sábado, 4 de julio de 2015

Aviso...la antorcha de kraus


Me asombro por la cantidad de gente del entorno que se ha suicidado, dice Walden. Algunos avisaban y pregonaban que lo iban a hacer y al final parecía que fuera el cuento del lobo; hasta que dejaba de serlo. Otros constituyeron una sorpresa: lo inesperado de su propio secreto; de un día a otro, de una madrugada a otra. Otros, ni podríamos haberlo intuido porque su desenfado habitual era una cortina de humo que nos impedía llegar al fondo de ellos.
 Cada uno de los que se han aplicado la solución final se llevan consigo el misterio de la vida que les superó por el lado negativo. No me considero ni juez ni moralista. Tengo dudas de que el suicida que se propone serlo y lo intenta alguna vez, aun sin gran convicción, dimita de su intención; más bien se reafirma porque su discurso interior no se detiene. 
En algunos casos cercanos, prosigue Walden, se advertía su lento abandono,
 su descreimiento más agudo sobre las emociones que podrían haberles compensado. Una vez me llamó F., amigo que había sido íntimo pero al que no veía desde hacía algunos años. Me comunicó su decisión y a la vez se reía de la situación. Puede ser calificada de cualquier modo, menos de absurda, llegó a decir. Le propuse ir a verle, que hablara una vez más conmigo. 
Pero él me exigió que, por favor, no interrumpiera sus planes.
 No, no tengo mala conciencia de lo acontecido. Aunque pensé luego muchas veces en sus motivos definitivos no di con ellos. Fue muy simple y claro aquella noche. No te metas, me dijo. Esto que tengo que resolver a las duras es un asunto entre el otro que me corroe y el yo que no acierta a seguir.
 Fui respetuoso con su opción y, créeme, amigo, cuando un adulto consecuente que ha tenido una vida rica en experiencias y saberes te lo cuenta así, tú estás por debajo. No eres quién para hacer nada por evitarlo. 
Eso sí, cumplí su deseo último de arrojar las livianas cenizas sobre el páramo inhóspito a donde le gustaba tanto acudir en sus recurrentes desolaciones. Aquella tarde hacía mucho viento y el polvo del muerto se revolvió contra los deudos.