martes, 29 de diciembre de 2015

Delirando hasta el año que viene?



Quiero llorar porque me da la gana,
como  lloran  los  niños  del  último  banco,
porque yo no soy un poeta, ni un hombre, ni una hoja,
pero sí  un pulso herido que ronda las cosas  del  otro lado…

Es de Lorca, pero también yo quiero llorar hoy, porque me da la gana. 
No de pena…de hartazgo, impotencia ¡que se yo! 
Nos empeñamos en buscar una razón para justificar el llanto, como si necesitáramos pedir perdón cada vez que se nos inundan los ojos o el alma. 
Yo lo hago, me paso media vida por llorar y la otra media, porque se me dispara sola la sonrisa. 
La humedad sonriente en estado puro no hay quien la controle, ni la contenga. Como mis chorros de palabras, lo he probado todo ¡lo juro! pero tampoco hay manera… así es que ahora chorreo donde me pilla y ni me escondo, ni me fustigo. He dejado de luchar contra los elementos.
 Quien me conoce sabe lo que hay, poco de todo y tal cual! nada más.

Pues eso, estaba aquí, ensimismado entre mis lechugas mentales preguntándome qué virus de la estupidez está atacando a la humanidad. 
No es una impresión, es una constatación. 
Cada vez tenemos el gusto más estropeado.
 Siempre ha habido de todo, listos, medio listos, tontos y rematadamente idiotas.
 Ahora no, salvo contadísimas excepciones  y cuatro más que se esconden en el subsuelo de las bibliotecas o en algún templo perdido del Himalaya, 
la inmensa mayoría nos hemos vuelto estúpidos y... 
que nadie se me ofenda que yo voy primero.

A las puertas de las Fiestas, con la guardia baja. En el mejor de los casos por ese halo tierno y bobalicón con sabor a pan recién horneado y mágica magdalena de Proust. 
En el peor, mutando a acelga mustia y/o corbata ladeada con matasuegras clavado en el ojal o aun más terrible, solos, tiritando y sorbiendo sopa en algún  comedor social. 
Debemos elegir sí o sí un propósito.

No hay folletos de cincuenta hojas a todo color, con multitud de opciones.
 No sabemos cuánto cuestan, si van a pilas o andan solos. NO. 
Solo te enseñan de refilón a mirar de lejos.
 Debes elegir, uno. Ponerlo en la carta a los reyes de la urna sin saber lo que cuestan, ni a qué van. 
Lo único seguro es que te guste o no, te lo quedas durante un año
 sin derecho a devolución.


Aquí estamos todos, con la nariz pegada al
escaparate pensando cuál elegir...  


No hay comentarios: