lunes, 21 de diciembre de 2015

Llegaron las fiestas... Aviso a la parentela.


Estimada parentela...

Llegaron las fiestas de Navidad... días de sentimientos de AMOR, REENCUENTROS,
VILLANCICOS, BUENOS DESEOS... turrones,garrapiñadas, pan dulce, Vitel Thoné, pollo con rusa, lechón, tomates rellenos, arrollados primavera y demás...


Todo ya establecido como tradición familiar...

Realmente LINDO... si LINDO...


Pero... querida parentela...

Como por acto de magia a los 10 minutos de convivencia 
se transforman en...




y los temas pasan a ser:

El que habla de su parrilla como si fuera una hija. Obviamente, es el dueño de casa. Si le decís que "está buena su parrilla", cagaste.
Resignate, en ese caso, a 90 minutos ininterrumpidos en los que te va a contar cómo era la parrilla que tenía antes, cómo fue la decisión de hacer una mejor, quién le recomendó el albañil, cómo fueron las tratativas con el obrero, qué cambios de último momento hubo que hacer al proyecto original, el precio al que pagó los ladrillos y otras referencias tanto o más apasionantes.


La anfitriona culposa. Es uno de los personajes que no siempre aparece con este perfil. Cuando está, es, claro, la esposa del dueño de casa. Pide disculpas por todo: porque hay que tirar el agua del baño metiendo la mano en la mochila del inodoro, porque los mosaicos del patio están desparejos, porque hay sillas rengas, por el olor a velorio que genera el jazmín del cielo y otras culpas más.
Lo más común es que haga cargo de todas esas contrariedades a "este infeliz (por su marido) que nunca se decide a hacer lo que hace falta en la casa". En matrimonios de más de veinte años, agregará:  "Pero claro, para salir a chupar con los amigos sí tiene tiempo y plata".


Los tíos con guita. Están, económicamente, muy por encima del resto. Se les nota en la pilcha, en el vehículo con el que llegan, en los consumos refinados de los que hablan, en los viajes que relatan. Pero también se les nota en el asco con que escuchan los chistes vulgares del tío Antonio, en el gesto ortesco con el que mastican el asado del anfitrión, en la actitud de trola renegada con la que ella dice "no" cuando le ofrecen morcilla, en la flaccidez de la mano de él cuando saluda, en los besos de ella a las demás mujeres, que son al aire para que sus labios no toquen las mejillas de la negrada.
Se van con cualquier excusa a las doce y diez, porque ya no se aguantan las ganas de sacarle el cuero a los demás. Eso sí, en las cenas "a la canasta", llevan media docena de empanadas y morfan como presos lo que los demás llevaron.


El sobrino insufrible. Tiene más de 30 años y sigue viviendo con los padres, que le mantienen todos los gastos y se endeudan hasta el culo para comprarle al nene "la moto que necesita para ir a la facultad". Lleva siete carreras iniciadas y abandonadas, y no piensa terminar ninguna.
Un estudiante eterno que duerme doce horas por día y se rasca las bolas solo o con amigos las otras doce. En la fiesta, no le presta atención a nadie, saluda como si fuera una estrella de rock hastiada de firmar autógrafos y se pasa la noche concentrado en su celular de seis lucas, obviamente que también pagado por papá y mamita.


La sobrina conflictuada. Ya desde antes que llegue junto a sus padres, alguien avisa que la nena "está en una crisis" y propone una especie de colecta de afecto y comprensión en su favor. Saluda sin ganas, se sienta sola, un poco lejos del resto, para que se note que no está a gusto, y cada diez minutos le pregunta a la madre cuánto falta para que se vayan.
Algunos voluntariosos intentan animarla, bromeando a la distancia con ella, pero les dedica una sonrisa de un segundo, onda "qué boludos que son, dense cuenta de que ustedes no me pueden resolver nada porque todo es una mierda". Por suerte los pendejos rompebolas de la noche suelen martirizarla tirándoles cohetes por las patas.


La que siempre se opera de algo. Puede ser una tía o una cuñada. Cada año llega a la cena con una o dos operaciones nuevas, que cuenta a dúo con el marido.
De una a dos horas escuchando detalles a veces anodinos, a veces truculentos, sobre diagnósticos, estudios, charlas con médicos, operaciones, posoperatorios, medicaciones, drenajes, infecciones y demás. Cuando se trata de un tipo, la remata abriéndose la camisa o bajándose el pantalón para mostrar la cicatriz.


Los tíos pobres. Casi siempre son infinitamente más piolas que los tíos con guita. Hay dos grupos: los tíos pobres que no quieren parecer pobres y los tíos pobres que llevan dignamente su pobreza.
Los primeros, en las cenas a la canasta, llevan comidas caras y vinos de mucho nivel, que los demás hacen de goma sin permitirles probar siquiera un bocado, aunque se quemaron los aguinaldos en la movida.
Los otros la pasan bien, salvo por el hecho de que los demás sí creen que hay que tenerles lástima por su pobreza. Entonces les dedican, como si ellos lo necesitaran, frases del tipo "ojalá yo tuviera un Citroen '71, como vos, porque consumen mucho menos que mi Hilux" o "mirá, agradezcan que no tienen aire en la casa, porque el cambio de temperatura cuando salís de una habitación refrigerada y afuera hace 48 grados te hace re-mal".


El cuñado guampeador. El vago metió la gamba, y la mujer lo pilló en relación clandestina con una atorranta. Por eso, cuando llega, todos lo miran juzgándolo y, a los diez minutos, ya condenándolo. Incluso los tipos, en lugar de priorizar una cuestión de género, lo estigmatizan porque de ese modo blanquean la inmensa envidia que le tienen.
Al cuñado guampeador lo saludan, le hablan, le pasan la ensalada rusa, pero él sabe que hay una actuación en todos esos gestos, y que todos lo consideran un reverendo hijo de puta. Es más, cuando ve pares de parientes hablando en voz baja, les lee los labios, y ve claramente que de él dicen "re-ve-ren-do hi-jo de pu-ta".
Cuando se va, hasta los que quedaron borrachos tirados sobre el pasto se levantan para cuerearlo.


El nuevo macho de una hermana. Ella se separó, y tras un buen tiempo sola, empezó una relación con alguien, y aparece en la cena con el quía. Es una silenciosa presentación oficial a la familia, que para entonces tiene más datos del pobre infeliz que la misma mina.
Si se quiere hacer el serio, van a decir de él que es un forro. Si se quiere hacer el simpático, dirán que está sobreactuando, y que eso indica que en el fondo es un forro. 


La nueva mujer de un hermano. El viene de una enésima separación, y aparece con nueva mina en la reunión. El vago no avisó nada, así que la presencia de la yegua nueva ahí, entre todos, conmociona y desestructura a la parentela por media hora. Luego, los sectores más activos del grupo -las cuñadas- se reagrupan e inician el discreto despedazamiento de la recién llegada.
Si está buena de cuero, será peor, y la rama femenina dirá que la guacha vivía de desfilar por todos los barcos en el puerto. Los hombres, al escuchar eso, no ocultarán su desesperación por caerle bien.


El emotivo. Puede ser hombre o mujer. Suele ser el que dice, tooodos los 31 de diciembre, que "el año pasó volando". Después, ya medio en pedo, recuerda a los muertos de la familia, dice frases pretendidamente poéticas pero súper berretas, y llora un rato después de la medianoche.
Algunos se prenden en su letanía, pero sólo hasta que empieza a vomitar y lo mandan a la mierda.
 La serpiente. Las estadísticas son contundentes en señalar que de cada veinte casos de este tipo, sólo uno es hombre. Habitualmente, se trata de una cuñada que valora este tipo de reuniones familiares como una incomparable ocasión de cosechar información útil para poder hablar mal de todos.
Para completar el proceso y ser feliz, le resulta fundamental tener a quien ir soltándole sus comentarios, rol que suele cumplir su marido, otra cuñada o -de últimas- una amiga a la que llama por teléfono desde la reunión.
Siente un placer adictivo cada vez que dice cosas como "para qué se pone Julieta ese vestido si parece la ballena hija de Don Cangrejo", "seguro que tu viejo se hizo este quincho vendiendo paco", "y sí, Mariana está más flaca pero obvio que va a adelgazar si en el trabajo se la pasan empomándola de a cuatro" o "fijate cómo comen los hijos de Rogelio, se nota que él se gasta todo en la timba y no les compra ni leche".
el que tira cohetes con los chicos, PRIMERO LE PRENDE LOS COHETES A LOS NIÑOS DESPUÉS LE QUITA Y TIRA EL HASTA QUE SE EMPEDA BIEN Y SE QUEMA SOLO, MANDA A LA MIERDA TODO Y LE QUITA LOS COHETES A LOS CHICOS, LLORAN LOS FAJAN Y A DORMIR. LUEGO SE VA ENOJADO A SU CASA PORQUE LOS NIÑOS NO LO RESPETAN.
EL SABELOTODO POLÍTICO: se pasa hablando boludeces de lo bien que le va la gestiÓn del actual GOBIERNO TODOS LOS AÑOS, SEA CUAL SEA. SE MATA LABURANDO COMO UN PELOTUDO Y SE CAGA DE HAMBRE COMO UN LINYERA. PRIMERO LO ESCUCHAN, LUEGO LO MIRAN Y CUANDO ESTA EN PEDO LE PATEAN EL VINO, LO MANDAN A LA MIERDA Y LO DEJAN PUTEANDO SOLO CONTRA LOS POLÍTICOS CHORROS QUE SE ENRIQUECEN CON SUS IMPUESTOS QUE NO PAGA.
Y otros personajes que aparecen nuevos...

Así querida parentela...


para conservar todos los sentires de las fiestas navideñas...

POR FAVOR NO VENGAN...

El timbre lo desconecté.
Al Doberman, lo dejo suelto y con hambre.
Y posiblemente esos días nos iremos a otra parte... 
LEJOS DE USTEDES... 

Pero como siempre la distancia no es impedimento para la familia...
NUNCA sabrán el DESTINO...

MI QUERIDA PARENTELA..
de todo CORAZÓN les deseo
UNAS FELICES FIESTAS... 

Y NO VENGAN


Muy atte... su pariente

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