viernes, 5 de septiembre de 2014

Filosofía para físicos cuánticos: ¿Filosofía cuántica?

Ahora entramos en materia. La filosofía y la física son hermanas de nacimiento, y hoy se juntan para crear un concepto hermoso: la filosofía cuántica. 

Realmente no sé si exista tal concepto, pero para mí funciona perfectamente. De ahora en adelante, será trabajo del lector decirme si tiene algo de sentido. Comencemos por unas pequeñas bases teóricas.

¿Filosofía cuántica?

La mecánica cuántica (MC) es bastante extraña. Y no sólo para nosotros, que la conocemos someramente por libros de divulgación, sino también para los físicos.

Comencemos aclarando que las teorías científicas tienen dos partes:
el formalismo y la interpretación. La MC tiene un excelente formalismo.
 De hecho, el margen de error es de 1 en 10,000 millones; o en español: cuadriplique la población de la Tierra y el error es de un sólo individuo en el resultado. Es la rama más exacta de la física, quizá de la ciencia entera.
 Esto es algo increíble si admitimos que, para tener una fundamentación perfecta, nadie entiende la física cuántica. 

"Nadie" no es excluyente a los mismos físicos. La afirmación no es mía, de hecho, es de Richard Feynman, Nobel de física. ¿Qué falla?
 El problema es que la MC funciona parecido a la filosofía: no hay un consenso entre los científicos para definir los símbolos matemáticos. 
Lo que quiere decir que las fórmulas funcionan pero no tenemos idea por qué.
Ni Einstein ni Shrödinger pudieron solucionar estas ambigüedades en la interpretación cuántica. 

Y hoy permanecemos lejos de la meta, porque aún hay físicos que creen en las mediciones como única base de su conocimiento científico, arraigándose a los límites del operacionalismo y a la ya errada Escuela de Copenhague
. ¡Pero aún hay posibilidades! Y la clave la tienen los filósofos de la ciencia.

Hay tres perspectivas contrarias, aunque muy interesantes, sobre la relación entre la física y la filosofía.
Hans Reichenbach (1891-1953) piensa que la ciencia del siglo XX ha influido a tal punto en la filosofía, que ésta tendría que convertirse en una disciplina científica. Es cierto que la ciencia inspiró un nuevo estilo de pensamiento filosófico: hay físicos que rechazan el relativismo y que huyen a la idea de algo "aleatorio" en la experimentación, apegados al realismo.
 Sin embargo, convertir la filosofía en una ciencia implica más que compartir un método científico o un proceso reflexivo riguroso,  significaría todo un cambio en sus funciones. 
No más nihilistas, solipsistas, epicúreos o idealistas: ser filósofo sería lo mismo que ser epistemólogo, y todo se argumentaría desde la ciencia.
 En mi opinión, aunque podría funcionar para la MC, es una medida bastante extrema para las otras ocupaciones de la filosofía.

Por otro lado, Gaston Bachelard (1884-1962) plantea que la MC supera a la filosofía clásica y le impone un reto aún mayor.
 La inclusión de partículas como los fotones y bosones, obligaría a la filosofía de la ciencia a estudiar estas naturalezas abstractas desde unas nociones ontológicas diferentes a las que se conocen por el realismo
(corriente tradicional en la interpretación científica).
 Para él, la novedad de la teoría de la relatividad es prueba de que lo sustantivo en la física es el pensamiento, y no lo operacional: si no podemos relacionar los conceptos de espacio-tiempo matemáticamente, habrá que hacerlo mediante la lógica y la filosofía. Y luego, cuando sepamos en qué consiste esa relación, será más fácil llegar a la ecuación. 

Bachelard definitivamente plantea una solución más interesante. 
Incluso, más hermosa: ¡él confía en que podemos librarnos de los conceptos con los que crecimos y construir un nuevo conocimiento!

 Tan hermosa como poco viable, sin embargo. 
¿Es posible cambiar radicalmente, casi hasta lo abstracto, nuestra perspectiva del mundo? Sin duda, el realismo se va quedando corto en sus explicaciones de la MC y tenemos que buscar una nueva corriente filosófica que la justifique, pero dudo que el hombre del siglo XXI pueda librarse de su cárcel lingüística.
Lo dudo, aunque espero que alguien me contradiga. ¿Alguien?

Al otro lado del mar, Mario Bunge (1919) propone la filosofía como una disciplina al servicio de la física. 

El epistemólogo argentino teme, al igual que Bachelard, que la física se esté contaminando de un operacionalismo que se abstiene de cualquier reflexión filosófica, y que pretenda conciliar sus conceptos amontonando números sin sentido.

 Bunge dice que esa labor de servicio consiste en cuatro puntos fundamentales:
1) La filosofía debe enseñar a los físicos a abordar los problemas conceptuales de su disciplina, mediante un análisis epistemológico (antes que matemático) del cuerpo teórico.
2) Es un control de calidad. Confronta los resultados experimentales con la teoría, analiza la coherencia de las hipótesis, evalúa las justificaciones teóricas.
3) La filosofía desarrollará procedimientos investigativos, definiendo las prioridades y aclarando las ideas que encaminan la investigación con rigor metodológico.
4) Finalmente, se creará una relación interdisciplinar que promueve el crecimiento de ambas ocupaciones. La física podrá contribuir a la renovación y sustentación de algunos aspectos del filosofía, y ésta organizará todo el conocimiento cuántico desde la lógica.

Bunge, Bachelard y Reichebach se preocuparon por relacionar la física y la filosofía. Desde perspectivas bastante diferentes, como vimos (y cada lector podrá decidir cuál teoría le parece más viable), pero todos tienen algo en común: la física no subsiste sin la filosofía. 

La MC revoluciona todo el mundo del conocimiento, nos muestra un universo que no alcanzamos a comprender, y de ahí la importancia de su axiomatización.

 El mundo de la ciencia se entiende con números, pero los números sólo tienen sentido si las palabras pueden explicar su relación con la realidad que es común a todos.

Consultas.
Bachelard, Gaston. Epistemología. Barcelona: Anagrama, 1971.
Bunge, Mario. Filosofía de la física. Barelona: Ariel, 1982.
Reichenbach, Hans. The rise of scientific philosophy. California: University of California Press, 1973.

a-pulso1