lunes, 14 de marzo de 2016

Marcadores de la muerte...


Imaginemos que alguien nos dice que conoce el día y hora en 
que vamos a morir.
 ¿Desearíamos saberlo?

 Supongo que la respuesta depende de si la información nos resultaría útil para evitar la muerte. En caso de que nada se pueda hacer, tal vez saber cuándo dejaremos de existir no nos interese. 
No obstante, si pudiéramos hacer algo para retrasar ese momento fatídico, tal vez nos decidiéramos a conocer esa información.

La Medicina moderna todavía no puede predecir con exactitud la muerte de nadie, pero poco a poco se acerca a este utópico objetivo.
 Para ello, la Medicina utiliza los llamados biomarcadores, o factores de riesgo. Un biomarcador es una molécula de la sangre o los tejidos corporales que indica algún tipo de anomalía o enfermedad.
 El nivel de un biomarcador concreto puede indicar el riesgo de contraer una enfermedad, o su posible respuesta al tratamiento.
 Por ejemplo, un biomarcador con el que estamos familiarizados es el nivel de colesterol, que nos informa de la probabilidad de contraer enfermedades cardiovasculares o de morir de un ataque cardíaco.

Hoy no existen biomarcadores capaces de informar a los médicos de la probabilidad de que muramos pronto por cualquier causa, eliminando, claro, los accidentes. Sin embargo, si fuéramos capaces de identificar a las personas que, estando sanas, corren riesgo de caer enfermas y morir, estaríamos en posesión de una valiosa herramienta clínica para poder realizar tratamientos preventivos que, en efecto, podrían retrasar sustancialmente el día de nuestra muerte, e incluso conseguir que muramos en buena salud, probablemente una de las mejores formas de hacerlo.

Tanatomarcadores

Para conseguir este objetivo, lo ideal es analizar una gran cantidad de moléculas de la sangre e intentar averiguar cuáles pueden resultar las más informativas del estado de salud o de la probabilidad de caer enfermos
 y morir. 
Esto se dice más deprisa que se hace, porque analizar cientos de moléculas en la sangre de miles de personas en busca de esas moléculas no es fácil.

Afortunadamente, nuevas tecnologías han permitido a un grupo de investigadores analizar simultáneamente nada menos que 106 moléculas
 en la sangre de 17.345 personas.
 Estas personas pertenecían a dos grandes grupos en Estonia y Finlandia para los que se habían recogido muestras de sangre y datos relativos a su salud durante muchos años. 

De hecho, 508 de estas personas murieron a lo largo del estudio, a causa de cáncer, de problemas cardiovasculares o de otras enfermedades.
Mediante análisis estadísticos, los investigadores analizaron si existía alguna relación entre los niveles de las diferentes moléculas de la sangre analizadas
 y la mortalidad. 
Sorprendentemente, encontraron cuatro moléculas cuyos niveles podrían predecir con cierto grado de precisión la probabilidad de que una persona muriera en los siguientes cinco años.

¿Cuáles son estos biomarcadores, a los que, más adecuadamente, podríamos denominar tanatomarcadores (biomarcadores de muerte)?

 Y bien, se trata de moléculas, en principio, algo anodinas: la albúmina del plasma, la llamada alfa-1-glicoproteína, las lipoproteínas de muy baja densidad, que transportan colesterol y otros lípidos en la sangre, y el ácido cítrico, una molécula implicada en la generación de la molécula energética fundamental del metabolismo, la conocida como ATP.

Índice necrológico

Curiosamente, tres de estas cuatro moléculas son sintetizadas por el hígado, lo que habla de la importancia vital de este órgano para la buena salud. 
La albumina, por ejemplo, cumple numerosas funciones en el plasma, entre ellas la de transportar varias hormonas, mantener la presión osmótica de la sangre de manera que los líquidos se repartan adecuadamente por el cuerpo, y también la de mantener el grado de acidez de la sangre (el pH) bajo control. 

La alfa-1-glicoproteína también desempeña en la sangre una función transportadora de sustancias diversas de naturaleza lipídica.

Frente a lo sorprendente e inesperado de estos datos, los investigador
es realizan análisis adicionales para tener en cuenta otros factores que pueden contribuir a incrementar el riesgo de enfermedades con riesgo mortal. 
Estos factores incluyen el peso, el uso de tabaco y alcohol, los niveles de colesterol, y si sufrían de algunas enfermedades preexistentes, como el cáncer y la diabetes. Sin embargo, la asociación entre esas cuatro moléculas y el riesgo de muerte a corto plazo siguió siendo la misma.

Los investigadores elaboran un “índice necrológico” que combina los cuatro tanatomarcadores, índice con el que consiguieron una medida más precisa del riesgo de muerte que con cualquiera de los cuatro marcadores por separado. 

Las personas que se encontraban en la “zona roja” de este índice (80 a 100% del rango de niveles) poseían un riesgo 19 veces superior de morir en cinco años que los individuos en la “zona verde” (0 a 20% del rango de niveles).

A pesar de estos interesantes resultados, publicados en la revista PLOS Medicine, este estudio proporciona solo datos observacionales, es decir,
 nos proporciona una nueva información, pero nada nos aporta sobre
 las razones de la misma.

 Probablemente, los niveles anormales de los cuatro tanatomarcadores reflejen una o varias causas fisiológicas de una salud frágil o a punto de fallar, de las cuales nada conocemos. 

Sin embargo, esta debilidad es, al mismo tiempo, una de las fortalezas más interesantes de este estudio: espolear la investigación hacia avenidas hasta ahora insospechadas que permitan mejorar nuestra salud y retrasar la hora de nuestra, de momento, inevitable muerte.

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