Sin duda, esa palabra debía ser la última que quisiera escuchar un marinero
que estuviera a bordo de un barco estadounidense durante la guerra
del Pacífico (1937 - 1945).
El término kamikaze define los ataques suicidas llevados a cabo mayormente
por aviadores japoneses integrados en el Grupo Especial de Ataque Shinpu, quienes, a bordo de aviones Zero cargados con bombas de 250 Kg.,
pretendían infligir el mayor daño posible a los barcos de la flota de los EE.UU. estando ya próximo el fin de la II Guerra Mundial.
Aunque los japoneses prefieren hacer uso de la palabra tokkotai,
kamikaze significa "viento divino", en referencia a un tifón
que dispersó fortuitamente una flota mongola que intentó arribar
al oeste del país nipón el año 1281 con el fin de invadirlo.
Se puede dar por hecho que los primeros ataques suicidas comenzaron
cuando pilotos cuyos aviones habían sido alcanzados por el fuego enemigo, preferían estrellarse contra las instalaciones que allí tenía
enclavadas el ejército estadounidense antes que intentar retornar
a su base con un sólo objetivo: morir con honor.
Este proceder, que para la civilización occidental puede resultar extraño,
no lo es tanto para un japonés.
El honor siempre ha sido un aspecto fundamental en la vida de la sociedad nipona; desde la época feudal, todo guerrero debía acatar el Bushido,
un estricto código de honor que exigía lealtad y honor hasta la muerte.
Precisamente, esa manera de pensar fue aprovechada por ciertos mandos militares nipones. Aunque la nación estaba regida por Hirohito,
el Emperador Showa, la influencia del poder militar sobre el gobierno
era cada vez mayor, y visto que la guerra tomaba cada vez peor cariz,
desde 1942 comenzaron a oirse diferentes voces dentro del ejército japonés
que señalaban el uso de tácticas suicidas para darle la vuelta
de nuevo a la situación.
Contra estas voces se alzó la del contraalmirante Tadao Yokoi, quien,
haciendo un simple llamamiento a la lógica, señalaba que:
- Era sumamente costoso fabricar un avión y adiestrar
- a su piloto para una única acción.
- Los aviones, por sí solos, no podrían dañar gravemente a un portaaviones. La mayor efectividad se conseguiría, únicamente, estrellándolo
- contra la pista de aterrizaje cuando ésta estuviera
- repleta de aviones enemigos.
- Los resultados serían difíciles de evaluar, ya que el protagonista
- resultaría muerto en la acción.
Pero, como suele ocurrir en estos casos, su opinión fue desoída,
del primer Shinpu Tokubetsu Kogekitai.
Compuesto únicamente por voluntarios, Onishi era consciente
de que la táctica no era eficiente,
pero sí
"la mejor y más hermosa forma de morir para un piloto".
Los voluntarios se reclutaban a través de llamamientos hechos
a todos los pilotos del ejército nipón y a los cadetes con formación universitaria.
Su edad oscilaba entre los 17 y los 25 años de media,
aunque ésta fue descenciendo según el final de la guerra se aproximaba,
y normalmente eran los hijos más pequeños de cada casa los seleccionados,
ya que los mayores debían continuar a la cabeza de los negocios familiares.
Aunque pueda resultar chocante, hubo tal avalancha de solicitudes
que los mandos tuvieron que decidir que aquellos que obtuvieran mejores notas, serían los primeros en partir.
El entrenamiento de los tokkotai duraba siete días:
los dos primeros se dedicaban a aprender las técnicas de despegue,
los dos siguientes al vuelo en formación,
y los tres últimos a la aproximación al objetivo y al ataque final.
Los ataques solían seguir dos tácticas: ataque a gran altura y ataque a baja altura, cada uno con sus ventajas e inconvenientes.
Antes de la partida hacia su misión final, a cada piloto se le hacía entrega
de una bandera de Japón o la bandera del sol naciente, ambas con textos espirituales, y una pistola o una katana.
También podían ponerse en la frente una senninbari,
o "cinta de mil puntadas", cada una de ellas dada por una mujer distinta.
A continuación se les ofrecía una taza de té o sake al tiempo que
se les daban palabras de reconocimiento sobre su misión,
y ya, por último, subían a sus aviones sin llevar paracaídas,
ya que no les sería necesario.
El primer ataque suicida se efectuó el 25 de octubre de 1944
por una escuadrilla comandada por el capitán Yukio Seki,
durante la batalla del golfo de Leyte, y su primer objetivo,
el portaaviones escolta USS St. Lo.
El 15 de agosto de 1945, coincidiendo con la fecha del armisticio,
tuvo lugar el último de ellos, cuando el almirante de la Quinta Flota Matome Ugaki ordenó a once bombarderos lanzarse contra la flota enemiga.
Cuatro no pudieron despegar.
-el suicidio ritual por desentrañamiento- dejando constancia escrita
de su reconocimiento hacia los tokkotai y a sus familias.
Las pérdidas humanas registradas en el bando japonés durante la guerra,
tanto de soldados como de civiles, se contabilizan en cerca de 110.000 personas, de los cuales más de 2.400 fueron pilotos suicidas.
La Flota estadounidense perdió 49 barcos y sufrió 7.900 bajas,
la mayoría de ellas debidas a ataques tokkotai.
(BBC-Mundo)
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