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Historia completa...
El inmenso techo negro se rompió,
lo rasgó en pedazos una luz que bajó, tubular,
y tocó el suelo, incandescente.
Luz tubular incandescente.
Bajó viniendo del hoyo negro de allá afuera.
El inmenso techo negro lo rompió esa luz.
Incrustada entre la noche quedó.
Eran las dos y unos minutos.
La noche.
Lo verde.
Arboles.
Colores.
Piedras.
Un río.
Vida.
Las...
Los...
Kilómetros quedaron arrasados por la incandescente luz que tocó el suelo quemando; quemando tocó el suelo dejando kilómetros muertos, muy negros,
en medio de la noche que en pedazos se rasgó.
Y aquella incandescencia desapareció por donde vino:
el agujero negro de allá afuera.
Cómo una poderosa aspiración, descomunal, más bien,
fue aquello, que pareció llevarse al cielo media tierra con todo y sus raíces,
goteando, hacia el cielo, goteando la magma ígnea que de las profundidades viene… que en las profundidades de la tierra, virgen se haya.
Luego… la noche quedó en shock.
Espantosamente negra estaba.
Un fúnebre silencio la recorría sobre una quietud de infarto,
que la tenía dominada.
Se movía, solamente, y subía, una enorme y ligera mancha gris que vestía de negro, lenta, sin ánimo aparente más que el de dejar abajo de su paso un olor terrible nunca antes percibido o visto en libro alguno.
A través del atezado panorama, de un instante a otro,
se desplazaron seis cuerpos oscuros, gigantes los cuerpos.
¡Para nada humanas sus figuras!
Para nada humanos esos Seres enfundados en un traje azabache,
extravagante, como de un metal blando.
Y sobre sus hombros increíbles: una especie de casco,
capaz de tragarse una cabeza de elefante, sin ningún problema.
Aquellos cascos eran del color de los trajes y del color de unas piezas que puedo señalar como… un calzado.
Una forma singular, tenían aquellas piezas.
Profundas las huellas que dejaban.
El suelo, arrasado, aún más se resentía y se arrugaba
ante el paso de estos oscuros Seres.
En el aire persistía el terrible olor que dejó abajo de su paso
aquella mancha gris que vistió de negro.
Corrieron.
Los seis extraños corrieron un trecho, sacudiendo la tierra debajo de ellos,
y la Luna, aunque totalmente oculta, tomó distancia…
El suelo arrasado, frente a estos Seres, retroceder intentó acurrucarse,
al verlos venir, avanzar, acercarse con suma violencia en su marcha.
Sus cabezas eran pequeñas con relación a sus cuerpos, sus pies muy grandes.
Seis. Doce. Un trecho. Corrieron.
De un planeta blanco, rotundamente blanco, y sus habitantes, transparentes,
tanto, como alguna vez los ríos, eran aquellos Seres.
Y millones de millones.
De un planeta blanco y un tamaño ¡sorprendente!
Transparentes como el agua, estos Seres, parecían líquidos sus cuerpos,
parecían, sin una línea definida sus figuras,
libres, sin algún tipo de vestido encima de ellas.
Con un semblante bondadoso, jovial.
sí eran ellos, esos gigantes que vestían un traje acá en la Tierra,
extravagante, azabache, y azabache su calzado
y el casco que los protegía del criminal oxigeno que los llevaría
a una tormentosa muerte al inhalarlo.
Corrieron una distancia extensa a través del campo
y de unas montañas. Caminaron.
Corrieron de nuevo, poniendo a temblar la tierra, de nuevo,
y la histeria, los gritos, sirenas, aullidos,
bocinas en la escala de Richter al entrar en la ciudad, ya despuntado el día.
Seres. Gentes. Alboroto. Escándalo de locos.
Se cargó de luz el martes negro. Ante oscuros Seres.
Sol que no lograba traspasar aquellos trajes azabache que los protegía del Sol.
Lo intentaba con todas sus fuerzas, sí, y la histeria, los gritos, sirenas,
aullidos, bocinas tampoco lograban tocarlos,
tras aquel casco capaz de tragarse una cabeza de elefante,
sin ningún problema.
De un planeta blanco y sus habitantes transparentes… de donde habita,
además, un silencio profundo, total, eran los Seres oscuros,
que caerían fulminados al entrar en contacto con la luz del Sol,
y perderían la cabeza, la cordura, si cayesen en manos del sonido, de los ruidos.
De un planeta sorprendente.
on luz perpetua, dada las dos estrellas que lo enfocaban,
de frente una y por la espalda otra;
estrellas con una masa de alucinante proporción y una energía,
una radiación y un origen que diferían radicalmente de las características del Sol.
De otros mundos, eran. De otros sistemas.
De otra galaxia muy distante de la Vía Láctea…
Los Seres oscuros viajaban, por el espacio viajaban
y estando cerca de la Tierra, pensaron-decidieron,
conociendo de antemano las circunstancias de la Tierra,
decidieron bajar, teniendo conocimiento, de antemano,
de los contaminantes del diminuto planeta.
¡Echar un vistazo, solamente!
Encontraron primitivas criaturas a plena luz del Sol.
Un martes. Criaturas con pelos, con bellos. Primitivos sus cuerpos.
Gentes. Con cavidades en sus pequeñas frágiles figuras.
-¡Nunca antes vista la carne!
¡Nunca antes vistos los huesos!
Un poco. Rudimentaria apariencia. Rudimentario funcionamiento.
Cavidades. Microbios. Mucosidades. Fluidos. Líquidos. Secreciones.
Residuos. Suciedad.
Y en sus cuerpos: agua, en su mayoría, su composición.
Ordinario líquido que se haya en algunos planetas nacientes, remotos,
muy dispersos en la inmensidad, según los oscuros Seres.
Criaturas terrícolas, gentes, que estaban perdidas
o sumamente atrasadas en la evolución.
us cerebros infinitamente distantes de los brillantes cerebros de aquellos oscuros Seres transparentes que llegaron de paso.
Un planeta recién nacido, la Tierra, pero en franca decadencia.
Primitivo. Contaminado. De pasar de largo…
La histeria, los gritos, sirenas, aullidos, bocinas en la escala de Richter al entrar en la ciudad, ya despuntado el día. Seres. Gentes. Alboroto. Escándalo de locos.
Y el inmenso techo azul lo rasgó en pedazos una luz que bajó, tubular,
y tocó el suelo, incandescente, interrumpiendo el alboroto, el escándalo de locos,
luz que hizo retroceder a la luz del Sol por un instante, mientras desaparecían aquellos Seres entre una poderosa aspiración, descomunal, más bien,
fue aquello, que pareció llevarse al cielo media tierra con todo y sus raíces,
goteando, hacia el cielo, celeste, goteando la magma ígnea que de las profundidades viene… que en las profundidades de la tierra, virgen se haya.
Luego… el día quedó en shock.
Espantosamente negro quedó.
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