domingo, 26 de octubre de 2014

Civilizaciones reales, mitológicas y metafísicas

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La humanidad ha renovado permanentemente todas sus formas culturales y sus expresiones civilizatorias. La dinámica histórico-cultural nos enseña que, a través de los milenios, se han sucedido infinidad de pueblos con sus costumbres, tradiciones, leyendas, vestimentas, organizaciones político-sociales, creencias, supersticiones, idiomas, religiones, etc., configurando en su tiempo y en las áreas geográficas que ocuparon, realidades etnoculturales irreversibles. La mente de los hombres, en todas las épocas, creó y delineó fantasías respecto de determinadas culturas y civilizaciones que tomaron formalmente como ciertas, pero que nunca pudieron ser confirmadas por los hechos.

 Estos pueblos y esas civilizaciones podrían haber sido creaciones mitológicas, como los cíclopes o la Lemuria o, en su defecto, proyecciones metafísicas con indicios de pruebas concretas que, en el transcurso del tiempo y de las investigaciones, no pudieron constituirse en realidades históricas. Las civilizaciones perdidas o desaparecidas en el correr inexorable de la existencia, pueden ser clasificadas en dos grandes grupos, de acuerdo con su origen: formales y materiales.

 Las primeras, o sea las formales, son exclusivamente espirituales y metafísicas. Las segundas, es decir, las materiales, son aquellas que existieron realmente con su población y su cultura en la región geográfica que les servía de habitat permanente. Siguiendo esta clasificación y de acuerdo con su origen, damos a continuación un cuadro general de dichas civilizaciones: 

ALGUNAS CREENCIAS MITOLÓGICAS Atlántida o continente desaparecido de Gondwana. Lemuria o continente ubicado mitológicamente entre la isla de Madagascar, la India y la península de la Malasia. Atlantes altoperuanos que vivieron en la antigua región del Tiahuanacu. Cíclopes, raza de seres humanos de enorme estatura que tenían un solo ojo en medio del lóbulo frontal. Vivieron, según la mitología, al norte de Grecia y, también, en otras regiones de la Tierra. 

CIVILIZACIONES METAFÍSICAS DESAPARECIDAS -- (1) Samballah. (2) Agharti. (3) Papetee. (4) Asgard. (5) Tula -Cáucaso-. (6) Tula -México-. (7) Thule Nórdica. (8) Thule Súrica. (9) Ciudad de los Césares. (10) Erks. (11) Isla de Pascua.

Otras creencias. METAFÍSICAS

 Agharti Samballah Tula Papetee De los Césares Hiperbóreos Ymires Akukeris Thule Erks, etc. REALES Súmeros Egipcios Creto-micénicos Etruscos Asirios y caldeos Medos y persas Indoarios Aztecas Chibchas Mayas Incas Diaguitas Comechingones, etc. En los mapas incluidos en este artículo, dejamos bien explicitados los lugares geográficos, las ciudades, los túneles y los subterráneos que constituyen el objeto íntegro de estudio en relación con las denominadas civilizaciones perdidas o desaparecidas, en su doble aspecto mitológico y metafísico. 

CIVILIZACIONES METAFÍSICAS DESAPARECIDAS — (1) Samballah. (2) Agharti. (3) Papetee. (4) Asgard. (5) Tula -Cáucaso-. (6) Tula -México-. (7) Thule Nórdica. (8) Thule Súrica. (9) Ciudad de los Césares. (10) Erks. (11) Isla de Pascua. Las ciudades que reciben la denominación Thule son dos, la Thule Nórdica y la Thule o Thule Súrica, en su antípoda terrestre. En cambio, la ciudad caucásica de Tula es homónima de la mexicana del mismo nombre, pero ambas ciudades se encuentran en las antípodas este-oeste, una de ellas en la Rusia actual y la otra en México.

 En la antigüedad, los centros herméticos funcionaban en ciudades metafísicas que, obligatoriamente, debían fundar en su antípoda terrestre —sea norte-sur o este-oeste— una ciudad y una escuela de conocimientos, similares a las más antiguas.

CIVILIZACIONES REALES

CIVILIZACIONES MITOLÓGICAS

Las concepciones mitológicas de la antigüedad han sido, en su mayoría, olvidadas por las generaciones actuales. Sólo de algunas de ellas se conservan intactos sus conocimientos, como en el caso de los hiperbóreos y de las escuelas de sabiduría que se desprendieron de esa cultura y civilización de características tan especiales. Toda la metafísica hiperbórea ha sido condensada en infinidad de textos que analizan y explican dicha concepción del saber nórdico. En ellos se habla del Vril o Espíritu, de los guías, de las cadenas planetarias, de los pasu u hombres animales, de los Viryas o semidivinos y de los divinos hiperbóreos llamados Siddhas. Otro elemento importante de esta sabiduría lo constituye la sangre metafísica o la sangre del recuerdo, por ser el asiento transmisor de la programación genotípica y cromosómica de los hombres. La ciencia hiperbórea es, quizás, el antecedente del conocimiento de viejas concepciones filosóficas y metafísicas de diferentes grupos humanos aunque ella, en sí misma, es una ciencia autónoma de tan compleja profundidad y difícil comprensión, que ha quedado reservada sólo para un pequeño núcleo de estudiosos; de allí su desconocimiento, incluso por parte de los sectores universitarios o académicos de nuestro tiempo. 

Los cíclopes —habitantes mitológicos del norte de Grecia y de otras regiones europeas y asiáticas— son personajes de elevada estatura y robustos que, según la leyenda, poseían un solo ojo cuya cavidad estaba ubicada en el medio del lóbulo frontal.

 Esta antigua creencia sobre los cíclopes no tiene asidero científico, pues no sólo en el género humano, sino en toda la escala zoológica, existe representante alguno con tal particularidad. Puesto que el hueso frontal es ancho, plano, alto y totalmente cerrado, sólo presenta muy abajo de los llamados lóbulos frontales, las dos aberturas oculares propias del hombre y del resto de los vertebrados. Odiseo en la cueva de Polifemo, Jacob Jordaens, primera mitad del siglo XVII. En cuanto a los atlantes, mitológicos pobladores de la desaparecida Atlántida, no se los puede ubicar científicamente en la serie de antecesores de la humanidad actual, porque se carece de todo dato fehaciente como para establecerlo. Por ello se los cataloga dentro de las denominadas civilizaciones perdidas o desaparecidas, y sólo se pueden dar referencias acerca de ellos, como expresiones de la leyenda y la mitología. En la imaginación de los hombres existen otros personajes de estatura gigantesca y caracteres especiales, como los ymires nórdicos y los akukeris de Finlandia, o como los ukamares del noroeste argentino. También el homo pampeanus podría ser clasificado como un ser mitológico, ya que no existió en la vida real, pues sus restos óseos pertenecían a hombres modernos y no precisamente a individuos que, partiendo de la región pampeana, habían poblado el resto del planeta Tierra. Algunos autores se refieren a la temprana presencia en lo que hoy es Bolivia, de seres gigantescos que ellos clasificaron como atlantes altoperuanos. Sin embargo, no dieron razón alguna sobre los caracteres definitorios de esa raza humana que se había dispersado, primero, por América y después por el resto del planeta Tierra, poblándolo en toda su extensión. Esta versión mitológica acerca de los atlantes sudamericanos, pasó a constituir otra de las tantas leyendas que la fértil imaginación humana creaba para dar respuesta a infinidad de interrogantes acerca de sus orígenes, su evolución y sus mutaciones o transformaciones a través de tantos milenios que, evidentemente, escapan a toda ponderación de carácter histórico.

TÚNELES SUBTERRÁNEOS Y METAFÍSICOS -- (1) Subterráneo de Agarthi. (2) Pasadizos de Ecuador y Perú. (3) Túneles Cordillera Sur. (4) Subterráneos de Cholula. (5) Túneles India-Tibet.

Todo aquello que se refiere a las ciudades secretas y subterráneas, integra otro capítulo importantísimo de la mitología o la metafísica de los pueblos, no sólo de la antigüedad, sino también de nuestro tiempo. Ciudades como la denominada «de los Césares», en territorio argentino, fueron buscadas por estudiosos, exploradores e investigadores. El propio perito Francisco P. Moreno intentó, sin éxito, ubicarla en los confines de la Patagonia y en la cordillera de los Andes. Otras ciudades, en cambio, tienen ubicación geográfica en países actuales. Es el caso de la Tula caucásica y de la Tula mexicana que, por extraña coincidencia, se encuentran en las antípodas terrestres, no a través de paralelos de norte a sur, como la Thule nórdica y la Thule súrica, sino en meridianos de oeste a este. La cultura y la civilización surgidas hace miles de años en la isla de Pascua y evidenciadas en las famosas estatuas denominadas «moai», pertenecen, para su interpretación, al campo de la arqueología y la antropología cultural. 

Odiseo en la cueva de Polifemo, Jacob Jordaens, primera mitad del siglo XVII.

Sin embargo, es en el campo de la metafísica donde, realmente, se encuentra la respuesta acertada a sus viejos interrogantes. Izquierda: Ahu Vinapu, Isla de Pascua. Derecha: Muro Inca en Cusco, La civilización pascuence constituye, sin duda, un acontecimiento cultural desaparecido de la memoria colectiva, por cuanto no quedó ninguna noticia escrita u oral acerca de quiénes fueron sus constructores y realizadores metafísicos. 

CONTINENTE LEMURIO

Se puede colegir que, probablemente, algunos pobladores pertenecientes a esta antigua y poco conocida civilización de Pascua, pasaron a las costas sudamericanas, a la altura del sur peruano, navegando en frágiles embarcaciones por el océano Pacífico y entraron al Alto Perú donde, hipotéticamente, dejaron sus huellas en la cultura y civilización de Tiahuanacu, donde es dable apreciar estatuas y construcciones muy similares a las de Pascua. Esto lo confirman algunos autores e investigadores que establecieron las confrontaciones que mencionamos en este trabajo, por parecemos coherentes y atinadas. Debemos tener presente que las grandes culturas sudamericanas llegaron a esta tierra traídas, principalmente, por otros pueblos: se trataría de los protoarios, que arribaron por el estrecho de Bering, o bien de los pascuences o polinesios, también protoarios asiáticos llegados, tal vez, a las costas de la actual República de Chile o al centro del Perú, para establecerse y eclosionar culturalmente en las tierras altoperuanas de la actual Bolivia. CIVILIZACIONES REALES Los túneles o pasadizos secretos que servían de nexo entre las ciudades mitológicas o metafísicas del planeta Tierra, no han sido explorados en su totalidad. El más grande e importante de estos túneles es el de Agharti, que parte de dicha ciudad y se dirige por Europa hasta el océano Atlántico, cruza el lecho marítimo y penetra en los Estados Unidos, para luego adentrarse en México y América Central, hasta llegar al Alto Perú (Bolivia). De este país central del altiplano, pasa por el territorio brasileño, penetra nuevamente en la profundidad del océano Atlántico y reaparece en el continente africano. Cruza el África, la península arábiga y llega por el sur a la ciudad secreta de Agharti, después de un recorrido aproximado de 40.000 km. Según la mitología, el Rey del Mundo —un extraño ser humano que vive en las profundidades de Agharti con sus antiguos sacerdotes— se comunicaba con el resto del mundo a través del subterráneo de Agharti, sin correr ningún peligro, apareciendo y desapareciendo de la superficie de la Tierra, según sus necesidades. En algún lugar dentro de dichos túneles, se dice que existe el templo sagrado del Rey del Mundo y su trono mágico, que puede verse o no, según sean las condiciones intelectuales de quienes desean hacerlo. Este Rey mitológico del centro del planeta Tierra es reemplazado, a su muerte, por otro personaje de sus mismas y excepcionales condiciones. En la década del cuarenta, el Rey del Mundo vivió en Europa acompañado de sesenta y cinco mil tibetanos. Se cuenta que la muerte lo sorprendió en algún lugar del continente europeo, ataviado con un impresionante ropaje verde, amarillo y rojo. Tales fueron las informaciones proporcionadas en aquella época por franceses, rusos, alemanes e ingleses. Se sabe que en nuestros días, el Rey del Mundo vive en el secreto templo de los túneles de Agharti. Según la mitología, existen en la cordillera sur, en territorio argentino, túneles secretos por debajo de las actuales provincias de Río Negro, Neuquén y Chubut, siendo utilizados por caciques, shamanes y machis de las diferentes etnias aborígenes. TÚNELES SUBTERRÁNEOS Y METAFÍSICOS — (1) Subterráneo de Agarthi. (2) Pasadizos de Ecuador y Perú. (3) Túneles Cordillera Sur. (4) Subterráneos de Cholula. (5) Túneles India-Tibet. En el denominado Triángulo Menor de Fuerzas de Terrera (cuyos vértices se asientan en el cerro Calaguala, loc. Serrezuela y cerro Colorado, Pcia. de Córdoba), existirían varios túneles y entradas secretas a la ciudad subterránea de Erks —ciudad mitológica al noroeste del Sagrado Uritorco donde existirían tres espejos mediante los cuales sus sacerdotes pueden contactarse directamente con otras ciudades secretas y con las naves cósmicas que se desplazan por el espacio. Pero de estos pasadizos secretos, sólo se han podido detectar sus entradas, ya sea en las laderas de la sierra o en las profundas quebradas, algunas de ellas con pictografías o petroglifos en sus paredes rocosas que fueran realizadas hace tiempo por los comechingones quienes, como es sabido, habitaban normalmente esas grutas o cavernas. De allí que etnógrafos e historiadores los denominaran «hombres de las cavernas» o «trogloditas». Sin embargo, la conexión de esas grandes habitaciones rocosas con túneles subterráneos, que podrían conducir a Erks y a otras áreas próximas o lejanas, no ha podido ser hallada. Se sabe de la existencia de túneles secretos en otros lugares de la provincia de Córdoba que, en muchas zonas, se detectan en las barrancas de los ríos, como en el Primero (ex Suquía) y en el Tercero. Uno de estos pasadizos se encuentra a la altura de la Quebrada de las Rosas, y otro en la margen sur del río Primero, en las proximidades de la localidad de Corazón de María. Quienes han penetrado en estos pasadizos, manifiestan haber llegado a 100 o 120 m de sus entradas y que, luego por temor y carecer de elementos tecnológicos, desistieron de su intento, pues los túneles continuaban su trayecto con una altura aproximada de 1,80 m y 0,90 m de ancho. Los subterráneos de Cholula, México, son reales y pertenecen a una intrincada red de pasadizos que se dirigen hacia los distintos puntos cardinales. Se ignora quiénes fueron sus constructores, pero son de notable antigüedad. Tampoco han sido explorados en toda su dimensión, y las conjeturas que se hacen acerca de ellos, pertenecen al dominio de la mitología o, en su defecto, al de la metafísica. Los pasadizos hallados en Ecuador y en Perú, están interconectados en diferentes lugares; se sabe que son sumamente extensos, pero jamás se los ha recorrido ni levantado planos o tomado fotografías fieles de los mismos. Existen realmente pero, a ciencia cierta, nada se sabe de sus constructores, ni de los motivos que tuvieron para hacerlos. CONTINENTE LEMURIO En lo que se relaciona con la presencia real de un continente denominado Lemurio o de la Lemuria, la ciencia contemporánea nada puede afirmar, por cuanto no se han efectuado constataciones geológicas, estratigráficas, tectónicas o sedimentarias que así lo puedan demostrar. Esta mitológica Lemuria, ocupaba una ancha región del actual océano Indico y se apoyaba en Madagascar, Ceilán y la península de Malasia. Al no existir verificación científica de esta masa continental, debemos considerarla como un producto de la mitología, hasta tanto no se tengan datos fehacientes acerca de su conformación, así como de su hundimiento y desaparición de la superficie del planeta Tierra. Además de la descripción mitológica de la Lemuria, es lógico que se haga mención de sus hipotéticos pobladores, a los que se ha dado el nombre de lémures o lemurios. Tales habitantes mitológicos no han sido tratados por la antropología, ni por ninguna otra ciencia contemporánea. Un naturalista como Haeckel opinaba en uno de sus trabajos de seudociencia, que estos lémures fueron los primeros pobladores de la Tierra y que, en consecuencia, la Lemuria sería la cuna de la humanidad. De estas creencias imaginativas están llenas las páginas de la literatura, las cuales no hacen mención de ninguna investigación geológica, paleontológica, antropológica, arqueológica, biológica, botánica, nuclear, etc. Los únicos lémures conocidos por la ciencia son, precisamente, aquellos denominados «protosimios». 

Presentan una larga cola anillada y, por ello, son conocidos en la taxonomía zoológica como lémures de cola anillada. 

Su origen se remonta a 150.000.000 de años, junto con los tarsios, los tupaia y las musarañas, los cuales, en la era Terciaria (período del Eoceno), fueron los ancestros del género humano. En latín, la palabra lémur o lémures significaba genios maléficos, habitantes de la noche, fantasmas que asustaban o perseguían a la gente. Se cree que los etruscos —primitivos habitantes indoarios de la península itálica— fueron los creadores de esta leyenda de lémures o fantasmas, y que, más tarde, los romanos los consideraban aún como sombras genios o duendes.

 Algo similar a los famosos Nibelungos de las sagas indogermánicas, a los runa-uturunco del noroeste argentino y a tantas otras bellas narraciones mitológicas que creaba la inteligencia fecunda de la humanidad. 

Extraído del libro «El Valle de los Espíritus»,
 del Prof. Guillermo Alfredo Terrera
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