viernes, 14 de marzo de 2014

Clandestinas (33260)


A diario, tras la misa de once, las señoritas Echevarría pasean su elegancia mojigata —zapato de medio tacón, falda bajo la rodilla— por la Avenida. 

Se diría que no solo se preocupan de coordinar cada prenda dentro de la misma gama de color, sino también de establecer un contraste armónico entre las de ambas: rojo vivo frente a azul gris, castaño frente a verde hoja, violeta frente a anaranjado. 

Vuelven a casa a mediodía cargadas de pequeñas compras: unas madejas de perlé, un bote de laca de uñas, media docena de bizcochos borrachos.

Aquí solo vienen al caer la tarde, de una en una, sin arreglar y con el aire apresurado de quien se ha quedado sin sal o busca una farmacia de guardia.

 Gertrudis siempre pide ginebra, Enriqueta prefiere el coñac.

pativanesca