domingo, 5 de octubre de 2014

¿A qué distancia se encuentra el Cielo del Infierno?


“La Potestad suprema le arrojó de cabeza, envuelto en llamas, desde la bóveda etérea, repugnante y ardiendo, cayó en el abismo sin fondo de la perdición, para permanecer allí cargado de cadenas de diamante, en el fuego que castiga; él, que había osado desafiar las armas del Todopoderoso, permaneció tendido y revolcándose en el abismo ardiente, juntamente con su banda infernal, nueve veces el espacio de tiempo que miden el día y la noche entre los mortales, conservando, empero, su inmortalidad. 

Su sentencia, sin embargo, le tenía reservado mayor despecho, porque el doble pensamiento de la felicidad perdida y de un dolor perpetuo le atormentaba sin tregua. Pasea en torno suyo sus ojos funestos, en que se pintan la consternación y un inmenso dolor, juntamente con su arraigado orgullo y su odio inquebrantable.

De una sola ojeada y atravesando con su mirada un espacio tan lejano como es dado a la penetración de los ángeles, vio aquel lugar triste, devastado y sombrío; aquel antro horrible y cercado, que ardía por todos lados como un gran horno. Aquellas llamas no despedían luz alguna; pero las tinieblas visibles servían tan sólo para descubrir cuadros de horror, regiones de pesares, oscuridad dolorosa, en donde la paz y el reposo no pueden habitar jamás, en donde no penetra ni aun la esperanza, ¡la esperanza que dondequiera existe! Pero sí suplicios sin fin, y un diluvio de fuego, alimentado por azufre, que arde sin consumirse.

Tal es el sitio que la justicia eterna preparó para aquellos rebeldes, ordenando que estuviesen allí aprisionados en extrañas tinieblas y haciéndolo tres veces tan apartado de Dios y de la luz del cielo cuanto lo está el centro de la creación del polo más elevado.

 ¡Oh cuán distinta es esta morada de aquella donde cayeron!”

El fragmento anterior corresponde al Libro I del poema de John Milton (1608-1674) “El Paraíso Perdido”. En él se describe la caída de Adán y Eva y se trata el problema del bien y el mal.

Pero dejémonos de chorradas, que todos somos muy buenos cuando vemos un episodio de Heidi y también podemos ser muy malos si nos tocan las partes pudendas (en sentido metafórico, físico y todos los demás).

 Así que el problema del bien y del mal no tiene mucho más que discutir y el pobre de Milton podría muy bien haberse ahorrado el curro de sus más de 10.000 versos sin rima, que para tostón ya teníamos la Biblia.


Bien, lo que me interesa del fragmento poético de más arriba es tan sólo el detalle en el que se dice que cuando el malo malote del ángel que todos conocemos como Satanás fue expulsado de ese chiringuito aburrido que todos conocemos como Cielo empleó nada menos que nueve días terrestres en precipitarse hasta caer en el Infierno, ese antro de diversión y juerga constante donde a Dios, por lo visto, le encantaba enviar a los que no comulgaban con su particular visión de la vida.

El célebre Dante Alighieri (1265-1321) situaba el Infierno en el centro de la Tierra y, a diferencia de la imagen que ha perdurado hasta nuestra época, no se trataba de un lugar de fuego abrasador sino todo lo contrario: un terrible y desolador lago helado donde los hipócritas permanecerían congelados para el resto de la eternidad. El resto se freían, as usual... (Gracias, @Ununcuadio)

Bien, hagamos un poco más el idiota irreverente y ateo y quedémonos con estos dos detalles, a saber: Satanás fue expulsado del Cielo y estuvo en caída libre (se supone que Dios no le dotó de ningún sistema de propulsión) durante nueve días hasta que llegó al Infierno, situado más o menos en el centro de nuestro apestoso y degenerado planeta. 

¡Atención! Pregunta: ¿a qué distancia se encuentra el Cielo del Infierno? 

Veamos la respuesta.


Como siempre, la física, que se supone que también fue creada por Dios, junto con sus leyes, nos brinda la respuesta que estamos buscando. No parece una postura muy inteligente y quizá el Todopoderoso se haya colado una vez más porque si él nos creó, nos dio entendimiento y nos permitió encontrar las leyes de la física que rigen el mundo que él mismo se sacó de la manga, quizá haya delatado su posición cual general enemigo inexperto. ¿Por qué no se ha dejado ver hasta ahora más que por unos pocos iluminados y privilegiados? Pero si siempre hemos podido averiguar dónde se encontraba. Os lo explico, veréis.

Cuando un objeto se deja caer desde una cierta distancia, precipitándose sobre la superficie de la Tierra, se puede conocer la velocidad a la que llegará. Para ello no hay más que aplicar el universalmente conocido principio de conservación de la energía (aunque, como todo asunto religioso, tal afirmación es contradictoria y ni Dios conoce dicho principio. Doy fe de ello) que relaciona las energías cinéticas y potenciales en el punto de partida (el Cielo) con las mismas en el punto de llegada (la superficie terrestre). Debido a que la caída se prolonga durante nueve días, parece razonable (sí, lo sé, razonable es una palabra poco religiosa) admitir que podamos ignorar el tiempo empleado para recorrer el radio de la Tierra y alcanzar el Infierno (de todas formas, ese tiempo ya os conté en una ocasión que ascendía a unos pocos minutos). Así pues, hecha esta salvedad, prosigamos blasfemando. Otro aspecto a tener en cuenta es que la velocidad inicial con la que Satanás es expulsado del Paraíso puede muy bien ser nula, siempre y cuando no le haya tocado demasiado las divinas pelotas al Señor y éste no se haya decidido a soltarle una solemne patada en el trasero, con lo cual no consideraremos ni la energía cinética de Satanás en el Cielo ni la reducción consiguiente en el tiempo de tránsito entre los dos mundos. Finalmente, asumiré que los ángeles son inmunes a la fricción con la atmósfera de nuestro planeta, aunque en el caso particular de Satanás bien pudiera ser que gustase con frenesí de la fricción contra otra clase de objetos o cuerpos físicos.

Si pretendemos seguir siendo coherentes con el sentimiento religioso y nos callamos las verdades que no interesa que los simples mortales conozcan, podemos saltarnos todo el asunto de los cálculos analíticos, pues las integrales, los arcosenos y demás zarandajas son objetos de fe. En fin, y en resumidas cuentas, comulguemos con ruedas de molino y vamos a lo que interesa. La conclusión final es que si integramos la expresión de la velocidad que sale de la ley de conservación de la energía se llega a lo siguiente: la distancia desde la que Satanás debió de precipitarse a tierra durante nueve días tuvo que ser de 580.000 km, esto es, 1,5 veces la distancia Tierra-Luna. Apuntad bien vuestros telescopios y podréis contemplar el rostro de Dios descojonándose en vuestra cara. Ah, ¿que no le veis? Eso es porque siempre se esconde tras la cara oculta de la Luna. Amén…


Fuente original:
Long-Distance Free Fall; Joseph Gallant and James Carlson. The Physics Teacher, Vol. 37, 1999.
eltercerprecog