No podemos hablar de las nubes de Júpiter sin mencionar la mayor estructura de su atmósfera. Por supuesto, nos referimos a la Gran Mancha Roja o GRS
(Great Red Spot). Lo de ‘gran’ va en serio.
Esta estructura nubosa es más grande que nuestro planeta, aunque a diferencia de lo que mucha gente cree no es una ‘tormenta’, sino una región de altas presiones cuyas nubes se elevan unos 8 kilómetros por encima de las áreas circundantes. Eso no evita que los vientos en su interior alcancen los 600 km/h.
Sabemos que este anticiclón existe desde al menos unos tres siglos -otro ejemplo de la elevada escala temporal de las estructuras atmosféricas en estos planetas-, pues el mismísimo Giovanni Cassini la observó en 1665.
Durante este tiempo ha cambiado su tamaño, forma y color en repetidas ocasiones.
Cuando las Pioneer 10 y 11 visitaron Júpiter en 1973 y 1974 se hallaba rodeada de nubes de color blanco. En 1979 la Voyager 2 pudo contemplar una mancha con menos contraste, más desdibujada y con remolinos más marcados en su interior. En los últimos años, los cambios morfológicos de la Gran Mancha Roja son seguidos casi a diario por astrónomos aficionados y profesionales de todo el mundo, ayudados por potentes instrumentos como el telescopio espacial Hubble.
Además de la Gran Mancha Roja, existen otros anticiclones ovales más o menos estables que suelen fusionarse entre sí antes de desaparecer.
Cuando las Pioneer 10 y 11 visitaron Júpiter en 1973 y 1974 se hallaba rodeada de nubes de color blanco. En 1979 la Voyager 2 pudo contemplar una mancha con menos contraste, más desdibujada y con remolinos más marcados en su interior. En los últimos años, los cambios morfológicos de la Gran Mancha Roja son seguidos casi a diario por astrónomos aficionados y profesionales de todo el mundo, ayudados por potentes instrumentos como el telescopio espacial Hubble.
Además de la Gran Mancha Roja, existen otros anticiclones ovales más o menos estables que suelen fusionarse entre sí antes de desaparecer.
Curiosamente, su color puede ser tanto blanco como rojizo. Por supuesto, también existen ciclones en Júpiter y Saturno, pero son una minoría. Efectivamente, y a diferencia de la Tierra, el 90% de los óvalos y vórtices que vemos son anticiclones.
Nadie sabe por qué.