Una mujer demoliendo piedra a las afueras de Bangalore.
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Estamos en una cantera medio abandonada en Pune Maharashtra, India.
Las mujeres de la gran familia Picapiedra, ataviadas con los saris preceptivos, trabajan turnos de 14 horas para convertir grandes moles de piedra en pequeñas bolas tamaño naranjas; mejorando la efectividad -por número- de la costosa e inexistente máquina neumática. Al fondo, las graveras en movimiento rezuman un polvo seco y blanco que inunda en forma de niebla espesa toda la cantera. Las mujeres sólo se limpian cara y piel una vez, al terminar la jornada.
Mujeres de la cantera de Pune Maharashtra, India.
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“He trabajado en este lugar durante tanto tiempo como puedo recordar. No hay un día en mi vida que no haya estado implicado en romper piedra. Rompí piedra cuando era niña, rompí piedra cuando estaba embarazada, y rompí piedra el día que dí a luz ” Laxmiba
Para mejorar la fractura de las rocas hay que calentarlas antes de golpearlas con hogueras improvisadas. Neumáticos viejos, plásticos y la basura no reciclada sirven de venenoso combustible para generar el calor necesario. La neblina blanca se vuelve entonces negra.
El aire es irrespirable. La piel madura guarda memoria de todas las agresiones.
La matriarca de la cantera de Pune Maharashtra, India.
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Mientras, decenas de vecinos de Maharashtra atraídos por los sueldos de Los Picapiedra (3$ diarios) vienen a trabajar a la cantera. Los niños acuden para ayudar a sus padres. Oficialmente ellos no trabajan. El gobierno que sabe están todos indocumentados hace la vista gorda.
Al fin y al cabo los Picapiedrano existen. Son fruto de nuestra imaginación.
Suresh trabaja en su purgatorio seis días a la semana.
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El pequeño de los Picapiedra trabaja toda la jornada golpeando con una maza metálica los pedruscos calientes para desmenuzarlos.
No es una actividad sencilla y requiere habilidad y grandes reflejos para esquivar las afiladas esquirlas. No siempre se consigue. Alguna aterriza en los ojos para infectarse y, a veces, enquistarse.
Nurba Kahtun, 7 Años. Cantera de Siliguri.
“Cuando empezamos tenemos una gran cantidad de ampollas.
Poco a poco se van y la piel de la palma de la mano se va endureciendo con callos y durezas [...]
El polvo en los ojos es otro problema; dice señalando a varios de los trabajadores jóvenes con los ojos enrojecidos e hinchados…
Y la garganta se apelmaza tras una dura jornada, y no se despeja con agua.
Hay que tomar alguna banana o alimento consistente..”
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Aunque parezca mentira las rocas ya no andan solas con LosPicapiedra.
Son los más jóvenes los que cargan con ellas sobre sus cabezas para su selección y posterior criba.
Una piedra de ese tamaño les lleva una jornada convertirla en polvo.
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