jueves, 4 de septiembre de 2014

Escritos e ideas...

(tomando mate en lo de Don Pedro.)

Mi mate es celeste, enlodazo y descascarado por todas partes. 
Dicen que debiera cambiarlo por otro más nuevo, de porongo o madera, 
más acorde con mi personalidad un tanto descuidada, digamos. 

Ya le hallé la vuelta para que no queme la yerba a la segunda cebada:
 son tantos años acompañándonos que lo conozco casi mejor que a mí mismo. 

Los amargos más felices y más tristes de la vida me los cebé en él, los más alegres, los del desasosiego y los de la madrugada con los que me he acompañado mientras escribía estas líneas que me siguen llevando el alma.

Cuando se enfría, cebo dos o tres juntos y vuelve a estar en su temperatura, si se lava le cambio de lugar la bombilla y recomienza la espumita.

 Y a la hora en que observo que no mejora, llegó el momento de abandonarlo. Entonces le vuelco la yerba en alguna plantita, porque es materia orgánica para la tierra de las macetas, lo lavo y lo pongo boca abajo, con la bombilla encima, así lo hago descansar hasta la próxima.

Otros le han puesto nombre al suyo, yo le digo no más mate, para qué lo voy a llamar de otra manera si no tiene cómo responderme desde su alma de loza hecha jirones, vacía, huera y esencial.

  Pero al termo, la bombilla, el mate y la servilleta secretamente les digo “equipo”, más como un chiste del que me río sólo, cuando nadie me ve.

Sin él voy perdido, los días que me falta, me consuela saber que a la vuelta de cualquier viaje, que después de una ausencia larga o corta, estará aguardando mi madrugada para servir de secreto de confesión,
 paño de lágrimas, diario íntimo.

Que otros canten loas a asuntos importantes: el amor, el desamor, la gloria, el deshonor y sus vericuetos. 

Hoy me he detenido a pensar en un objeto simple de mi vida, que me acompaña fiel.

 A él le canto en mi pobre prosa de periodista de provincia perdida en el fondo de la Argentina, en la seguridad de que mi voz será música encerrada en esta botella al mar de mis escritos.

 Allí navegará este escrito, dedicado al celeste mate, cuando me muera y nadie aprecie que el alma de lo que soy, queda en lo que dejo.