Llorar como un diluvio sin orillas,
en un terco ejercicio de vertiente,
con la boca de oscuras maravillas
y el arco de la frente.
Llorar, llorar, inútilmente,
contra el duro respaldo de las sillas,
en medio del discurso de la gente
y en celo de guerrillas.
Igual que cien canillas,
verter un aguacero de torrente
desde el plexo solar de las costillas,
y llevar en los ojos la simiente
de un arpegio de mar en las mejillas,
a lágrima batiente.
Del libro De diluvios y andenes.
en un terco ejercicio de vertiente,
con la boca de oscuras maravillas
y el arco de la frente.
Llorar, llorar, inútilmente,
contra el duro respaldo de las sillas,
en medio del discurso de la gente
y en celo de guerrillas.
Igual que cien canillas,
verter un aguacero de torrente
desde el plexo solar de las costillas,
y llevar en los ojos la simiente
de un arpegio de mar en las mejillas,
a lágrima batiente.
Del libro De diluvios y andenes.
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