miércoles, 26 de agosto de 2009

En la fiesta de Blas ...


... todo el mundo sale con unos cuantos
virus de más



Con esto de la gripe A es curioso ver cómo se comporta la gente.

Los hay que tienden a recelar de todo y extremar las medidas de precaución, hasta llegar a un aislamiento exagerado.

Pero también los hay que se lanzan a una aventura temeraria,
a no tomar ninguna precaución.

Total, dicen, si hay que contraer la enfermedad, la contraeremos.

Aparte de ser unos irresponsables,
llama la atención la alegría con que se lanzan a la lotería de ser contagiados.

De entre este grupo de personas destaca uno que llevan su temeridad
al extremo de celbrar lo que ellos llaman "Fiestas de la Gripe".

Podría pensarse que estas fiestas son más del tipo "fiestas negras"
o "fiestas de disfraces".

Pero no, de lo que se trata es de invitar a alguien enfermo,
para que así puedan resultar contagiados algunos (si no todos)
de los asistentes.

El objetivo es contagiarse e inmunizarse ahora que la cosa todavía es leve,
por si acaso empeora, por no hablar de la posibilidad de que el virus mute
y se haga más virulento, una especie de vacunación natural.

Pero como ocurre con tantas cosas, las razones esgrimidas no son más que el barniz racional que la época exige.

Porque late algo más profundo en estas celebraciones

Tienen algo de primitivo, de sagrado, de telúrico, de conjura.

En el fondo, aunque los participantes no lo sepan, se trata de una celebración
de la salud y la enfermedad, de la vida y la muerte.

De esa vida y esa muerte que, lejos de ser contrarios,
son complementarios y se necesitan.

Aunque los participantes no lo sepan y banalicen la celebración
convirtiéndola en una simple juerga-ruleta rusa.

El ser humana cultiva la idiotez...

by. El Pez Martillo

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