lunes, 3 de agosto de 2009

De la geografía de mis memorias...


Escrito por Warren Lee

Un chispazo en mis ojos me induce a evocar un cruce de caminos señalado por el sol.
Uno de ellos conduce hacia un pueblo al que a veces pongo en mis regazos y le hablo.

Donde en mi encendida niñez pasé algunas vacaciones de final de aquellos cursos escolares
que se extendían… como un aullido con alas.

Recorto, de la geografía de mis memorias, ese camino, y lo extiendo sobre mi diestra.
Puedo ver, a uno de sus lados, una manifestación cuadriculada de árboles blancos que se mantienen firmes, dignos, sobre un montón de jades y esmeraldas.
Al frente, damas atrincheradas apuntan a una nube gris que no se amedrenta; en su índice,
se revela un desafío.

Doblo el camino y lo guardo.
-¿Cómo estás, querido pueblo?
-Aquí, desgranando el tiempo, como se debe, puntual.

-Hoy recuerdo a aquel amigo entrañable que me presentaste.
Campesino analfabeto pero sabio, que clavaba sus dedos de piedra en el suelo,
y amasaba la tierra, bendiciéndola.
No lo olvido: “¡mijito!, lo importante en la vida es ser feliz, no adinerado.
Yo soy feliz amando a la tierra, a doña Ninfa y a mis muchachos”.

¡Disfruté tanto de su amistad!
Por las tardes me llevaba a participar en las mejengas que se armaban en tu plaza.
Y entre tanto hombre bien plantado, yo era como un mosquillo, que se metía con su zumbido
y rebotaba de un lado a otro.
Concluía la tarde con golpes y raspones pero, también, ¡con una gran sonrisa!
Algo aprendí de esas batallas.
¡A echar para adelante, siempre!

Las noches.
Por las noches me entregaba historias envueltas en escalofríos,
on lazos negros y suspenso adentro.
Luego, acompañado por el tenue resplandor de una candela me iba rodando a la cama...
como un “mamón chino”.
Y ahí estaba yo cuando él y sus amigos exprimían unas guitarras, al tiempo que sacudían
sus gargantas a la luz de un enorme ojo en la luna.

Yo colgaba letras en los árboles.

Ellos pegaban canciones sobre una seda oscura con agujeros; sentados sobre un tronco bohemio que se estiraba y se estiraba sobre un mosaico cubierto con mantas de tonos café, gris, negro, beige.

Podría perderse detrás del telón, pero no quiero, este escenario
de muchas vivencias de mi niñez.

Por ello es que a veces te cargo y te hablo, querido puebloo

No hay comentarios: