miércoles, 20 de enero de 2016

DESTILERÍAS CÓSMICAS...


El universo está repleto de objetos misteriosos que todavía no comprendemos totalmente, algunas veces por su forma, otras por su comportamiento, y algunas por su composición.
Por extraño que parezca, los astrónomos han descubierto gracias a los espectrogramas, una serie de nebulosas que en cuya composición química encontramos moléculas orgánicas como el alcohol etílico, el mismo que bebemos en fiestas o como refresco.
La idea de que pueda existir una gran destilería cósmica en el espacio resulta peculiar, aunque no debemos irnos tan lejos para imaginárnosla. 
En la imagen anterior mostramos la nube Sagittarius B2, colindante al centro de la Vía Láctea a 390 a/l de aquí, que muestra un porcentaje notable de este tipo de compuestos.

Las “nubes moleculares gigantes”, son enormes complejos de gas y polvo que se forman tras una supernova, o bien como el despojo de un canibalismo galáctico. En caso de estar a altas temperaturas y concentrar materia en puntos concretos muy energéticos, se puede dar lugar al nacimiento de las estrellas. Las nebulosas con capacidad de generar estrellas, se llaman “viveros estelares”, son cruciales para la renovación del universo tanto a nivel físico como químico.
Estos lugares donde el tráfico de partículas es tan rápido y fluido, se pueden llegar a formar compuestos moleculares sencillos.
Se han llegado a reconocer más de 32 en una misma nube, algunos tan desagradables como el monóxido de carbono, cianuro de hidrógeno o el amoníaco, todos ellos mezclados en un mismo “cocktail” predominado por distintos tipos de alcoholes.

Por ejemplo la mencionada nube Sgr B2, tiene principalmente metanol, el mismo alcohol que se usan para fabricar los anticongelantes o el líquido limpiador de parabrisas.

El proceso de “creación” del alcohol en estas nebulosas, se originaría cuando el hidrógeno molecular simple (H), partículas de agua (H2O) y el dióxido de carbono (CO2), se adhieren a una partícula de polvo interestelar simple. Cuando las grandes temperaturas colindantes a un vivero estelar hacen calentar estos compuestos, las partículas de polvo se desintegrarían dejando tras de sí, la molécula de CH3-OH, el metanol.
Tras una ligera ionización y si las condiciones lo permiten, el mismo proceso puede generar C2-H6-O (etanol). Estos compuestos quedarían libres en el espacio tras la desintegración de la partícula de polvo que las unió, generando nebulosas tan bastas, que al reflejar la luz de las estrellas colindantes marcan una espectrografía láser diferente, ya que disipan la radiación UV y el calor de los rayos cósmicos.
Otra gran curiosidad deducida por los científicos, es que la nube sgr B2 estaría compuesta específicamente por un ester mezclado de etanol y un ácido, que le darían un olor y un sabor parecido al ron de frambuesa.
El año 1975 se identificó la primera nube de alcohol, desde entonces se han descubierto muchas más. La más espectacular, la nube G34.3, aproximadamente mil veces mayor que nuestro sistema solar, está compuesta mayoritariamente de dicha substancia.
Cabe añadir, que estos compuestos simples y el mecanismo que forman para ser creados, se piensa que es parecido y fundamental para que nazcan moléculas más compuestas y trascendentes para la vida.
Se sabe que en Sag B2 (la nombramos mucho por ser la más cercana y estudiada), se ha descubierto la presencia de glicina. Se trata del aminoácido más simple que forma parte de todas las proteínas.

La gran pregunta que siempre se ha hecho el ser humano es cuándo y cómo comenzó la vida. Se estima que hace unos tres mil millones de años habrían aparecido los primeros organismos vivos y que el hombre habría hecho su entrada triunfal hace tan solo unos 2 millones de años. Pero aún es incierto el momento y la circunstancia en que la materia cruzó el umbral de la vida, cuando de la evolución química se pasó a la biológica en una desafiante operación. Pero, por lo menos, hoy la ciencia puede confirmar que la vida tuvo un origen común.
Tanto la vida unicelular (bacterias, hongos, etc.) como la vegetal, y también la animal, tienen mecanismos biológicos semejantes. En cualquier caso, la molécula fundamental es la proteína, y sabemos que éstas se pueden formar en el espacio.

Las células viven porque producen proteínas. Son sus elementos constituyentes y también regulan el proceso vital. Las proteínas, actuando como enzimas, permiten que las reacciones químicas en el interior de las células ocurran a temperaturas y condiciones de éstas. Pero todo este conocimiento no explica la génesis de la vida, ni nadie tiene idea todavía de cómo y por qué se sintetizó la primera proteína. No obstante, sí se tiene ahora claro cómo se sintetizan las proteínas, se han llegado a reproducir junto a modelos de computación genética.
Se pueden reproducir las condiciones de la vida y los motores que la sustentan, pero no se sabe cómo se inició el proceso; se sabe cómo funciona la computadora, pero no cómo se armó y creó.
Nos pareció interesante este último apéndice sobre el origen de la vida, pues se cree que los primeros compuestos primitivos que generaron vida en la Tierra, “podrían” haberse generado gracias al traslado de las partículas mencionadas en nebulosas de este tipo, por ejemplo, a través de los asteroides.
Una pequeña curiosidad la nebulosa de Orión, una de las más conocidas y populares, es que posee en sus nubes la suficiente cantidad de alcohol como para llenar 30,000,000,000,000,000,000,000,000,000 botellas de licor.
Otro ejemplo curioso y extravagante, sería la nube G34.3 en la constelación del Águila. En ella hay suficiente alcohol como para suministrar 140,000 litros de cerveza cada día a cada persona de la Tierra durante los próximos mil millones de años.
¿Se lo imaginan?

Los astrónomos encontraron moléculas de glicolaldehído (un azúcar simple) en el gas que rodea a una joven estrella binaria joven llamada IRAS 16293-2422, la que posee una masa similar a la del Sol. 
El glicolaldehído ya se había divisado en el espacio interestelar anteriormente, sin embargo, esta es la primera vez que se localiza tan cerca de una estrella de este tipo, a distancias equivalentes a las que separan Urano del Sol en nuestro propio Sistema Solar.
El descubrimiento prueba que algunos de los compuestos químicos necesarios para la vida, ya existían en este sistema al momento de la formación de los planetas.

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