viernes, 3 de abril de 2015

¡Aviso oportuno! : Ningún gato fue herido o maltratado en la realización de este post.



En el caso de Erwin contra el pueblo(y el gato), declaramos al físico teórico ¡INOCENTE!

En la escala de lo inimaginablemente pequeño, la naturaleza es protagonista de un espectáculo que desafía la lógica y nuestra intuición.
La cuántica, y la serie de eventos y fenómenos que la constituyen, nos recuerdan que el universo no necesariamente tiene que acoplarse a nuestros modelos mentales. La creatividad e imaginación de ésta se encuentra años-luz por delante de la nuestra.

¿Qué es el Gato de Schrödinger?

El experimento del gato de Schrödinger o paradoja de Schrödinger es un experimento imaginario concebido en 1935 por el físico austríaco Erwin Schrödinger para exponer una de las interpretaciones más contraintuitivas de la mecánica cuántica.

Erwin Schrödinger plantea un sistema que se encuentra formado por una caja cerrada y opaca que contiene un gato en su interior, una botella de gas venenoso y un dispositivo(contador de Geiger), el cual contiene una sola partícula radiactiva con una probabilidad del 50% de desintegrarse en un tiempo dado, de manera que si la partícula se desintegra, el veneno se libera y el gato muere.

Al terminar el tiempo establecido, hay una probabilidad del 50% de que el dispositivo se haya activado(si la partícula radiactiva se desintegró) y el gato esté muerto, y la misma probabilidad de que el dispositivo no se haya activado(si la partícula no se desintegró) y el gato esté vivo.

Según los principios de la mecánica cuántica, la descripción correcta del sistema en ese momento (su función de onda) será el resultado de la superposición de los estados «vivo» y «muerto» (a su vez descritos por su función de onda).
 
Sin embargo, una vez que se abra la caja para comprobar el estado del gato, éste estará vivo o muerto.


Sucede que hay una propiedad que poseen los electrones, de poder estar en dos lugares distintos al mismo tiempo, pudiendo ser detectados por los dos receptores y dándonos a sospechar que el gato está vivo y muerto a la vez, lo que se llama Superposición.

Pero cuando abramos la caja y queramos comprobar si el gato sigue vivo o no, perturbaremos este estado y veremos si el gato está vivo, o muerto.
Va de nuevo. Imagina que lanzas una moneda —llamemos a sus caras, cara y cruz, respectivamente— al aire, y cuando cae, alguien más cubre la moneda sin que hayas visto el resultado del lanzamiento. 

En ese momento que se encuentra cubierta, la cara visible de la moneda puede ser cara, o puede ser cruz. 

Tú no sabes cuál, pero sabes que existe la posibilidad de ambas. 
Según los principios de la cuántica, la superposición indica que puede ser ambas posibilidades hasta que ese estado de superposición se ve afectado por una medición, en este caso, la medición sería ver el resultado de la moneda. Si lo ves, sabes que cayó cara, o cruz, no ambas. Descanse en paz, superposición.

Y así es como funciona la elegante nanorelojeria de la naturaleza, dándonos fenómenos abracadabrantes para incendiar nuestras mentes, y obligar a que nuestras conexiones neuronales ¡se expandan, se multipliquen, se eleven al cuadrado para ser capaces de asimilar esta poesía de la realidad!


Ahí radica la paradoja. Mientras que en la descripción clásica del sistema el gato estará vivo o muerto antes de que abramos la caja y comprobemos su estado, en la mecánica cuántica el sistema se encuentra en una superposición de los estados posibles hasta que interviene el observador, lo que no puede ser posible por el simple uso de la lógica.

El paso de una superposición de estados a un estado definido se produce como consecuencia del proceso de medida, y no puede predecirse el estado final del sistema: solo la probabilidad de obtener cada resultado.

La naturaleza del proceso sigue siendo una incógnita, que ha dado lugar a distintas interpretaciones de carácter especulativo.