miércoles, 1 de enero de 2014

Whitechapel versus Baker Street - Crónicas desenfocas.


Los más contrastados artículos de la revista Ripperologist Magazine postulan que el destripador de prostitutas no era un energúmeno con chistera, capa y maletín, sino un joven solitario y tímido. 

Su aspecto de apocado oficinista le sirvió para librarse de las sospechas de la policía, que buscaba a un depredador de apariencia feroz.

Sherlock Holmes, cuyo autor recorrió los escenarios del Otoño del terror y tuvo acceso a la documentación de Scotland Yard sobre el asesino, habría deducido que nuestro hombre se acercaba a sus futuras víctimas disfrazado de mujer para no despertar sospechas.
 Sir Arthur Conan Doyle  propuso, cuando fue preguntado sobre la hipotética actuación de su sabueso,  que los agentes también deberían disfrazarse de prostitutas para actuar como cebo, imaginando así un escenario en el que las auténticas busconas lucirían desvaídas frente a policías y asesinos ataviados con extravagantes pelucas  y frondosas faldas.

Y mientras semejante desfile de Drag Queens parecía tan real en la mente del escritor, en las laberínticas y gélidas calles de Londres la silueta del pálido oficinista se sumergía en la bruma con paso inalcanzable hasta fundirse en negro, como tragado por las arenas movedizas de una espeluznante ficción.