Quiero que conozcas nuestra forma de (sobre)vivir el día a día.
Te voy a llevar por alguno de los rincones de mi barrio, a través de atajos y angostas callejuelas. Tendrás que venir andando pues las estrecheces impiden el paso de cualquier vehículo, incluidos los famosos rickshaws.
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Lleva algo de agua mineral.
No tenemos agua corriente en nuestras casas.
Apenas dos horas al día las fuentes públicas nos devuelven el agua que alguna vez desterramos. Paradójicamente nuestra ciudad es atravesada por los dos mayores colectores que sirven de agua a la capital.
Dos tuberías de 2 metros de diámetro que nos refrescan al contacto en verano y nos vaporizan de humedad en invierno.
Tampoco bebas mucho. Sólo disponemos de 1 retrete por cada 2000 habitantes. Insuficiente para forasteros con escrúpulos.
No te olvides tampoco del calzado cerrado.
A ambos lados de las vías principales discurren, abiertos, los canales fecales que vacían nuestras letrinas.
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Saldremos del Hotel Kuthoop,
en el centro de la calle de los alfareros.
El más lujoso de nuestros hostales al servicio de foráneos e invitados.
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No te agobies por las miradas.
Dharavi no es un barrio de paso y los forasteros causan sorpresa e impresión pero siempre desde la empatía.
La mayoría de mis vecinos jamás han salido de aquí.
Atrapados por casta y miseria su mundo comparte límites con la ciudad.
Por eso tenemos que arreglarnos con nuestros medios y, a pesar de todo, disponemos de mercados, escuelas clandestinas, hostales,
templos religiosos y hasta improvisados hospitales.
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No lleves dinero.
No te hará falta.
Aquí nos manejamos con pequeños y coloridos trozos de plástico que nos sirven como moneda y trueque.
La mayoría de nosotros los reciclamos de la basura para revenderlos a la industria juguetera de la capital.
Por eso es muy común el intercambio de artículos de primera necesidad por ésta, nuestra moneda.
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