martes, 1 de julio de 2014

Una vez, me dijeron que aquí hubo una estatua ... La voz del silencio.


Una vez, me dijeron que aquí hubo una estatua, donde se posaban las palomas. 
Una escultura de cobre, que se volvió cada vez más blanca por los purines y que un día desapareció. 

Otros afirmaron que era un hombre, que siempre daba de comer a los pájaros y murió de hambre, el pobrecito, pues las aves no le dejaban apenas moverse.  

También hubo quien aseguró que nunca existió la estatua, ni el hombre, ni nada parecido, pero que un buen día aparecieron unas aves volando en grandes círculos alrededor de la plaza, y se precipitaban sobre los árboles sin motivo aparente. 

Eran moreras, que daban sombra en verano, oí decir a algunos vecinos. No, eran castaños, y dejaban grandes hojas amarillentas en otoño, comentaban otros.

Yo ya no sé si recuerdo todas estas cosas que les estoy contando, o son imágenes alimentadas por las historias que fui escuchando a la gente durante todos estos años. 

Sólo sé que aquí permanezco yo, solo, en medio de la plaza y que ya no hay estatuas, ni hombres, ni árboles, ni pájaros.