuerza el programa SETI que con millones de anónimos colaboradores, cuyos ordenadores analizan de forma automática determinadas señales de radio que se les envían por Internet con el fin de determinar si son o no de origen artificial.
Puede que la era Internet nos lleve a enterarnos por correo electrónico de la existencia de vida fuera de la Tierra. Sin embargo, yo creo que el encuentro, será de otra manera.
Observatorio Espacial Kepler de la NASA
Kepler descubre múltiples planetas que transitan una sola estrella. La nave espacial Kepler, de la NASA, ha descubierto el primer sistema planetario confirmado con más de un planeta que transita o pasa frente a la misma estrella.
Señales que indican el tránsito de dos planetas del tamaño de Saturno fueron halladas entre los recogidos de una estrella similar al Sol, la cual ha sido llamada “Kepler-9″.
A los planetas se los llamó Kepler-9b y Kepler-9c. El descubrimiento incorpora la observación de más de 156.000 estrellas, llevada a cabo durante siete meses, como parte de la búsqueda actual de planetas de tamaño similar a la Tierra fuera de nuestro sistema solar. Los hallazgos serán publicados en la edición del jueves de la revista Science.
La cámara de alta precisión de la nave espacial Kepler registra las pequeñas disminuciones en el brillo de una estrella, las cuales tienen lugar cuando un planeta transita frente a ella.
Concepto artístico de dos planetas del tamaño de Saturno dentro del sistema planetario Kepler
La distancia el planeta y la estrella se puede calcular midiendo el tiempo que transcurre entre las sucesivas disminuciones del brillo, las cuales se producen mientras el planeta orbita la estrella.
Pequeñas variaciones en la regularidad de estas disminuciones se pueden utilizar con el fin de determinar las masas de los planetas y también para detectar otros planetas en el sistema que no se encuentren transitando.
En el mes de junio pasado, los investigadores de la misión sometieron a evaluación de algunos colegas los hallazgos que identificaban más de
700 cuerpos que podrían ser considerados como planetas; estos hallazgos fueron obtenidos durante los primeros 43 días de recopilación de los proporcionados por la nave espacial Kepler.
Dichos datos incluían otros cinco sistemas candidatos que parecen exhibir más de un planeta en tránsito. Recientemente, el equipo de la misión Kepler identificó un sexto blanco que muestra múltiples tránsitos y logró acumular suficiente información de seguimiento como para confirmar este sistema de múltiples planetas.
Sabiendo todo lo que sabemos de la vida en la Tierra, donde la podemos encontrar los los lugares más insospechados y menos (al parecer) aptos para su presencia: Minas en las profundidades de la Tierra, en Chimeneas marinas abisales, en aguas salinas, en ríos con agua que tiene un Ph imposible y llena de metales pesados, en lugares de los más inhóspitos que imaginar podamos…Si eso es así (que lo es), ¿cómo podemos negar la existencia de vida en otros planetas?Son muchas las razones de que, hasta el momento no la hayamos podido encontrar: sobre todo las distancias y la tecnología adecuada de la que carecemos (de momento).
Recuerden: “La ausencia de pruebas, no es prueba de ausencia”.
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