miércoles, 9 de noviembre de 2016

El Zohar sobre la naturaleza fractal del universo...


El texto central dela Cábala explica la forma en la que la luz divina creó el universo imprimiéndose y recubriéndose en cada parte.
El siguiente pasaje del texto clásico de la Cábala, El Zohar o Libro del Esplendor, puede interpretarse como la explicación de la naturaleza fractal del universo: una jerarquía de cerebros contenidos en otros cerebros. Esto además sugiere que el principio de integrar experiencia –de conciencia—existe en todas las criaturas y es un reflejo de la mente divina.
Los fractales son conjuntos matemáticos, figuras geométricas y objetos que pueden observarse en la naturaleza los cuales tienen patrones autosemejantes, esto es, en las partes se repite la forma completa del objeto; matemáticamente esto se expresa diciendo que cada parte tiene el mismo carácter estadístico de todo el conjunto. La autosemejanza, como se muestra en los conjuntos de Mandelbrot, se repite a una escala infinita. El escritor de ciencia ficción e inventor Arthur C. Clarke llamó a los fractales “las huellas digitales de dios”. Ahora leamos este pasaje del Zohar:
Desde el misterioso Punto Supremo hasta el más ínfimo grado de la creación, toda cosa sirve de vestidura a otra cosa y esta otra cosa misma sirve de vestidura a algo superior a ella, y así sucesivamente. [De la misma manera] el cerebro cubierto por una envoltura, sirve de envoltura a otro cerebro superior a él. Todo sirve, pues, de cerebro a lo que le es inferior y de envoltura a lo que le es superior.
El Punto Supremo [keter] proyecta una poderosa luz tan límpida, transparente y sutil que penetra en todo lugar. Así se forma alrededor un palacio que le sirve de vestimenta. Tan sutil es esta luz del Punto Supremo, que la que proyecta el palacio inmediatamente inferior a él forma un aura alrededor del mismo. Además, la luz del primer palacio, aunque inferior a la del Punto Primero, es de una intensidad tal que ha formado alrededor del palacio otra luz que le sirve en cierta manera de vestidura y así sucesivamente. De esta manera, todos los grados de la creación sirven de vestimentas unos a otros; la envoltura del grado superior forma el cerebro del grado que le es superior.
Este orden superior ha sido construido también aquí abajo, tal como está escrito: Y Elohim creó al hombre a Su imagen (Gen 5:1), pues el hombre está compuesto de cerebro y de meninges, de espíritu y cuerpo, y todo esto es necesario en el orden del mundo. (I 19b-20a).
Lo que el Zohar nos estaría diciendo es que el universo entero es fractal, un solo objeto autosemejante que se distribuye en orden jerárquico al emanar de un punto absoluto, dejando en todos los objetos subsecuentes impresiones de sí mismo. Las cosas, en su majestuosa (o ilusoria) diversidad, no son más que las vestimentas de una Única Luz que se va envolviendo en la materia, la cual esculpe según su arquetipo. Incluso la luz que vemos no es más que un grosero envoltorio de una luz más sutil imperceptible para nuestros sentidos. Y, sin embargo, en esa luz visible está el trazo secreto de la luz invisible.
La fractalidad podría considerarse la prueba de que el universo fue hecho en “imagen y semejanza” del Uno y que todas las formas manifiestas son proyecciones más o menos cercanas de la Idea o Arquetipo. Para algunos pensadores gnósticos, nos encontramos a gran distancia de la forma o luz primordial y de ahí surge nuestra imperfección; para otros –como el alquimista René Schwaller de Lubicz– la totalidad del universo está en la parte y el hombre (el antropocosmos) no es solamente una imagen de la divinidad, es el universo encarnado, sin ninguna carencia más que la ignorancia de su esencia.
Considerando lo anterior, podemos aventurarnos a definir el universo como un inmenso fractal de luz.
La imagen compara las conexiones neuronales del cerebro animal con los filamentos que unen diferentes galaxias en el espacio.
El Zohar llamaría a esto, “el Pequeño Cerebro” y “el Gran Cerebro”

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