Dentro de nuestras mentes, en una maraña de neurones y conexiones de signosis que, de alguna manera, están conectadas con el Universo al que pertencemos.
Ahí reside la Conciencia de Ser y del mundo que nos rodea.
Tras complicados procesos químicos de los elementos que confornman la materia compleja de nuestros cerebros, se ha desarrollado una estructura muy compleja de la que, al evolucionar durante miles de años, se ha podido llegar a generar pensamientos, profundas ideas y sentimientos.
Muchos han sido los que han querido explicar lo que es la consciencia.
En 1.940, el gran neurofisiólogo Charles Sherrington lo intentó y puso un ejemplo de lo que él pensaba sobre el problema de la consciencia.
Unos pocos años más tarde también lo intentaron otros, y antes, el mismo Bertrand Russell hizo lo propio, y en todos los casos, con más o menos acierto, el resultado no fue satisfactorio por una sencilla razón: nadie sabe a ciencia cierta lo que en verdad es la consciencia y cuales son sus verdaderos mecanismos; de hecho, Russell expresó su escepticismo sobre la capacidad de los filósofosalcanzar una respuesta:
“Suponemos que un proceso físico da comienzo en un objeto visible, viaja hasta el ojo donde se convierte en otro proceso físico en el nervio óptico y, finalmente, produce algún efecto en el cerebro al mismo tiempo que vemos el objeto donde se inició el proceso; pero este proceso de ver es algo “mental”, de naturaleza totalmente distinta a la de los procesos físicos que lo preceden y acompañan. concepción es tan extraña que los metafísicos han inventado toda suerte de teorías con el fin de sustituirla con algo menos increíble”.La conciencia, de alguna manera, está conectada con el universo
Está claro que en lo más profundo de esta consciencia que no conocemos, se encuentran todas las respuestas planteadas o requeridas mediante preguntas que nadie ha contestado. Para poder llegar a esos conocimientos tan profundamente escondidos dentro de nosotros, debemos observar la Naturaleza que, habiendo logrado traernos hasta aquí, a partir de la materia “inerte”, es la que, contiene todos y cada uno de los que nos dirán lo que somos, de dónde venimos y hacia dónde vamos.
En variadas oportunidades he mencionaba el cosmos y la gravedad junto con la consciencia y, en realidad, con más o menos acierto, lo que estaba tratando era ver que todo ello es la misma cosa: universo-galaxia-mente. Nada es independiente en un sentido global, sino que son partes de un todo y están estrechamente relacionados.
Sí, todo el universo infinito está dentro de nuestras mentes, allí debemos buscar
Una galaxia es simplemente una parte pequeña del universo, nuestro planeta es una mínima fracción infinitesimal de esa galaxia, y nosotros mismos podríamos ser comparados (en relación a la inmensidad del cosmos) con una colonia de bacterias pensantes e inteligentes.
Sin embargo, todo parte de lo mismo, y aunque pueda dar la sensación engañosa de una cierta autonomía, en realidad todo está interconectado y el funcionamiento de una cosa incide directamente en las otras.
Algunos buscan incansables una conciencia planetaria, algo que en este mundo no hay. Sólo algunas mentes parecen estar preparadas, o, mejor predispuestas lograr tal estadio de comprensión “humana” que englobe a todos los demás como sus hermanos.
El resto…Ya lo estamos viendo. La única conciencia que para ellos prima es la suya particular que, es cambiante y acomodaticia a sus propios intereses.
Tener la capacidad de fundirse con la Naturaleza, sentirse de ella. ¡Si supiéramos utilizar el poder la Mente!
Si podemos llegar, por fín, a lograr que todas nuestras mentes trabajen al unísono, como una sóla mente, entonces, amigos míos, seguramente, miraremos hacia atrás y, nos sonreiremos al ver, como en otros tiempos pasados erámos tan simples, tan poco evolucionados que, inconscientes, llegamos a cometer actos de los que , en ese futuro, ni queremos recordar.
Uno de los grandes errores que cometemos es, creernos los únicos seres inteligentes del planeta, y, ¡estamos tan equivocados!
Después de millones y millones de años de evolución, se formaron las consciencias primarias que surgieron en los animales con ciertas estructuras cerebrales de alta complejidad, que podían ser capaces de construir una escena mental, pero con capacidad semántica o simbólica muy limitada y careciendo de un verdadero lenguaje.
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La consciencia de orden superior (que floreció en los humanos y presupone la coexistencia de una conciencia primaria) viene acompañada de un sentido de la propia identidad y de la capacidad explícita de construir en los estados de vigilia escenas pasadas y futuras.
Los procesos neuronales que subyacen en nuestro cerebro son en realidad desconocidos, y aunque son muchos los estudios y experimentos que se están realizando, su complejidad es tal que de los avances son muy limitados.
Estamos tratando de conocer la máquina más compleja y perfecta que existe en el universo.
Sí, sabemos algo sobre lo que ahí reside, sin embargo, presentimos, intuimos, que es mucho más lo que esconde.
No hemos podido acceder a ello y, es tal su complejidad que, el Universo parece más fácil de descifrar que nuestras mentes.
¡Qué maravilla es esa!
Si eso es así, resultará que después de todo no somos tan insignificantes como en un principio podría parecer, y sólo se trata de tiempo.
En su momento y evolucionadas, nuestras mentes tendrán un nivel de conciencia que estará más allá de las percepciones físicas tan limitadas.
Para entonces sí estaremos totalmente integrados y formando parte, como un todo, del universo que presentimos.
El carácter especial de la conciencia me hace adoptar una posición que me lleva a decidir que no es un objeto, sino un proceso, y que este punto de vista puede considerarse un ente digno del estudio científico perfectamente legítimo.
¿Por qué no podría, la materia evolucionada hasta sus últimas consecuencias formar un ente pensante, consciente, generador de pensamientos y que, con unn poder mental de enormes energías futuras, pudiera conectar con su origen en las estrellas.
ser verdad que, el poder de la Mente, al menos de momento, sólo sea virtual y, de esa manera, simplemente con el pensamiento pueda, en todo instante, realizar cualquier cosa que podamos pensar.
Sin embargo, ¿será lo mismo mañana? Yo, por si acaso, no lo aseguro.
La conciencia plantea un problema especial que no se encuentra en otros dominios de la ciencia. En la física y en la química se suelen explicar unas entidades determinadas en función de otras entidades y leyes.
Podemos describir el agua con el lenguaje ordinario, pero podemos igualmente describir el agua, al en principio, en términos de átomos y de leyes de la mecánica cuántica.
Lo que hacemos es conectar dos niveles de descripción de la misma entidad externa (uno común y otro científico de extraordinario poder explicativo y predictivo, ambos niveles de descripción), el agua líquida, o una disposición particular de átomos que se comportan de acuerdo con las leyes de la mecánica cuántica (se refiere a una entidad que está fuera de nosotros y que supuestamente existe independientemente de la existencia de un observador consciente).
El agua, fuente de vida y, nuestras mentes que lo saben, se alegran ante imágenes que, como , crean ecosistemas, Naturaleza viva
En el caso de la conciencia, sin embargo, nos encontramos con una simetría. Lo que intentamos no es simplemente comprender de qué manera se explicar las conductas o las operaciones cognitivas de otro ser humano en términos del funcionamiento de su cerebro, por difícil que esto parezca. No queremos simplemente conectar una descripción de algo externo a nosotros con una descripción científica más sofisticada.
Lo que realmente queremos hacer es conectar una descripción de algo externo a nosotros (el cerebro), con algo de nuestro interior: una experiencia, nuestra propia experiencia individual, que nos acontece en tanto que observadores conscientes.
Ya sabemos qué se siente al ser nosotros mismos, qué significa ser nosotros mismos, pero queremos explicar por qué somos conscientes, saber qué es ese “algo” que nos hace ser somos, explicar, en fin, cómo se generan las cualidades subjetivas experienciales.
En suma, deseamos explicar ese “Pienso, luego existo” que Descartes postuló como evidencia primera e indiscutible sobre la cual edificar toda la filosofía.
Ninguna descripción, por prolija que sea, logrará nunca explicar claramente la experiencia subjetiva.
Muchos filósofos han utilizado el ejemplo del color para explicar este punto.
Ninguna explicación científica de los mecanismos neuronales de la discriminación del color, aunque sea enteramente satisfactoria, bastaría para comprender cómo se siente el proceso de percepción de un color.
Ninguna descripción, ninguna teoría, científica o de otro , bastará nunca para que una persona daltónica consiga experimentar un color.
Pensemos por un momento que tenemos un amigo ciego al que contamos lo que estamos viendo un día soleado del mes de abril: el cielo despejado, limpio y celeste, el Sol allí arriba esplendoroso y cegador que nos envía su luz y su calor, los árboles y los arbustos llenos de flores de mil colores que son asediados por las abejas, el aroma y el rumor del río, cuyas aguas cantarinas no cesan de correr transparentes, los pajarillos de distintos plumajes que lanzan alegres trinos en sus vuelos por el ramaje que se mece movido por una brisa suave, todo esto lo contamos a nuestro amigo ciego que, si de pronto pudiera ver, comprobaría que la experiencia directa de sus sentidos ante tales maravillas nada tiene que ver con la pobreza de aquello que le contamos, por muy hermosas palabras que para la descripción empleáramos.
La mente humana es tan compleja que no todos ante la misma cosa vemos lo mismo. Nos enseñan figuras y dibujos y nos piden que digamos (sin pensarlo) la primera cosa que nos sugiere.
De diez personas, sólo coinciden tres, los otros siete divergen en la apreciación de lo que el dibujo o la figura les sugiere.
Esto nos viene a demostrar la individualidad de pensamiento, el libre albedrío decidir. Sin embargo, la misma prueba realizada en grupos de conocimientos científicos similares y específicos: físicos, matemáticos, químicos, etc, hace que el de coincidencias sea más elevado; más personas ven la misma respuesta al problema planteado.
Esto nos sugiere que la mente está en un estado virgen que cuenta con todos los elementos necesarios para dar respuestas pero que necesita experiencias y aprendizaje para desarrollarse.
¿Debemos concluir entonces que una explicación científica satisfactoria de la conciencia queda para siempre fuera de nuestro alcance?
¿O es de alguna manera posible, romper esa barrera, tanto teórica como experimental, para resolver las paradojas de la conciencia?
Sí, algún día pudiéramos llegar a llorar por no haber sabido comprender
La respuesta a estas y otras preguntas, en mi opinión, radica en reconocer nuestras limitaciones actuales en este campo del conocimiento complejo de la mente, y como en la física cuántica, existe un principio de incertidumbre que, al menos de momento (y creo que en muchos cientos de años), nos impide saberlo todo sobre los mecanismos de la conciencia, y aunque podremos ir contestando a preguntas parciales, alcanzar la plenitud del conocimiento total de la mente no será nada sencillo, otras razones está el serio inconveniente que suponemos nosotros mismos, ya que con nuestro quehacer podemos, en cualquier momento, provocar la propia destrucción.
Una cosa sí está clara: ninguna explicación científica de la mente podrá nunca sustituir al fenómeno real de lo que la propia mente pueda sentir.
“Tenemos que saber, sabremos” Así están esculpidas estas proféticas palabras en la Tumba de Hilbert en Gotinga (Alemania)
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