sábado, 18 de enero de 2014

¿Estamos seguros? ¡De ninguna manera!

http://upload.wikimedia.org/wikipedia/commons/e/e3/Acraman.jpg

Este archivo es de dominio público porque fue creado por la NASA y,  «el material de la NASA no está protegido con copyright a menos que se indique lo contrario». Lo que veis está situado a unos doscientos kilómetros de Port Augusta en Australia del Sur, dentro de la accidentada región interior y en el límite de la llanura de Nullarbor, hay un gran lago seco.
De forma aproximadamente circular, el lago Acraman tiene un diámetro de unos treinta kilómetros. Aunque se parece a otras muchas cuencas saladas en esa parte de Australia, el Lacraman no es un lecho lacustre ordinario. Hace unos seiscientos millones de años un meteoro gigante cayó del cielo y abrió un enorme agujero en lo que es la península Eyre. El agujero original media al menos noventa kilómetros de diámetro y varios kilómetros de profundidad
 El lago Acraman de hoy es todo lo que queda de aquella monstruosa cicatriz, un testigo mudo de un antiguo cataclismo de proporciones inimaginables.
La erosión del cráter no ha permitido a los científicos calcular su diámetro exacto aunque las cifras que se manejan hablan de 85 y 90 kilómetros. 
En cuanto a su antigüedad, el impacto se data hace 590 millones de años. Estamos tranquilos en nuestros quehaceres del día a día, o, en nuestras casas ocupados en los más variados menesteres: una lectura, una película, charlando mientras nos tomamos un café…
 Y, pocas veces pensamos que, estamos expuestos a situaciones que, como la de arriba, pudiera acabar con nuestras esperanzas de futuro.
Hubo un tiempo en que la superficie de la Tierra, en lenta y progresiva formación, fue ametrallada por una lluvia de meteoritos de todo de tamaño, peso y composición. Muchos vestigios de aquella época turbulenta han desaparecido, pero podemos aún ver las huellasque dejaron en la superficie de nuestro planeta.
He aquí una muestra de algunos de los cráteres más grandes de la Tierra.
En la foto superior podemos ver un cráter que se ubica a poco mas de media hora de coche de la ciudad de Flagstaff en Arizona (Estados Unidos). 
Pueden verse unos pequeños puntitos sobre su borde izquierdo. Son personas. Así podemos tomar conciencia de la dimensión real de herida provocada hace 50.000 años. Se estima que el cuerpo que impactó sobre el terreno medía unos 100 metros de diámetro, pesaba unos 300.000 kilos de hierro y niquel.
Este enorme crater irregular, de unos 3 kilómetros de diámetro es el Glosses Bluff, enAustralia. Se calcula su edad en unos 140 millones de años y su presencia ha despertado sentimientos mágicos en los pueblos originarios de la zona. Hoy está protegido dentro de la Reserva Natural de Tnorala y es un sitio sagrado el pueblo Arrernte.
Hubo un tiempo en que la superficie de la Tierra, en lenta y progresiva formación, fue ametrallada por una lluvia de meteoritos de todo de tamaño, peso y composición. Muchos vestigios de aquella época turbulenta han desaparecido, pero podemos aún ver las huellas que dejaron en la superficie de nuestro planeta.
Cráter Vredefort
El mayor impacto sobre la tierra que se tenga conocimiento, sucedió hace 2.000 millones de años a poco más de 100 kilómetros de la actual ciudad de Johannesburgo (Sudáfrica). Se le llama Vredefort y es tan grande que no puede abarcarse en una sola mirada: 300 kilómetros de diámetro. 
La ciudad que le da está en su interior, así como bosques, un río y carreteras. Desde el año 2005 es Patrimonio Natural de la Humanidad.
Otros cráteres provocados por impactos de meteoritos son:
 
El Cráter Popigai en Siberia (Rusia) y el 4to. más grande del mundo, con un yacimiento de diamantes en su interior.
El Cráter  Kebira En el Desierto de Sahara en Libia que originalmente era 25 veces más grande que el de Arizona, la erosión y la arena lo han desdibujado.
El Cráter Manicouagan al norte de Canadá, con más de 210 millones de de edad.
El Cráter Chicxulub en la Península de Yucatán. Se supone que su impacto en la Tierra hace 65 millones de años, pudo haber auspiciado la desaparición de muchas especies, ellas los dinosaurios y otras muchas especies que dieron la posibilidad a los pequeños mamíferos para que resurgieran con fuerza.
Son muchos más los cráteres que jalonanla superficie terrestre y, menos mal que, todos se refieren a épocas muy lejanas. Hasta el , hemos tenido la gran suerte de que, alguno de esos episodios no se repitiera en épocas recientes. El daño físico causado por un gran impacto cósmico supera todo lo imaginable. El cuerpo incidente, típicamente de varios kilómetros de diámetro, podría pesar unos cien mil millones de toneladas. Viajando a una velocidad (más o menos) de veinte o treinta kilómetros por segundo, provoca una explosión equivalente a al menos cien millones de megatones TNT, muy superior a todas las armas nucleares del mundo juntas.
Cuando entra en la atmósfera, el objeto desplaza una enorme columna de aire, lo que crea una potente onda de choque que viaja alrededor de la Tierra. Al golpear el suelo, el bólido, junto con gran del material circundante, se evapora intantáneamente. Enormes cantidades de rocas son extraídas de la zona afectada y proyectadas con extrema violencia hacia el aire, incluso al espacio exterior tal es la velcidad que alcanzan, y, detrás, dejan un cráter gigantesco.
Los grandes fragmentos rocosos expulsados caen de atraídos por la fuerza de gravedad del planeta, y van a parar a centenares o miles de kilómetros, e inflaman la vegetación con su violenta incandescencia.
 El temblor producido por el impacto primario supera a los terremotos más violentos y produce aún más daño. Si el bólido cae en el mar, produce Tsunamis de muchos kilómetros de altura que devastan las riberas del océano e inundan inmensas franjas de tierra.
El polvo levantado por todo el horrible acontecimiento llega a cubrir a todo el planeta; la luz del Sol queda oculta al ser bloqueada meses y hasta años, y, algunas especies vivas, sobre todo las vegetales,  por la falta de luz, languidecen y mueren, con lo cual, desaparece el sustento de otro montón de espcies que dependen de las plantas para vivir. La lluvia ácida es el siguiente acontecimiento que se deriva de todo esto y, ante estas perspectivas, muchas especies vivan no pueden evitar que les llegue la extinción.

Es nuestra casa, nuestro habitad, nuestro refugio y, como tal, la debemos tratar con el esmero que se le debe a quien nos ha proporcionado toda clase de elementos y materiales que nos son necesarios para vivir y, por ello, siempre estaremos con ella en deuda. Sin embargo, como hemos visto a lo largo de este pequeño reportaje, son otros muchos los factores que la amenazan a ella y, de paso, a nosotros. Son situaciones que no podemos controlar y que, en el paso, fueron frecuentes.
Nuestras mentes, máquinas perfectas que están preparadas para inducirnos en todo momento lo mejor para nosotros, nos tiene alejados de esta realidad que pende sobre nuestras cabezas, ya que, aunque estuviéramos pensando todo el tiempo en la posibilidad de que un meteoro gigante nos venía encima, poco podríamos aparte de estar preocupados, o, algo más.
Llegados a este punto, me vienen a la memoria aquellas palabras enardecidas del poeta-filósofo romano Lucrecio que, llevaban la intención de convencernos de que no estamos solos en el universo. Lucrecio argumentaba que si el universo estaba hecho de átomos idénticos y sujetos a leyes universales de la naturaleza, entonces los mismos procesos que dieron lugar a la vida en la Tierra deberían también dar lugar a la vida en otros mundos. 
El argumento, que se remonta al atomista griego Epicuro, es convincente.
 Pero, algunos preguntan ¿Es correcto?
Naturalmente que Sí, es tan correcto como el hecho de que, también en esos otros mundos, pueden caer meteoros enormes que acabe con sus especies como, de hecho, sucedió aquí, en la Tierra.
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