domingo, 15 de junio de 2014

El último dogma... Vonneumannmachine

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“Creo que la capital de China es Berlín”
Estoy equivocado y puedo no ser consciente de que estoy equivocado. Puedo creer con suma certeza que Berlín es la capital de China y no suponer la ridícula gravedad de mi error. Sin embargo, parece impensable que yo esté equivocado en la siguiente aseveración:
“Sé que creo que la capital de China es Berlín”
Téngase muy en cuenta que la frase no empieza por un “creo que” sino por un “sé que” aumentando el grado de certeza de la afirmación. 
No lo creo, estoy seguro que creo esto. 
Todo el mundo podría decirme que la capital de China no es Berlín, pero nadie podrá sostener que yo no creo que sea Berlín. La certeza de que creo en lo que creo, de que pienso lo que pienso o siento lo que siento parece absoluta.
 Eso mismo afirmó Descartes con su famoso “Cogito ergo sum”. Todas mis creencias pueden ser falsas, pero nadie puede dudar de que las tengo.  ¿Seguro? Despegamos.
Descartes afirmaba que podíamos poner en duda todo lo que observamos por los sentidos. Podría darse que estemos soñando o teniendo una alucinación y que lo que creo ver en un lugar no esté realmente en tal lugar. Sin embargo, de modo, acrítico no ponía en duda lo que observamos “en nuestra mente”. 
La creencia de que Berlín es la capital de China es “captada” por nosotros al igual que un árbol delante de nuestros ojos. Sin embargo, para Descartes se podía dudar de la existencia del árbol pero no de la existencia de una creencia. Al igual que un genio maligno podría poner ese árbol donde realmente no está para torturarnos, ¿por qué no podría hacer lo mismo con nuestros pensamientos? 
¿No podría colocar en mi mente creencias que realmente no tengo? Descartes parece tratar, injustificadamente, de desigual forma percibir mediante los sentidos que percibir “en la mente”.
Del mismo modo que podemos decir que soñamos que estamos volando por encima de la ciudad, siendo eso falso, podríamos decir que soñamos que creemos que creemos que Berlín es la capital de China. Es exactamente lo mismo y Descartes parece no darse cuenta.
Christopher Nolan, narra en su película Inception (2010) que sería posible entrar en los sueños de una persona y depositar en ellos una idea que el sujeto, en principio, no tiene. Así, los protagonistas entran en su mundo onírico y pasan mil y una peripecias hasta “convencer” a un rico heredero de que debe renunciar a seguir con la empresa de su padre. La víctima de tal “asalto mental” cree, al principio de la película, que debe seguir con el proyecto paterno. 
Sin embargo, al final, cuando los protagonistas cumplen su misión, cree que debe abandonar ese proyecto y comentar uno propio. 
El genio maligno de Descartes habría realizado su obra maestra: hacer que alguien crea algo que realmente no cree.
Hay que aceptar de una vez por todas la incertidumbre: un mundo sin certezas, sin ningún punto seguro desde el que asomarse. 
Fue un gran error del pensamiento moderno obsesionarse con la certeza, obsesionarse con la búsqueda de un conocimiento incuestionable cuando, precisamente, lo más interesante surge de las diversas perspectivas, de los problemas intelectuales que surgen ante cualquier cuestión. 
La ciencia sería muy aburrida si solo costara de un conjunto de certezas. 
Dios ha sido muy cruel con los inseguros, pero muy generoso con los curiosos.